Recuperar la confianza
Adulterar medicamentos es un crimen de lesa humanidad. Por Abel Lemiñ[email protected] Nunca pensé que un día estaría escribiendo sobre este tema, no se me hubiese cruzado la idea ni siquiera en esos días en que las sombras del negativismo nos visita de sorpresa y el negro se torna el color de las sensaciones. Pero la realidad me ha pegado un cachetazo y me ha dado un puntazo en el corazón.Es más, dudé en abordar el hecho porque a priori podría verse con un perfil predominantemente delictivo y entonces escaparía a la esencia de este espacio de salud, pero luego de reflexionar aquí estoy hablando sobre los remedios adulterados y sus elementos correlacionados, dignos de la maquiavélica trama de una obra teatral del género del terror.Es sabido que la corrupción es una pandemia que tiene gran prevalencia por estos lares, haciendo que poco a poco se vayan manchando las instituciones y con ello haciéndose añicos el principio de autoridad, y enviando fuera del diccionario de lo cotidiano a la ética, a la moral. Esta ausencia de moral, como no podía ser de otra manera, desmoraliza, porque si uno no puede apoyarse en la credibilidad institucional, comienza a tambalear, producto del desconcierto ante la ausencia de pilares sociales sólidos.Se fue enturbiando la imagen de la justicia, de la educación, incluso manchas tristes cada vez que aparecen policías involucrados en actos delictivos, sacerdotes sospechados de abusos sexuales, la sinonimia reinante entre corrupción y política, pero esto de los remedios adulterados supera con creces la leche adulterada de Vicco y el caso de los pollos Mazzorín.Desde el aspecto penal, lo dejo en manos de quien corresponda, pero no puedo callar la repugnancia que me ha provocado el hecho, el ver como unos inescrupulosos, por el maldito dinero juegan con la salud y la vida de la gente, de los enfermos que esperanzados toman su remedio para curarse o por lo menos para sufrir menos.Macabro juego que da directo en el paciente y en el sistema de salud, sembrando la desconfianza generalizada, de la gente al comprar y tomar un fármaco y la del médico que al recetarlo confía en que lo que su paciente tomará será lo que realmente recetó.Ante este deleznable acontecimiento hasta el mismísimo Jesús volvería a sentir ira y echaría a los mercaderes del templo, en este caso de los que lucraron con la fe y la salud de la gente, de la sufriente gente, incluso de niños con problemas oncológicos.Esta terrible estafa abrió una brecha en la confianza, una herida sangrante en la credibilidad de pacientes y de médicos, y la salud sin confianza y sin fe, se vuelve vulnerable.Pero de esta estocada al corazón de la salud, debemos resucitar el espíritu verdadero del ejercicio de la medicina, recuperar la esperanza y saber que son mayoría los que ejercen con honra, los que aman su profesión, los que son farmacéuticos responsables y debemos apoyarnos entre los hombres de buena fe.Eliminar a los mercaderes del sistema para recuperar la credibilidad, porque sin ella nada sirve en salud, ni puede ejercerse bien la profesión ni el paciente puede curarse, y ese derecho, esencia del verdadero y puro sistema no debemos perderlo. De esa manera, poder erradicar a los perversos que intentan lucrar con el sufrimiento humano. No hay que perder la fe en los médicos ni en la medicina, porque eso sería darle por ganada la batalla a los mercaderes de la salud.
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