Qué hacer en las vacaciones invernales
Las dos semanas de vacaciones escolares de invierno cambian los hábitos y las rutinas familiares. Como ocurre en estos casos, la clave pasa por llenar los ratos de ocio de los más chicos.Desde un punto de vista el receso complica a los padres ya que la mayoría de los adultos continúa sus exigencias laborales mientras tiene lugar el respiro del ciclo escolar.¿Cómo conciliar, por tanto, las dos cosas? O en otros términos, ¿cómo hacen los mayores que siguen trabajando para disponer del tiempo necesario para acompañar a sus hijos?¿En qué medida esta es una época en que la diversión de los chicos equivale simétricamente a un aumento del estrés en los mayores? Al interior de los hogares se impone una nueva logística, un modo distinto de organizarse.Y esto pensando sobre todo que los padres deberían encontrar el modo de dedicar más tiempo a sus hijos. Toda vez que es importante que se involucren en sus juegos y en el tiempo libre.Pero la pregunta queda abierta: ¿qué hacer con ellos? Los expertos sostienen que la actual generación no tiene la autonomía que tenían las anteriores, en el sentido de que a los niños de hoy les cuesta divertirse por sí mismos.Al respecto se cree que son muy dependientes de las nuevas tecnologías. Para muchos de ellos no existe mejor manera de pasar el tiempo que estar sentados delante de una pantalla.Atrás quedaron el fútbol, las muñecas, la cuerda de saltar y las competencias atléticas, entretenimientos preferidos por los niños de hace 20 años. Ahora este tipo de juegos no despierta tanto entusiasmo como antes, debido al "síndrome de la pantalla".¿Qué hace que los chicos prefieran los aparatos electrónicos -la televisión y la computadora- a aquellas actividades que eran predilectas de la población infantil anterior?Hay investigadores que ven una correlación estrecha, por ejemplo, entre la televisión y el hecho de que los chicos hayan devenido en personas más pasiva y dependientes.Los niños con síndrome de pantalla suelen manifestar apatía hacia actividades lúdicas, es decir hacia juegos de otra índole, en los que se pide algo más que mirar y no hacer nada.Además los videojuegos suelen ser tan absorbentes que algunos niños pierden contacto social pues empiezan a carecer de amigos, lo cual produce una especie de aislamiento social.Las vacaciones de invierno, por tanto, podrían ser la ocasión para que los adultos animen a los chicos a entusiasmarse por diversiones y juegos alternativos a los que ofrecen los modernos aparatos electrónicos.Desde el Comité Nacional de Pediatría Ambulatoria de la Sociedad Argentina de Pediatría, hacen este diagnóstico: "Se ha producido un paulatino y sistemático reemplazo de los juegos espontáneos por propuestas de la industria del entretenimiento que se han instalado como una necesidad y que además cargan la agenda diaria con una exigencia que casi supera a la escolar. Hay que buscar alternativas sencillas, no todo debe regirse por el consumo y el gasto".Un signo evidente de que los chicos no están aburridos es cuando le ponen atención y el corazón a determinada actividad. Hay que buscar la fórmula para que sintonicen con este estado psicológico, fuera de las dosis televisivas, las consolas de juegos y las computadoras.Hacer actividades al aire libre o compartir cosas con ellos en casa -desde cocinar, pasando por construir objetos (artesanías) hasta leer un libro- son alternativas a mano, muy económicas, que acaso hagan que nuestros hijos pasen unas vacaciones felices.
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