Rebrote xenófobo en el Norte desarrollado
Mientras en Estados Unidos una ley del Estado de Arizona podría desatar una cacería indiscriminada de inmigrantes indocumentados, la crisis económica que sacude a la Vieja Europa alienta la hostilidad hacia los extranjeros.Las noticias que llegan del mundo rico no son nada halagüeñas. En Arizona, un Estado situado en el suroeste norteamericano, conocido por su paisaje desértico, sus cactus y la cosmopolita ciudad de Phoenix, se ha apoderado una histeria anti-migratoria.Allí, la legislatura aprobó una ley por la cual la policía podrá detener a cualquier persona por la calle si tiene "sospechas razonables" de que no tiene papeles de inmigración válidos.Además, la ley permitirá a cualquier persona demandar a la policía por no hacer ese trabajo. La nueva legislación ha producido conmoción dentro y fuera de los Estados Unidos.Con unos 12 millones de mexicanos en Norteamérica, la mitad de ellos indocumentados, México se posicionó como el principal frente de batalla contra la controvertida ley del Estado fronterizo de Arizona, donde se calcula que residen unos 460.000 inmigrantes ilegales.El presidente mexicano, Felipe Calderón, advirtió que no piensa quedarse de brazos cruzados y que utilizará "todos los recursos a su alcance para defender los derechos de los mexicanos perjudicados por esta legislación"."Toda regulación que se centre en criminalizar el fenómeno inmigratorio, un fenómeno social, un fenómeno económico, abre la puerta a la intolerancia, al odio, a la discriminación, al abuso en la aplicación de la ley", advirtió el mandatario latinoamericano.Algunos analistas resaltan que Arizona se equivoca si cree que con esta ley hará que los inmigrantes vuelvan México o a América Central. Lo que habrá en realidad, vaticina, es un éxodo hispano a otras ciudades o Estados norteamericanos (Miami, Los Ángeles o Chicago)."Mientras el ingreso per cápita en el país (EE.UU.) sea tres veces mayor que en México -46.000 dólares anuales contra 13.500 dólares- los mexicanos y demás latinoamericanos seguirán cruzando la frontera, sea como fuere", señala el analista Andrés Oppenheimer.Mientras tanto, cruzando el océano Atlántico, pero siempre en el hemisferio Norte, la Vieja Europa es sacudida por una ola de desempleo, que dispara el odio a los extranjeros.La llamada "Eurozona", está en su peor crisis económica desde el nacimiento del euro en 1999. Países como Grecia y Portugal están a punto de declararse insolventes, mientras que en España la desocupación ha alcanzado la cifra temida del 20,5%.La ola de despidos ya tiene correlato a nivel político. Por ejemplo, están subiendo las expectativas de la extrema derecha en algunos países, en el marco de un rebrote xenófobo de las poblaciones nativas contra los inmigrantes.Si la recesión se profundiza, y con ella la caída de los puestos de trabajo, la Vieja Europa entrará en una fase de convulsión social de consecuencias insospechadas.Las agencias de prensa indican que en Gran Bretaña, que está en campaña electoral, la inmigración se ha vuelto obsesión en la agenda de los candidatos. "Recorten la inmigración, los trabajos terminan en manos de extranjeros", es el reclamo unánime de las clases más bajas.En las últimas décadas, Europa (junto a otro grupo de países catalogados de "centrales") ha creado una subclase social al incorporar ingente mano de obra barata de antiguas colonias, del Tercer Mundo o de la ex Unión Soviética.Ahora, como la economía está cayendo en picada, los europeos insinúan que los inmigrantes tienen la culpa de la crisis. Sostienen que hay desempleo porque hay mucha inmigración.
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