UNA FANTASÍA HECHA REALIDAD
Recorrieron el mundo en familia durante 22 años y antes de poner fin al viaje pasaron por Gualeguaychú
El 25 de mayo del 2000, Herman y Candelaria salieron desde el Obelisco con la intención de llegar a Alaska. Lo hicieron, pero el plan se extendió más de lo pensado: tuvieron cuatro hijos, vivieron en cien países y todo lo hicieron en un auto antiguo. Este domingo, la familia Zapp volverá al punto de partida. Antes, pasaron por la ciudad. “Salimos llenos de miedos y prejuicios, hoy volvemos enormes y contentos”, agradecen.
Luciano Peralta
Comenzaba el nuevo milenio cuando Herman Zapp y Candelaria Chovet, luego de mucho esfuerzo, lograron construir su casa propia en Los Cardales (Buenos Aires). Pero algo faltaba, algo que trasciende la materialidad de una vivienda, algo que va más allá… aunque jamás se imaginaron cuánto más allá iba ir el plan de “viajar por América”, una fantasía generalizada que, a veces, se vuelve realidad.
El 25 de mayo del 2000, en una Argentina que transitaba una de las peores crisis de su historia, este electricista de 31 años y esta ingeniera zootecnista, de 29, salieron desde el obelisco en un Graham-Page de 1928 que él había comprado unas semanas antes, un baúl con lo indispensable, algunos ahorros y el desafío de llegar a Alaska en seis meses.
“Cuando salimos yo trabajaba en una empresa de cableado de datos y fibra óptica y Cande era secretaria, económicamente estábamos muy bien. Pero nuestra idea era salir de viaje a los dos años de casados y ya llevábamos seis, entonces pusimos fecha. Tres meses antes me ofrecieron un auto antiguo, lo compré y cuando llegué con la grúa y el auto Cande me quería sacar corriendo, porque la idea era salir con mochilas no más”, dice Herman (52), entre risas, sentado en la pintoresca galería de la Posada del Puerto, en la costanera de Gualeguaychú.
“No fueron seis meses, fueron 22 años; no volvimos para tener hijos, como habíamos pensado, los tuvimos en el camino; pasamos de tenerle miedo y desconfianza a la gente a sentir amor y recibir mucho cariño. Justamente, la gente era el motivo que más nos asustaba, pero terminó siendo lo mejor de todo esto. A otra cosa que le teníamos pánico era a quedarnos sin dinero, pero terminó siendo el mejor momento de todos, para realmente vivir el viaje y no ser un par de turistas conociendo países”, cuenta.
Herman mamó la pasión por viajar desde chico, es que buena parte de su infancia la pasó con su abuelo, un apasionado de las rutas argentinas que, con gran entusiasmo, se pasaba tardes enteras mostrándole los caminos recorridos durante las primeras décadas del siglo pasado y contándole sus aventuras.
Los cuatro mil dólares que les habían quedado tras comprar el automóvil (cuatro mil pesos, entonces) les alcanzaron para llegar hasta Ecuador, Alaska todavía estaba muy lejos. Fue en un pueblito humilde de Venezuela, del otro lado de la frontera, cuando Candelaria se puso a pintar cuadros con acuarelas y Herman a enmarcarlos. Ninguno de los dos había hecho tales cosas jamás, pero “el camino te pone a prueba”.
“No nos compraba nadie, entonces salimos a golpear puertas en las casas más o menos lindas. Les contábamos de nuestro sueño, les mostrábamos el auto y la gran mayoría de las veces nos compraban un cuadrito”, cuenta ahora Candelaria. Y agrega su compañero: “en el viaje podés ser pintor, mecánico, artesano, somos seres increíbles, pero la mayoría de las veces no nos ponemos a prueba”.
Y vaya si tuvieron que superar pruebas. Pampa, su primer hijo, nació en Estados Unidos, y luego vinieron los otros tres nacimientos, en un hospital de Argentina y en casas de familia, primero en Canadá y luego en Australia. Este último nacimiento fue en el agua.
“La mayor parte del viaje nos quedamos en casas de familias, lo que nos hizo vivir muchísimas cosas que jamás hubiésemos imaginado. Porque esos dos o tres días -que es el tiempo que, generalmente, permanecieron en cada lugar- hacíamos lo que hacía esa familia: si cosechaban papas, nosotros aprendíamos a cosechar papas, o andábamos a caballo o pescábamos con ellos. Siempre decimos que si hubiésemos tenido dinero no habríamos vividos esas experiencias hermosas”, remarca Candelaria. Y concluye: “Hace 22 años salimos llenos de miedos y prejuicios, hoy volvemos enormes y contentos, con muchas ganas empezar otro viaje, ahora en casa y con cuatro hijos”.
Luego de recorrer los cinco continentes y conocer cien países, este domingo a las 11 de la mañana los Zapp regresarán al punto de partida, el Obelisco. “Queremos llenarnos de abrazos”, adelantan, ansiosos, antes de dejar Gualeguaychú.