Releer, tanto o más importante que leer
¿Por qué hay libros que no nos cansan? ¿Por qué volvemos a ellos, encontrándole siempre algo nuevo? ¿Qué razones, de última, se esconden en toda relectura?La experiencia de cualquier amante de la lectura es que invariablemente vuelve a algunos textos que juzga imprescindibles. ¿Se aplica aquí el famoso dicho de que "siempre se vuelve al primer amor"?Hay algo misterioso y fascinante en la relectura, ya que un impulso interior nos conduce al mismo libro, una y otra vez, como si él fuese una fuente inagotable de novedad sobre nosotros mismos y el mundo.Algunos piensan que no todos los libros producen este enamoramiento, sino aquellos cuyo mensaje es esencial, es decir que trasciende el tiempo, al abordar los grandes temas de la condición humana.Es la cualidad inherente a los "clásicos", esos textos que ejercen una fascinación perenne. El escritor Italo Calvino llama así a los libros que nunca terminan de decir lo que tienen que decir, sugiriendo que se prestan a incesantes revisiones e interpretaciones.Nuestro Jorge Luis Borges ha dicho que la relectura ha sido su práctica favorita. "Yo he tratado más de releer que de leer, creo que releer es más importante que leer, salvo que para releer, se necesita haber leído", explicó en una entrevista de 1978, durante una conferencia en la Universidad de Belgrano.En el escritor argentino se encuentran algunas pistas para entender cómo se explica que haya embriaguez o atractivo en la relectura, como si uno descubriese lo inaudito en lo viejo.¿Cómo se explica que el libro que se tiene entre manos no parece ser el que había sido leído tiempo atrás? ¿Qué transformación se produjo para que un mismo texto, intocado, depare sin embargo novedad?En un breve ensayo sobre Bernard Shaw, Borges escribe: "El libro no es un ente incomunicado: es una relación, es un eje de innumerables relaciones. Una literatura difiere de otra, ulterior o anterior, menos por el texto que por la manera de ser leída: si me fuera otorgado leer cualquier página actual -ésta, por ejemplo- como la leerán en el año dos mil, yo sabría cómo será la literatura del año dos mil".De esta manera el escritor argentino da a entender que esa misteriosa transformación obedece a que ningún libro es leído dos veces por los mismos ojos, parafraseando así al viejo Heráclito (filósofo predilecto de Borges), para quien "nadie puede bañarse dos veces en el mismo río".El enigma de la relectura habría que encontrarlo, entonces, en el propio lector. Es decir el cambio más significativo, no se produce en el texto sino en la manera de leer. Y esto último se produce porque inevitablemente el hombre cambia, y con él su mirada.¿Pero no hay libros que poseen cualidades intrínsecas, en virtud de las cuales uno tiende a retornar a ellos? ¿No hay textos que ejercen una influencia particular, cuya riqueza es tal que hacen de su relectura un nuevo descubrimiento?El crítico de arte americano y comentarista social Roger Kimball cree por ejemplo que hay libros buenos y malos, así como existen la verdad y la mentira, la belleza y la fealdad.No todo es lo mismo y en este sentido Kimball suscribe la tesis de que hay obras maestras que contienen mensajes universales y son fuente de sabiduría. Lo que asecha al hombre, al respecto, es el olvido de estos textos esenciales.Para evitar esto, para que el paso del tiempo no melle la vigencia de conocimientos imprescindibles, se impone la relectura. "Re-leer nos recuerda que nada es más vital que redescubrir las viejas verdades", dice Kimball.
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