Qué hay detrás del malestar en Brasil
En vísperas del inicio del Mundial de fútbol los reportes desde Brasil ofrecen la imagen de protestas sociales crecientes. No hay una única explicación para la ola de descontento, que amenaza el torneo internacional y genera desconcierto entre las autoridades. El pesimismo parece haberse apoderado de los brasileños, en momentos en que se está por celebrar el Mundial de fútbol, un deporte que se vive como una religión en el país norteño.Al estallido de manifestaciones populares -que critican al torneo porque resta dinero e inversiones para educación, vivienda, sanidad y transporte- se sumó estos días el resultado negativo de una encuesta del Pew Research Center.Según ese sondeo, la mayoría de los ciudadanos desaprueba el rumbo del país y solo un 34% cree que el Mundial de fútbol será positivo. Según los analistas, detrás de esta opinión está la desaceleración económica.Brasil ha pasado de un estado de euforia -cuando su economía crecía a velocidad de crucero (+7,5%)- a uno de desilusión. Al punto que si antes se hablaba del "milagro brasileño", hoy la novedad radica en la extendida frustración por el rumbo de la mayor democracia de América Latina.Pero el descontento no condice, parece decir el gobierno brasileño, con la continuada reducción de la tasa de pobreza y la ampliación de la clase media. Este es el argumento que ha desarrollado la presidente Dilma Rousseff, en rueda de prensa.La mandataria salió a defender públicamente los créditos otorgados por los bancos estatales para la construcción de nuevos estadios para el torneo, y recalcó que los ciudadanos que planean boicotear el evento constituyen "una pequeña minoría".Pero para hacer frente al pesimismo -asociado al hecho de que la economía de Brasil creció apenas un 0,2% en el primer trimestre del año-, Rousseff ha expuesto la hipótesis de que la queja de hoy es hija, aunque suene paradójico, de que se vive mejor.Los ingresos de los brasileños más pobres han mejorado estos años y hay una clase media ampliada que, dice Dilma, tiene "más deseos, más anhelos y más demandas".Se trata de algo "intrínseco al ser humano en la sociedad en que vivimos -dijo-. Quien consigue algo quiere más, y eso es bueno".En realidad la presidenta de Brasil suscribe, de este modo, la teoría de la "revolución de las expectativas", planteada por el economista argentino David Konzevik, para explicar las rebeliones y levantamientos en países emergentes, que han visto crecer sus economías estos años (América Latina, China, India).Konzevik es consejero de distintos gobiernos, presenta su visión del mundo en Naciones Unidas, el World Economic Forum y universidades como Harvard, y fue quien predijo la llamada "primavera árabe".Convocado en Argentina por la Cámara de la Industria de la Construcción, en mayo de 2003, el economista dio pistas sobre su teoría: "Antes, la gente aspiraba a tener un terreno, aspiraba a tener una casita; hoy, una vez que tuvo el terreno, mira a los costados y quiere una casita, vuelve a mirar a los costados y quiere una casa más grande". Es la lógica según la cual quien consigue algo siempre quiere más. "Este fenómeno de las expectativas -sostiene el economista- nos obliga a entender que nada está creciendo más rápido en el mundo emergente que las expectativas".En su opinión, pasado cierto nivel la gente empieza a compararse con otra que está mejor que ella, generando un estado de infelicidad. Lo cual revela que la desigualdad es causa de descontento social.
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