Política para nuevos tiempos
Desde hace bastante tiempo se reclama a nuestros dirigentes un cambio de actitud. Pelear por cualquier tema, grande o pequeño, planteando las cosas en términos furibundos, no sirve. Además no es inteligente. Por lo tanto, tampoco es razonable.Por Mario Alarcón Muñiz Especial El Día Se supone que cuando un político -sea oficialista u opositor- presenta un tema, lo hace con la finalidad de lograr un buen resultado convenciendo a los demás de sus razones. Claro que si el planteo consiste en ladrar al adversario y tratar de morderlo, lo más probable es que todo termine en un bochinche y ninguna solución. Política a domicilioEs sorprendente pero nuestros actuales dirigentes no han entendido aún que el método de la confrontación, además de ser antiguo, no sirve. Por ese camino nada se consigue y todo se enreda y confunde. La política moderna aconseja lo contrario: dialogar y consensuar las soluciones que el pueblo espera para los diferentes problemas que le afectan.Se discute, desde luego; se exponen argumentos; se presentan pruebas, antecedentes y estudios, si cabe; cede cada uno algo y al final se resuelven las cosas razonablemente. Esto no es idealizar la política, sino pensarla en términos reales y actuales. En casi todo el mundo es así. Pero no vayamos lejos. Miremos a nuestros vecinos. La consolidación democrática y el crecimiento de Brasil, Uruguay y Chile, responden en lo básico a la priorización del diálogo no sólo político sino intersectorial y los consiguientes acuerdos.En la actualidad el pueblo está informado al instante de lo que sucede. En esto las generaciones contemporáneas aventajamos de manera notable a las anteriores. El dirigente entra hoy en miles de hogares simultáneamente. Lo escuchan o lo ven los padres de familia, los abuelos, los jóvenes, los gurises, los pobres, los medianos, los ricos, los partidarios, los contrarios, los independientes, los que no saben por quien votar. Todos.El único que no ha interpretado ese cambio sustancial del mercado político es el dirigente, salvo excepciones, claro está. Entonces pelea por televisión, se enoja, agravia, suele mostrarse arrogante, superior, único dueño de la verdad. Y como suele reiterarse, aburre. La gente cambia por el fútbol o Tinelli, desgraciadamente.La radio y la televisión llevan ahora la política a domicilio. La recibe un público heterogéneo. Es la oportunidad del dirigente de mostrarse inteligente, sereno, tolerante, contemplativo, informado de los problemas generales. No hacerlo y dedicarse en cambio a menospreciar y agredir a quienes no piensan de igual forma, suele producir el efecto contrario. Una semana pesadaA propósito de las riñas políticas se observó esta semana un panorama saturado de broncas. Dentro de los variados asuntos de discusión nacional, el caso de Papel Prensa continúa en el pedestal. Llama la atención que no se adviertan las previsiones de la Constitución ante ciertos conflictos.Si la mentada empresa papelera ha incurrido en ilícitos o irregularidades, ahí está la Justicia para investigar y resolver dentro del marco institucional. Es lo más sencillo, práctico y directo. Nada de vueltas, discursos y agravios: el tribunal. El sentido común indica que la función del gobierno es gobernar, no pelear con cuanto muñeco se le aparece en la ventana.Cabe advertir que la confrontación y el estado de crispación que caracterizan a estos días, ponen en riesgo las mejores intenciones y postergan cuestiones de fondo ineludibles. Lo advirtieron en la semana varios sectores empresarios mediante comunicados y declaraciones que exhortaron a la tolerancia, el diálogo y el consenso.Si eso no fuera suficiente, el jueves el presidente de la Corte Suprema de Justicia llamó a la reflexión y el entendimiento de los poderes del Estado. Le salió al cruce el ministro de Economía cuestionando a los jueces y ganándose la réplica de varios magistrados.Tampoco los legisladores se lucieron. Una sesión de Diputados para tratar el álgido asunto de la inseguridad fracasó el miércoles por falta de quórum. Unos a otros se tiran las culpas, mientras los chorros siguen en escena.Buscar una forma de tranquilizar los ánimos y entenderse, es asunto prioritario. Si cada uno se encierra en lo suyo y cree que su verdad es la única, será muy complejo -quizá imposible- hallar una senda que permita avanzar.
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