Rareza del perdón en tiempos de rencor
En una sociedad donde la mayoría se siente víctima de la injusticia, y sólo quiere devolver el mal recibido, el perdón no goza de crédito y es visto como un gesto de debilidad. Nos atrae la imagen del vengador que se posiciona en una actitud moral buscando justicia. Es la figura que de hecho explota el cine, que así parece capturar un deseo universal entre las personas.Nada comparable, así, a la satisfacción que produce el proporcionarle una lección al agresor, al causante de tanta injusticia. El placer es mayor si el dolor que se le ocasiona supera a la afrenta provocada.Por otra parte, ¿quién no se siente tratado injustamente? ¿Acaso no nos sentimos agraviados de una u otra manera? Susceptibles respecto de los derechos propios, los seres humanos a veces creemos ser los únicos ofendidos.El escritor Emile Cioran sostiene que el aspecto más extraño de quienes sufren "reside en su creencia en lo absoluto de su tormento, que les hace suponer que detentan su monopolio".Si se tiene la certeza de concentrar en uno mismo todo el sufrimiento derivado de la injusticia humana, entonces se posee a la vez el derecho absoluto de hacer justicia.Para "salvar la dignidad" y equilibrar la balanza de la justicia, estamos prestos a defendernos y, de ser necesario, a atacar. Surge entonces la necesidad de devolver el mal recibido.Por lo general confundimos nuestro deseo de venganza con la justicia como tal. Provistos de un sentido propio de cada acontecer, no reparamos en el hecho de nuestra subjetividad.Interpretamos que nos han tratado injustamente, y damos por sentado que la justicia misma, como valor objetivo, ha sido mancillada. La imposibilidad de reparar el daño infligido -ya se sabe- hace crecer en nosotros el rencor y el resentimiento.Se inicia entonces el circuito de la venganza. La imposibilidad de descargar la rabia acumulada, hace que la persona rumie la bronca, haciendo que la venganza se convierta en una obsesión.Los "odiadores" se multiplican en sociedades que no encuentran otros remedios para lidiar contra las injusticias imaginarios o reales. La rabia y la frustración, así, dan la nota emocional.La intolerancia, la persecución y el exterminio, la discordia general, suelen acompañar los procesos de venganza. Pero del otro lado del rencor está el perdón, que suele ser visto como un gesto de debilidad y de capitulación.La tradición judeocristiana, sin embargo, habla del perdón como un instrumento extraordinario de liberación y de humanidad, toda vez que cancela la ofensa inferida por otro.El jesuita mexicano Luis Valdez Castellanos aclara que el perdón no significa renunciar a que actúe la justicia, ni justifica comportamientos inaceptables o abusivos.Pero supone, dice, un cambio radical en la percepción de la situación, del otro y de uno mismo. Por lo pronto supone el reconocimiento de que bajo nuestra individualidad todos somos exactamente iguales."A perdonar sólo se aprende en la vida cuando a nuestra vez hemos necesitado que nos perdonen mucho", escribió Jacinto Benavente, sugiriendo que nadie es tan perfecto e impoluto que no necesite una mirada misericordiosa del otro.Además, el perdón tiene un poder curativo en aquel que lo practica, ya que lo expurga del rencor. En palabras de William Shakespeare, "el perdón cae como lluvia suave desde el cielo a la tierra. Es dos veces bendito; bendice al que lo da y al que lo recibe".
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