Pobreza y retórica
En la Argentina hace tiempo que la realidad de las cosas no se corresponde con la versión oficial. Esto se echa de ver, sobre todo, con el tema de la pobreza.Mientras el gobierno K asegura que la pobreza cayó al 13,9%, para los privados está por encima del 30% de la población y lo que es peor: ya supera a la de la época menemista."El fuerte crecimiento de los últimos años permitió revertir los altos niveles de pobreza de la crisis 2001/02, pero no corrigió los indicadores sociales negativos de la década del '90", concluye el analista Ismael Bermúdez.Luego de la hiperinflación de 1989/90, en la década pasada la pobreza se ubicó, en promedio en el 25%, con un pico del 28,9% en 2000. Hoy tendría un piso del 30,8% (Consultora Equis) y un techo del 37,5% (Observatorio Social de la UCA).Aunque tradicionalmente empleo se asoció a 'no pobreza', esa ecuación es hoy obsoleta. Los economistas aseguran que mientras en los '90, la pobreza fue creciendo con la suba del desempleo, ahora se explica primordialmente por la insuficiencia de ingresos.Es decir: una población puede estar empleada, pero ser pobre a la vez. Ahora bien, ¿cómo se digiere que el gobierno se empeñe en negar esta realidad, contra toda evidencia?.Porque es difícil querer cambiar una realidad a la cual se niega todo el tiempo. Pero ese no es el punto. En el planeta K, lo que importa no es la realidad sino su relato. La clave es el giro discursivo.Las cosas no son los que son, sino como se las percibe. Como la sociedad moderna está muy regida por la opinión de la gente, operar sobre esa opinión es más importante que operar sobre la realidad.Aceptar que hay más pobres hoy que durante la década menemista -como indican los estudios privados- sería aceptar un fracaso estruendoso de la política social del régimen K.Por eso el Indec dejó de ser un centro estadístico para convertirse en una oficina de propaganda. Es allí donde se fragua la retórica oficial sobre la pobreza. Es que el discurso es uno de los instrumentos del control social.La lucha por el poder, diría un intelectual K, es la lucha por imponer un relato social. "No existen hechos, sólo interpretaciones", decía Friedrich Nietzsche, al instalar la idea de que lo que llamamos realidad es un puro efecto del discurso.De ahí el afán kirchnerista por controlar el entramado mediático. La ley de control de medios encubre el intento de apropiarse del relato social. De lo que se trata, en última instancia, es de decretar la muerte del principio de realidad."Incapaz de producir hechos socialmente significativos y dignos de ganar estatuto de noticia, su conductor (Kirchner) se empeña en amordazar la información difundida por quienes le recuerdan sus incumplimientos", dijo hace poco el filósofo Santiago Kovadloff."Gobernar para controlar el pensamiento disidente y promover información sumisa es muy diferente de gobernar para producir transformaciones estructurales que merezcan divulgación y celebración colectiva", añadió.Todo esto recuerda aquella novela política de ficción distópica, "1984", en la que el escritor inglés George Orwell, a mediado del siglo XX, hace una descripción analítica de los regímenes totalitarios.Es un mundo tenebroso en el cual el jefe, o la camarilla gobernante, realizan un control físico y mental de una sociedad. A través de la "policía del pensamiento" el régimen controla no sólo el futuro sino el pasado.Si el jefe dice que tal o cual acontecimiento no ha sucedido, pues no ha sucedido; si dice que dos más dos son cinco, dos más dos serán cinco. La sociedad orwelliana es un sistema donde el libre pensamiento no existe.Es el Poder el que decide cómo son las cosas.
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