OPINIÓN
Ruido en Economía en “la mejor semana para el Gobierno”
Precalienta Federico Sturzenegger para su Ministerio de Desregulación en medio de rumores sobre la continuidad de Luis Caputo. “Ni en pedo”, responden en Casa Rosada sobre las chances de un alejamiento de Toto. El peronismo ante su primer consenso.
El paso de Javier Milei como invitado por la cumbre del G7 confirmó que el presidente está muchísimo más incómodo en la arena política internacional de lo que está en sus encuentros con los empresarios, particularmente tech, obnubilados con su prédica contra el Estado y las regulaciones, y su optimismo sobre las nuevas tecnologías.
No lo hizo, pero Lula da Silva podría arrogarse para su propio liderazgo el reconocimiento de haber sido invitado a la cumbre del grupo de las principales potencias occidentales. Desde 2003, Brasil fue convocado en 8 ocasiones. En todas, Lula estuvo a cargo de la presidencia. Milei, que asistió por iniciativa de la anfitriona, la italiana Giorgia Meloni, comparte medalla con Alberto Fernández, el primer presidente argentino en ser invitado a la cumbre del grupo, en 2022. En aquella ocasión, Fernández aprovechó también el cónclave para celebrar reuniones bilaterales con líderes de peso, tanto del grupo como invitados, como el titular del gobierno alemán, Olaf Scholz, y el primer ministro de la India, Narendra Modi.
Curiosamente para un presidente como Milei, que reclama para sí un liderazgo principalísimo a nivel global, la tarea de acumular fotos y, en lo posible, alguna postal amigable –sólo las obtuvo de la italiana– con otros jefes de Estado, no se complementó con encuentros bilaterales. Lula, por comparación, tuvo las suyas con los líderes de Francia, India y Sudáfrica, además de la titular de la Comisión Europea y el papa Francisco. Milei sólo tuvo encuentros con la titular del FMI, Kristalina Georgieva, y del Banco Mundial, Ajay Banga.
Su participación en la cumbre en Italia tampoco tuvo trascendencia en medios internacionales, donde tanto su alocución en el G7, como la posterior, en la Cumbre por la Paz –organizada por Suiza a instancias del ucraniano Volodímir Zelensky– pasaron desapercibidas. Quienes hayan escuchado su discurso en la Confederación Helvética y quieran bien al presidente quizás lo agradezcan. La brevísima alocución giró sobre hits un poco oxidados y extraños al tema de la Conferencia, como el país que hace 150 años llegó a ser “uno de los más prósperos del mundo”, las ideas del liberalismo y las citas de economistas a los que admira. Milton Friedman sirvió a Milei para dar autoridad a un argumento que estaba fracasando en vivo durante su discurso. El comercio libre naturalmente pacifica, dijo Milei. La misma cuenta hicieron Angela Merkel y los líderes alemanes que la precedieron. La muy estrecha relación comercial con la Federación Rusa no evitó el regreso de la guerra al continente europeo, pero volvió a Alemania energéticamente dependiente de Rusia. El canciller Scholz se lo podría explicar en su próxima visita a Alemania donde el primer mandatario argentino recibirá la medalla Hayek, de manos de una fundación controvertida por sus vínculos con el partido ultraderechista AfD, investigado por la Policía y la Justicia alemanas por su cercanía con el ideario neonazi. El Gobierno alemán se paró oficialmente del lado del español Pedro Sánchez en su disputa con el presidente argentino.
Dentro de nuestras fronteras, la agenda que nuclea las preocupaciones sociales es la economía en su conjunto. La que tras la aprobación de Ley Bases y la publicación del Índice de Precios al Consumidor (IPC) –con una reducción de casi cinco puntos respecto del mes anterior– fue en considerada como “la mejor semana del Gobierno” operó como una alfombra tras la cual barrer muchos de los problemas estructurales que acompañan y desafían a la gestión de Luis Caputo.
