ACTUALIDAD POLÍTICA
¿Qué es la grieta?

Desde hace ya bastante tiempo se viene hablando en el país de una famosa grieta. Tan famosa es que se ha vuelto ya parte del paisaje de nuestra política, junto con el déficit fiscal, los cortes callejeros en la capital y el endeudamiento externo. Tiene incluso su propio público y así se ha formado otra grieta entre los que la quieren y los que no.
Por Darío Carrazza*
Por ello es que hay grietas también a cada uno de sus lados. En efecto, en cada uno de los bandos hay una grieta entre los duros y los negociadores. Pero sin duda la más profunda de las grietas –llamémosle la grieta a secas- se da entre oficialistas y opositores.
Esta aversión mutua, incesante y estruendosa se constituye así, como decía al principio, en un personaje más de la política. Una especie de ser, con vida, propia que no es ni el oficialismo ni la oposición. Es la grieta. Así como en el dogma de la Trinidad cristiana el amor entre el Padre y el Hijo se personifica en un nuevo ser llamado Espíritu Santo, ocurre algo parecido con la grieta, solo que en “modo odio”. La aversión que se profesan los partidarios de uno y otro lado genera un nuevo ser que es la grieta.
La grieta se magnifica hasta el infinito porque además los acólitos de cada sector acusan a los otros de ser los promotores de ese odio además de responsables únicos de todos los males del país. Los algoritmos de las redes sociales, que ofrecen a cada usuario permanentemente artículos, opiniones y hasta “amigos” coincidentes con sus propias ideas y opciones, no hacen más que echarle nafta a este fuego de que consume el país, como si un emperador loco lo estuviera incendiando.
Pero ¿Qué es la grieta?
Es una manera de hacer política que implica la total, permanente, indiscutible y dogmática descalificación del adversario. Al mismo tiempo determina, claro, el imbatible e inobjetable ensalzamiento de los amigos. Frases como las de la Revolución Francesa “Estoy en desacuerdo con lo que dices pero defenderé con mi vida tu derecho a decirlo” suenan a ambos lados de la grieta como burdas torpezas, concesiones ingenuas o reverendas traiciones. Es que la grieta significa la derogación del otro, de manera que “La patria NO es el otro” y “Los argentinos juntos somos imparables, pero NO debemos juntarnos”. La grieta implica mutua cancelación de grandes masas de personas, ideas y proyectos.
Podemos ver a la grieta también como lucha de pensamientos únicos. La Argentina ha sido proclive a los pensamientos únicos, a ambientes de rebaño –o de manada- general en los que lo que los “otros” piensan no puede ni debe ser tenido en cuenta. Así ocurrió en los tiempos del 45, en la apología de la violencia de los ´70, en el autoritarismo de los gobiernos militares, en los 90 de la pizza y el champagne, por nombrar algunos casos. En cada una de esas épocas hubo un pensamiento único dominante y el resto, como si fuera una suerte de escoria, debía quedar a un costado.
La grieta es parte de eso mismo, solo que es producto de una pugna de dos pensamientos únicos que no consiguen prevalecer, y su dialéctica agonal los endurece, endureciendo la grieta y ampliando sus dimensiones. Esa falta de prevalencia obedece en gran medida a la falta de resultados económicos en las distintas gestiones de gobierno.
Así vivimos en un escenario de permanente conflicto en que los líderes acumulan más poder hablando mal del otro, aún sin proponer ni debatir con seriedad cuál es el camino que le conviene al país. La grieta es pues banalización de las instituciones, del debate, del pluralismo, de la república; del propio disenso, porque llevándolo a puntos irreductibles obtura su ejercicio. La grieta como sistema de (des)entendimiento colectivo es pues populismo, no importa de qué lado nos encontremos, la idea es la misma, conseguir clientela para acumular poder personal o grupal, sin proyecto ni destino.
¿Y qué resulta de la grieta como forma de ejercicio de la política? Está a la vista: Nadie se hace responsable de nada porque todo es culpa de los otros. El Pueblo mira azorado esos discursos incriminatorios, esas invectivas de un bando hacia el otro: “Fuiste Tu”, como diría una canción. El show de mutuas inculpaciones genera fervores que, como en todo campo de batalla, al caer las luces del día dan lugar a una sensación de nausea y de vacío. Asco, odio, cansancio, decepción y desesperanza son los resultados del endurecimiento de la grieta. “Es un monstruo grande y pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente”.
En esto de que “las ideas son malas porque se le ocurren al otro” se nos van las horas, los días y los años sin arribar a conclusión alguna. Ni hablar de soluciones. La pobreza crece. Los problemas se multiplican y se complejizan. La realidad se vuelve cada vez más dramática para las familias. A eso nos lleva este modelo de la grieta. El cierre hermético de toda posibilidad de concebir que otro pueda haber tenido o tenga la razón, razón en algo, algo de razón, o algo de la razón, al menos.
*Darío Carrazza es abogado y político. Fue precandidato a intendente por la UCR.