Querido Papá Noel: una dosis de humildad y no jodemos más

Todos perdieron, nadie ganó. Por ahora ese es el saldo de la batalla por el Impuesto a las Ganancias que desde hace días se libra a brazo partido en el Congreso de la Nación. Jorge BarroetaveñaCuando parecía que se le venía la noche, el gobierno pudo parar la sanción en el Senado, aunque negocia a mil por hora, un acuerdo con la CGT. Massa rió, pero al final, fue una mueca.Las palabras de Alberto Abad, el titular de la AFIP, un técnico peronista respetado por la oposición, fueron claves para empezar a inclinar la balanza el martes. El papel distribuido por el Ministerio del Interior durante el fin de semana también surtió efecto entre la mayoría de los gobernadores. De muestra con un botón bastó: una provincia como Chaco se quedaba, si la reforma se aprobaba tal como había venido de Diputados, sin dos meses de sueldo. ¿Por qué el gobierno no apeló a estas cifras contundentes para frenar la iniciativa aún en la Cámara de Diputados? Quizás fue impericia, obcecación o sólo tosudez. O la fina ironía de Monzó para dejar en claro que lo que viene advirtiendo hace un tiempo (que el peronismo va camino a la unión) está más cerca que lejos.Otra pregunta: los legisladores que alegremente levantaron la mano, ¿sabían que estaban perjudicando a sus provincias? El fin de semana, un urgido Axel Kicillof le mandó una carta a Monzó pidiéndole una fe de ratas, perdón, de erratas, a la media ley: le pifiaron en un cálculo por 'apenas' 40.000 millones de pesos.En medio de las presiones del gobierno nacional y sus propias urgencias, buena parte de los gobernadores empezaron a desfilar por el Congreso. La grieta en el PJ empezó a hacerse cada vez más grande y la posición del Frente Renovador a ponerse más incómoda aún. Sergio Massa, que eligió adrede el bajo perfil en los últimos, sintió el golpe y se llamó a silencio. Preocupado por no quedar más pegado con los ultra K con Kicillof a la cabeza, retomó el juego propio, el que mejor maneja, y se sentó a negociar directamente con Miguel Angel Pichetto, el soldado de mil batallas y dos mil ejércitos. El viernes le dio una vuelta de tuerca y en la casa de Monzó se juntó, hablaron largo y tendido, y sumaron por conferencia telefónica Rogelio Frigerio. ¿Adónde quedó el impostor que Macri acusó? Nadie lo sabe, o sí, quedó sepultado en las urgencias por darle un corte definitivo a un tema delicado, que el gobierno siempre buscó patear para más adelante.La clave en la resolución de la modificación del impuesto a las ganancias son las provincias porque buena parte de él es coparticipable. Cualquier recorte deberá pues incluir una alternativa de financiamiento para la mayoría de las jurisdicciones que arrastran un rojo furioso hasta para poder llegar a pagar los sueldos. En esa brecha se cuela la negociación que dejó mal parado a Massa, cuya llegada con los gobernadores siempre fue brumosa.Con la CGT como actor principal, Macri decidió apelar a la vieja receta de dividir al frente opositor. El primer objetivo fueron los gobernadores y el segundo los sindicalistas. El jueves, a solas, recibió a Hugo Moyano en Olivos. ¿Alguien piensa que se juntaron para hablar de Independiente y lo mal que lo hace jugar Milito? El viernes, las charlas con la cúpula de la CGT se profundizaron, aunque el acuerdo todavía está lejos. Los gremios le pusieron plazo y advirtieron que antes de fin de año quieren la ley. Lo mismo dijo Pichetto, abrazado al pedido de los sindicatos y mirando de reojo su frente interno, porque los senadores K lo amenazan con intentar sesionar igual y aprobar lo que vino de Diputados.En esta mescolanza que al final salpica a todos, subyace la situación interna del peronismo, aún no saldada. Llama la atención la ausencia sonora de la ex presidenta, ocupada tal vez de sus desventuras judiciales. Claro le comprenden las mismas generales de la ley que a Kicillof, que siempre se negó a hablar del tema mientras fue ministro. Aunque el economista tiene menos pruritos y memoria para encarar el tema.Lo cierto es que este fin de semana las compus arderán sacando cálculos de dónde se sacará la plata para subir el mínimo no imponible a 38.000 pesos, como ya tendrían acordado la CGT y el gobierno. La política seguirá su propio rumbo con tiempos ajenos, pero no debería olvidar que este año, desde lo legislativo al menos, fue bisagra con más de 70 leyes que salieron por amplio consenso en el Congreso de la Nación. Poco acostumbrados al debate, al disenso y finalmente al acuerdo, todavía nos falta entender que al final del camino puede que no haya acuerdo y todo se defina como indica la democracia: votando.Casi en vísperas de Navidad, todos se preguntan qué regalos traerá Papá Noel. Si cumplirá o no con las cartitas que le mandaron o si optará por hacer regalos gasoleros, acorde a la emergencia que vivimos. Estaría bueno que a todos los políticos les deje una dosis de humildad. Y más. Que la misma dosis alcance a jueces y legisladores y a todos los que tienen poder decisión y de influencia sobre nuestras vidas.Suele perderse de vista que el verdadero poder se define por la capacidad de influir en la vida del otro. Esto abarca todas las relaciones humanas, desde las más pequeñas hasta las más grandes. Esa relación, desigual de por sí, tiende a los abusos. Ojalá que Papá Noel les traiga a todos los que tienen poder, la dosis de humildad suficiente para neutralizar cualquier riesgo. Y será garantía. Ese día, conscientes de lo que nuestras decisiones provocan en el prójimo, seremos distintos. Feliz Navidad.
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