¿Quién cree en la política y el sistema?
Los partidos políticos y el Estado son los organismos en los que la sociedad cree que hay mayor corrupción, según la encuesta de opinión pública.
En efecto, en una escala de 1 a 5 (1 para las instituciones libres de corrupción y 5 para las más corruptas), los partidos políticos reciben un puntaje de 4,4.
Son seguidos por la Administración Pública con el 4,3, el Poder Judicial y el Poder Legislativo (4,2), el Sector Privado (3,7) y los medios (3,3). Globalmente, hay una pésima percepción sobre las instituciones en general.
Los argentinos sospechan de todo. De hecho, el promedio del país sobre “sensación de corrupción” se ubica entre los más altos del mundo, sobrepasado por Bosnia, Croacia y Ucrania.
La desconfianza está en la base de nuestras relaciones sociales. Según la encuesta, es alta la percepción de ineficiencia del gobierno K en lo que hace a medidas anticorrupción.
Según Delia Ferreira Rubio, presidenta de Poder Ciudadano, para revertir esta percepción se debería trabajar en “la no manipulación de las estadísticas oficiales, la transparencia en las contrataciones públicas, la no utilización de los recursos del Estado para fines partidarios, personales o de campaña”.
También habría que trabajar en “la eliminación de la discrecionalidad en la asignación de la pauta publicitaria oficial; la eliminación de los superpoderes; el respeto a la autonomía de los organismos de control y a la independencia del poder judicial”.
Tras el derrumbe del país, allá por 2001-2002, se creyó que la reforma política, en el plano de las prácticas y el ordenamiento de la actividad, conciliarían esa actividad con la sociedad.
En un punto, en los albores de la gestión K pareció alumbrar una nueva relación entre los ciudadanos y sus representantes. Pero da toda la sensación –corroborada por la encuesta de marras- que otra vez la sociedad se aparta de la política.
“Los partidos políticos aparecen como la institución percibida como más corrupta en el país y no debe llamarnos la atención. Esta percepción de corrupción es uno de los factores determinantes de la crisis de confianza en los partidos, de la distancia entre la sociedad y sus dirigentes políticos”, explicó Rubio.
Este diagnóstico tiene un parecido notable con el que hiciera 8 años atrás el politicólogo Guillermo O’Donnell, al reflexionar sobre la “democracia frágil e imperfecta” construida por los argentinos.
En octubre de 2000, decía: “Hay síntomas preocupantes (...) una distancia creciente de los actores políticos respecto a la ciudadanía, que responde con cinismo, alienación y enojo, porque siente que lo que pasa en la política nada tiene que ver con sus anhelos y pesares”.
A la vez, O’Donnell advertía por parte de la clase política “un juego de perros que se muerden la cola, cerrados en la coyuntura, con cada vez mayor incapacidad para mirar la sociedad y atenderla”.
Pero la censura a los dirigentes políticos no le hace perder de vista al politicólogo que ellos no nacen de un repollo. Para él esta democracia está poblada de “ciudadanía de baja intensidad”.
De esta manera, se equilibran los tantos. Porque, ¿acaso en un punto no nos merecemos, como colectividad, las instituciones que tenemos?. Al respecto, es conocida la tara argentina de descargar las culpas propias en agentes externos (si no es en el FMI es en la clase política, o en el agujero de ozono).
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