8M: UN DÍA DE LUCHA
¿Por qué es urgente un periodismo feminista?
Comunicar es una responsabilidad social que nos llega de la mano de esta profesión, pero comunicar con perspectiva de género es algo aún más profundo y necesario. La marea feminista vino a poner todo patas arriba, y si no lo entendemos, puede que estemos contando un mundo viejo. Hoy ser objetiva no alcanza, es importante ser honesta.
Por Mónica Farabello
Nacida en los 80 y con una educación patriarcal que atraviesa la familia y las instituciones, crecí viendo un mundo que privilegió siempre al hombre y ubicó en un lugar de sumisión a la mujer.
La señora en la casa y el hombre trabajando. La mujer “que no trabaja”, pero limpia 24 horas y cuida y cría a los niños y niñas sola, era una estructura familiar que nadie cuestionaba.
Los movimientos feministas no son nuevos y han pasado cientos de mujeres referentes del género que han logrado grandes avances sociales; pero no hay dudas que la revolución feminista actual fue parida por las pibas.
Ellas nos han enseñado para dónde camina esta nueva sociedad en construcción y deconstrucción constante. Y ¡qué bueno que así sea!, porque a nosotras, las que pasamos los 35 nos enseñan ¡y mucho!
Desde mi profesión, me cuestiono una y otra vez cuál es la agenda feminista que necesitamos en los medios y la respuesta es concisa: Tenemos que poner todo patas arriba, porque así se funda una nueva realidad.
Hay que aclarar (para los que todavía no se han cuestionado esta horrible realidad en la que vivimos), que el feminismo no es “en contra de…”, sino a favor de todas; a favor de la igualdad de derechos y oportunidades, a favor de la liberación de los cuerpos y en contraposición a la hegemonía de bellezas que vende Instagram y algunos medios masivos.
Es a favor de la libertad de acción y de vestimentas, de discursos y disidencias. No entender que el futuro es feminista, es mirar un mundo viejo.
Y acá es donde llega la urgencia de un periodismo feminista. Un periodismo que pueda hacerse eco de estas historias y de estas luchas. Narrarlas es nuestro plan de acción y nuestra responsabilidad. Porque nosotras, las que tenemos micrófono y cámara, somos las que podemos hablar lo que a otras, les es silenciado.
No alcanza con “hacer notas un 8M”. Es urgente poner el cuerpo y hacerse cargo. La tibieza no alcanza en una revolución y nuestras hijas (seguramente) agradecerán nuestro compromiso.
Personalmente, decido y asumo el riesgo de militar activamente, sacándome mochilas machistas estigmatizantes y abrazando un movimiento que nos incluya a todas. Me hostiga ver y saber que minimizan a mujeres periodistas a dar los datos del tiempo o mostrar su look de moda. Somos mucho más, queremos mucho más.
Asumo esta responsabilidad desde el dolor de ver tanta injusticia en las calles, en los trabajos, en la política, en las instituciones y en nuestras casas.
Lo hacemos desde la ira que nos provoca contar 220 femicidios en los últimos 365 días; la mayoría de ellos, en manos de quienes supuestamente nos aman. El micromachismo de la foto íntima difundida sin consentimiento, el piropo de los que no se enteraron que no es un halago, de los que opinan de nuestros cuerpos. El machismo explícito del que nos dice “no podés”, y hasta el horror de las violaciones y los femicidios.
El feminismo incomoda los lugares de privilegio
Mujeres y hombres blancos, religiosos, con trabajo bien remunerado y de belleza hegemónica dicen que no se sienten privilegiados en un mundo tan cruel como el que vivimos. Pertenecer a las mayorías socialmente aceptadas es cómodo, y salir de esa zona de confort cuesta, duela y molesta.
Una tarde, charlando con una de mis hermanas definimos la nueva conciencia feminista es como un “velo que se te cae de los ojos y ya no podes volver a ponértelo, nunca más”. Por un lado es liberador y necesario, pero por el otro, es agobiante…porque la realidad que vemos nos aturde de tanta injusticia y de tanto mandato para moldearnos, violentarnos, controlarnos y disciplinarnos.
