Peripecias de una economía bimonetaria
En buena medida la actual coyuntura económica está signada por el hecho de que los argentinos emplean el peso como instrumento de transacción, pero el dólar como reserva de valor y medida de cuenta. Los economistas aseguran que Argentina cayó en una de sus típicas crisis de restricción externa, disparada por la falta de dólares para financiar su economía.El cepo cambiario, instalado en 2011, que supuso una represión de la demanda de la divisa norteamericana, buscó justamente preservar ese insumo clave para hacer frente a las obligaciones externas del país, como deudas e importaciones.A la vista de lo que pasó luego, la medida no sólo resultó insuficiente, sino que parece haber acelerado le "fuga" hacia el verde, ya que desde entonces surgió un mercado negro de dólares.Durante todo este tiempo las "reservas" del Banco Central vinieron cayendo peligrosamente, proceso que se logró detener por una batería de medidas: devaluación brusca del peso, subida de las tasas de interés, y pedido excepcional de dólares a los bancos y cerealeras.El gobierno, en tanto, parece haber armado una estrategia para lograr el ingreso de divisas al sistema. En esta línea debería interpretarse, según los analistas, el arreglo con Repsol, y las negociaciones con el Club de París y el FMI. Amigarse con estos organismos sería un prerrequisito para volver a endeudarse en el exterior.Ahora bien, el telón de fondo de la crisis y de las medias tomadas para sofocarla revelan en el fondo un proceso más vasto de huida del peso hacia el dólar.Por ejemplo, ¿qué busca el Banco Central al subir la tasa de interés? Pues que los pesos que sobran y no utiliza la economía por un lado no presionen los precios, y por otro que no vayan al dólar, hoy bien escaso del sistema.Se trata de una estrategia de manual que saca a relucir la realidad de una economía bimonetaria de facto. Argentina es un país que funciona con dos monedas, y esto la convierte en víctima de la ley de Gresham, según la cual la mala moneda expulsa la buena.Eso significa que el peso, supuestamente la mala moneda, es la que circula y se utiliza para la mayor parte de las transacciones, en tanto que la buena moneda, el dólar, sirve para el atesoramiento y el ahorro.El peso argentino no estaría cumpliendo algunas funciones básicas que se piden a toda moneda, producto de la inflación y la devaluación, y esto hace que la gente huya de él.Más allá de la pérdida de su poder adquisitivo, sigue siendo el medio de intercambio, es decir la modalidad monetaria con la que la mayoría de los argentinos hacen sus transacciones diarias.Pero ha perdido la cualidad de "reserva de valor", ya que muy pocos ahorran en pesos. Y por otro lado no es una unidad de cuenta confiable, ya que los argentinos buscan una moneda más estable para determinar cuánto vale un bien o un servicio, algo que se echa de ver en el mercado inmobiliario, donde el dólar actúa como precio de referencia.La bimonetización supone costos. Por ejemplo, la suba de las tasas de interés, que pretende que los argentinos vuelvan al peso, a través de la inversión en plazos fijos o bonos, encarece el crédito y por esta vía se afecta la actividad económica.
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