OPINÍON
Poderoso caballero es don Dinero

Cuando la realidad nos abofetea podemos despertarnos y reaccionar o, cobardemente, bajar la mirada y seguir como si nada hubiera sucedido o estuviera sucediendo.
Por Luis Castillo*
La escritora Marguerite Yourcenar refirió alguna vez que la música nos podía sugerir, por ejemplo, que alguien estaba llorando; la literatura, en cambio, nos contaba porqué lloraba. Haciendo un paralelismo, se me ocurre que entre la fotografía y el cine podría suceder algo similar. Una foto es una invitación a imaginar el contexto, el antes y el después de esa imagen, lo que, una película, en definitiva, nos narraría. En eso estriba, se me ocurre, la fuerza expresiva de la fotografía, en que nos invita e incita a utilizar la imaginación.
Afganistán es, hoy, uno de los países más pobres de la tierra y, paradójicamente, una de las regiones más ricas en metales preciosos no solo de los denominados tradicionales sino en aquellos que se consideran fundamentales para la economía emergente del siglo XXI; las reservas de minerales como el hierro, el cobre y el oro están repartidas por todo el país más allá de poseer uno de los mayores depósitos de litio sin explotar del mundo. Este mineral, como sabemos, es un componente esencial –y escaso– para las baterías recargables y otras tecnologías vitales para conformar el nuevo paradigma energético.
La organización World Press Photo, con sede en Ámsterdam, premia todos los años las que considera las mejores fotos del mundo; este año, la ganadora en la categoría: “Reportaje gráfico del año”, fue la del danés Mads Nissen. El título de la foto: “El precio de la paz en Afganistán”.
En ella, puede verse a un niño llamado khalil Ahmad exhibiendo la cicatriz en su costado izquierdo en donde se le ha extraído un riñón. Órgano que su padre decidió vender para poder dar de comer a su familia de once hijos (Khalil, de 15 años, es el mayor) ya que de otra forma inevitablemente morirán de hambre.
Paradojas de un mundo en el que el genial Francisco de Quevedo ya en 1603 retrataba con su “Poderoso caballero es don Dinero”. Y es que no es casual que las dos potencias hegemónicas de la tierra hayan invadido y saqueado a este país hasta las ruinas. No es casual que la ignorancia genere niños y más niños que no tienen otro futuro que la desnutrición y la muerte. No es casual que lo que ética y moralmente es ilegal se convierta en legal para comprar y vender partes de los cuerpos de los pobres por monedas.
La imagen de ese niño es la imagen de nuestra degradación como sociedad, de nuestro fracaso como humanidad, de nuestra derrota ante la infamia de guante blanco. Pero claro, eso sucede allá lejos, en Afganistán, donde tienen riquezas que no pueden aprovechar, donde la religión está por sobre la razón, la mujer es un objeto sin valor y la niñez una circunstancia desfavorable. Eso está sucediendo allá, demasiado lejos como para preocuparnos, como para hacernos desatender nuestras urgencias, como para que no nos erice la piel pensar que si no nos ocupamos ya, ahora, de comenzar a resolver nuestros verdaderos problemas y crecer como sociedad priorizando la educación, promoviendo la equidad, protegiendo lo más valioso que tenemos: nuestras infancias, esa terrible imagen de un niño mostrando sus heridas de miseria puede llegar hasta aquí. Hasta nuestras plazas, nuestras puertas, nuestras escuelas, que, para entonces, serán solo paredes destruidas que ya hubieran perdido su razón de ser.
Todavía estamos a tiempo, aun los encantadores de serpientes no han logrado entretenernos del todo. No todavía. Mientras tanto, recordemos alguna estrofa de aquel profético poema: “Madre, yo al oro me humillo, /él es mi amante y mi amado, / pues de puro enamorado / de continuo anda amarillo. / Que pues doblón o sencillo / hace todo cuanto quiero, poderoso caballero es don Dinero.”
*Luis Castillo es escritor, médico y concejal por “Gualeguaychú Entre Todos”