Este velo que se cae nos deja ver nuestras infancias, nuestra adolescencia cargada de modelos y patrones ideales a copiar. Nos recuerda cuántas veces no encajamos; porque no encajamos en los moldes de belleza, en la estética de las revistas o en los cuerpos de Carnaval.
Porque recordamos cuántas veces opinaron de nuestros cuerpos de niña mujer…porque tenemos que tragar los recuerdos de aquellos que con total impunidad te manosearon en un boliche y de aquella educación que nos enseñaba a competir con la compañera.
Cuando ese velo se cae, duele y duele mucho, pero también nos ayuda a renacer hacia una nueva realidad, donde la de al lado es compañera de lucha; donde nos identificamos con su mirada y sus vivencias, y donde nos comprometemos a caminar hacia un futuro que nos abrace a todos.
Y me sigo preguntando: ¿Qué puedo hacer desde el periodismo? ¿Cómo puedo ayudar a las mujeres que no tienen voz? Y es ahí donde voy a las fuentes de las que ya hicieron este recorrido, mucho antes que yo, y mucho mejor que yo.
Encuentro unas frases profundas y hermosas que me gustaría compartirles: La primera es de María Ruiz, una periodista mexicana que dice que “mientras la historia de vida de cualquier mujer se vea frenada por el machismo, será necesario el periodismo feminista”.
Helen Álvarez, periodista de Radio Deseo de Bolivia, sostuvo que "el periodismo feminista es el que interpela las bases mismas del sistema patriarcal y sus manifestaciones en todos los aspectos de la vida”.
"Es una necesidad surgida a partir de todas las violencias que se ejercen hacia las mujeres, incluso desde el periodismo, como la revictimización, la falta de historias de mujeres, y la cosificación del cuerpo de la mujer”. Esta última frase también es de María Ruiz.
Algún desprevenido puede preguntarnos… ¿y entonces, qué pasa con la “objetividad”? Un concepto tan antiguo como tradicional del periodismo que pretende lograr una suerte de neutralidad de quien narra las historias, como si quien entrevista, cuenta o escribe, pudiera sacarse de encima sus historias, su vida misma y sus sentimientos.
"Nosotras decimos que aquello que llamaban objetividad, es en realidad la posesión de un privilegio. Quien dice qué es objetivo, quien dice que las cosas son así y siempre serán así, es en realidad la voz del que tiene el privilegio de poder señalar cómo se construye y qué es lo real”, puntualiza la periodista argentina, Paz Frontera.
¡Y, claro! Quien se encuentra en un espacio de privilegio no quiere salir de su zona de confort. Y entonces volvemos una vez más, a la necesidad de romper estructuras, las nuestras y las sociales, para poner todo patas arriba y refundar una realidad para todos y para todas.
Ser “objetivo”, es ser pasivo ante esta realidad; es abrazar una tibieza que sólo protege la cómoda realidad de quien debería cuestionar y cuestionarse, todo.
Y en el mismo sentido: "El periodismo busca transformaciones y la imparcialidad no debe existir cuando existen injusticias que afectan a diferentes sectores de la población, en especial, mujeres, niñas y niños”, sostiene por su parte la periodista Helen Álvarez, quien está al frente de un programa dedicado a los feminicidios en su país.
Y María Ruiz agrega: "Mientras sigan asesinando mujeres, mientras la historia de vida de cualquier mujer se vea frenada por el machismo, será necesario el periodismo feminista”.
Ser objetivo es la última mentira que puede decirnos el periodismo antiguo que narra un mundo viejo. Ahora, es necesario ser honesto y contarle al lector o al oyente, desde dónde estamos hablando cuando hablamos. Estas son mis vivencias, estos son mis pensamientos y mis luchas. Este es el camino que milito, el del feminismo que trabaja por una sociedad más justa, una donde todos y todas podamos caminar por las calles, sin miedo. Lo hago por mi hija, por mis hermanas, por mi madre, por mi, y por todas, absolutamente, por todas.