Poder invisible versus democracia
El asunto alrededor de la muerte del fiscal Alberto Nisman ha puesto en el tapete el rol que cumplen los espías oficiales. Y más que eso el poder oculto que anida en los entresijos del Estado democrático. Desde tiempos remotos se sabe que el secreto es la esencia del poder. Espías y policías secretas, así, han configurado una influencia en la sombra al servicio del mandamás de turno.El poder tiene una tendencia irresistible a esconderse ya que la invisibilidad de sus intenciones facilita su dominancia. Pero además no es eficaz si no logra vigilar a los otros.Decir que alguien es "poderoso" implica aceptar al mismo tiempo que tiene la llave de todo el sistema de secretos. Es alguien que tiene la doble facultad de invisibilizarse ante los ojos de los otros, a quienes por otro lado espía todo el tiempo.El poder aspira a la omni-videncia, a conocer todo de todos. Una tradición del pensamiento político, enrolada en la teoría conspirativa, ve a la historia en clave secreta. Postula que las sociedades son engañadas por un poder oculto tras bambalinas.Así, una cosa es el poder nominal que dicen detentar los que nos gobiernan, y otra es el poder real, aquel que ejercen desde las sombras individuos o instituciones, con capacidad para variar drásticamente el curso de los acontecimientos históricos.El politólogo italiano Alberto Bobbio es uno de los pensadores de esta época que más ha reflexionado sobre el secretismo del poder. Acaso influido por lo que sucede en Italia, donde la presencia de un poder invisible (mafia, camorra, logias y servicios secretos no controlados) actúa como una especie de doble Estado.Bobbio sostiene que es incompatible el Estado de Derecho con ese poder invisible. Una sociedad que aspire a que el poder se ejerza con apego a la ley -en el marco de los derechos civiles y garantías individuales- no puede tolerar, por ejemplo, que su servicio de inteligencia actúe en forma insubordinada a la institucionalidad.Bobbio constata que no hay Estado democrático que haya renunciado al espionaje que es, por definición, un poder oculto. El problema es la autonomía de movimiento de los cuerpos especiales dedicados a esa actividad o al uso distorsionado de los mismos por el gobierno de turno.Según el politólogo italiano una de las cualidades que definen menor a la democracia es la de ser "el poder en público". Es decir, que obliga a sus gobernantes a tomar sus decisiones a la luz del público.Pero es una cualidad que envuelve una paradoja: la idea de poder en público colisiona con la existencia de "poder invisible", propio del espionaje y el contraespionaje, prácticas a la que ningún Estado democrático ha renunciado nunca hasta ahora.El problema es cada vez más delicado porque ningún déspota de la Antigüedad, ningún monarca absoluto de la Edad Moderna, aunque estuviese rodeado de mil espías, logró tener la información que hoy es capaz de obtener un gobierno gracias al uso de las tecnologías digitales."La vieja historia que recorre todo el pensamiento político: '¿quién cuida a los cuidadores?' hoy se puede repetir con el siguiente interrogante: '¿quién controla a los controladores?'. Si no se logra encontrar una respuesta adecuada a este pregunta, la democracia como advenimiento del gobierno visible, está perdida", se lee en el libro de Bobbio, "El Futuro de la Democracia".
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