Poner en cuestión las propias creencias
Una mente abierta es aquella que está dispuesta a enderezar su percepción de las cosas, sacrificando las creencias previas, es decir poniendo en crisis los modelos mentales con los que interpreta usualmente la realidad.A despecho de la imagen de sujeto racional, que toma decisiones todo el tiempo sobre la base de una rigurosa aprehensión de la realidad, los modernos estudios cognitivos dan la idea de un hombre víctima de creencias fuertemente fijadas.Por ejemplo Thomas Nelly, de la Universidad de Princeton, al analizar por qué existen personas de mentes cerradas e individuos y grupos que adhieren a dogmas obsoletos, llegó a la conclusión de que hay una tendencia humana a negar la realidad cuando ésta contradice creencias iniciales.A través de estudios empíricos descubrió el fenómeno llamado "polarización de las creencias", por la cual se explica que ante la exposición de una misma evidencia no se produce un acercamiento entre dos personas que opinan distinto, sino todo lo contrario: en realidad ambos creerán lo que ya creían, con más confianza, ahondando así el desacuerdo.Según el académico, ante datos de la realidad que probarían lo contrario de lo que ellos creen, los sujetos tienden a tergiversar esa evidencia hostil, interpretándola según el modo propio de ver las cosas.En realidad la cuestión de la mentalidad humana, del modo como las personas conocemos, es de larga data. Fue tema de reflexión en la Grecia clásica.Platón, por ejemplo, distinguió la "doxa", que se suele traducir por 'opinión', un conocimiento fenoménico, y según él engañoso, de la "episteme", un conocimiento ajustado a la verdad de las cosas.El filósofo José Ortega y Gasset, a principios del siglo XX, también se enfocó en la relación entre la mente y las ideas, comprendiendo la importancia que tenían las creencias.Según él, se trata de ideas que se van abriendo paso en la conciencia colectiva hasta lograr formar un hábito común de interpretación de la realidad."Las creencias constituyen la base de nuestra vida, el terreno sobre el que acontece. Porque ellas nos ponen delante lo que para nosotros es la realidad misma. Toda nuestra conducta, incluso la intelectual, depende de cuál sea el sistema de nuestras creencias auténticas. En ellas vivimos, nos movemos y somos".En esta definición queda patente el poder de estas convicciones o cogniciones de la realidad, muchas de ellas heredadas, que están ahí, pero de las cuales no solemos tener conciencia.Entre nosotros Guillermo Grunwaldt, director de la Escuela de Negocios de IDEA, en un reciente artículo, analizó que muchas de las decisiones erradas que toman los ejecutivos obedecen a que fueron inspiradas por esquemas mentales no sometidos a crítica.En su opinión, la neurociencia enseña que las decisiones son tomadas en forma emocional por las personas, y responden a creencias previas o a esquemas cognitivos arraigados.Las percepciones de la realidad son construcciones de la realidad, un proceso mediado por modelos mentales propios "que suelen ser tácitos", "existen por debajo del nivel de la conciencia", y "rara vez son sometidos a verificación", dice Grunwaldt.El riesgo de esto es que las personas sean víctimas de creencias que se autogeneran y no se cuestionan. Algo parecido a dar por hecho lo que sólo existe en el pensamiento, un camino que conduce inexorablemente al dogmatismo y a no entender lo que pasa a nuestro alrededor.
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