Las buenas noticias fueron evidentes y no se limitaron a la suba coyuntural de bonos y acciones que siguió al trámite legislativo. El valor del IPC de mayo, de 4,2%, fue el menor desde enero de 2022, la inflación núcleo –que mira el Gobierno para seguir la tendencia por fuera de lo que considera correcciones coyunturales como las tarifas y, en general, los precios regulados– arrojó un valor aún más bajo, 3,7% mensual, con una recuperación que alcanzó también a los salarios. El tesoro logró refinanciar vencimientos por 5,2 billones de pesos y obtuvo incluso 200 mil millones de financiamiento adicional; consiguió un buen refinanciamiento del swap con China, donde vencían obligaciones por 5 mil millones de dólares; se aprobó la octava revisión con el FMI (con desembolsos por 800 millones de dólares) y la brecha regresó a niveles limítrofes pero aceptables, en torno al 40%.
Medidos en sus propios términos, es decir, sin considerar las brutales consecuencias sociales, en materia de empleo y de crecimiento del “ajuste más grande de la historia de la humanidad” –que, en su reporte, el Fondo se encargó de aclarar que ese postulado tampoco es cierto–, el Gobierno fue, en sus primeros seis meses, relativamente exitoso. La métrica que planteó como la principal para el comienzo de su gestión, vinculada al riesgo inflacionario, arroja reducciones sostenidas mes a mes –que probablemente encuentre un tropezón en junio. Los superávits fiscal y comercial obran como ancla monetaria por sus efectos sobre la emisión –sin acceso a los mercados, el déficit se financia de esa manera– y sobre la demanda neta de dólares. La administración de Milei puede incluso jactarse de que el gasto en jubilaciones –con la fórmula que aprobó por decreto– será mayor que el que hubiera sido con la que aprobó el Congreso durante el gobierno de Alberto Fernández. En criollo: los jubilados, sólo en materia de jubilaciones –es decir, sin contar medicamentos, tarifas, alimentos, transporte et al– perderán menos este año que en el último del Frente de Todos.
Una trampa para incautos. De acuerdo a cálculos de algunos economistas, el gasto en jubilaciones caería un 0,5% respecto de 2023, cuando fue equivalente al 6,8% del PBI, y se ubicaría en torno al 6,3%. Claro que, de haberse mantenido la fórmula, ese valor hubiera sido el 5,7%. La fórmula aprobada por el peronismo tenía sentido con inflación estable. Las jubilaciones perdieron valor real en 2021, 2022 y 2023. El gasto en jubilaciones era del 8,5% del PBI en 2019. Cuando termine el año, el peronismo y Milei le habrán sacado un ajuste de más de dos puntos del producto. La fórmula anterior, sin embargo, era procíclica. Si los salarios reales subían y la inflación bajaba, corregía rápidamente al alza. El equipo económico sacrifica medio punto del PBI en el resultado fiscal ahora para congelar los haberes en los bajísimos valores actuales. En caso de una recuperación o baja de la inflación en el próximo año, podría ahorrarle casi un punto completo.
Las señales más inquietantes, sin embargo, provienen al mirar el estado de la economía real. La crisis de la industria supera en su profundidad a la de los años de Mauricio Macri, cuando Argentina fue literalmente el país del mundo que más se desindustrializó. Los indicadores tempranos de la actividad –tanto en la industria manufacturera como en la construcción– sólo tienen parangón con la pandemia, con la totalidad de los sectores en retroceso en la medición interanual y caídas de alrededor de 15 puntos en el acumulado en la recaudación de los impuestos –IVA y cheque– ligados a la actividad económica. Los empleos registrados en el sector privado cayeron en más de 100 mil y el desempleo comienza a ser un factor relevante. Este es un punto central para Milei: la inflación está percibida como un problema heredado; el desempleo, de responsabilidad absoluta de esta gestión. En lo externo, tanto los futuros de trigo como de soja amenazan una baja en los precios de nuestros principales productos de exportación.
La baja de la inflación se sostuvo con ayudines fiscales (el impuesto PAIS), tarifarios (postergación de los aumentos) y cambiarios (el llamado dólar blend, por el cual el 20% de las exportaciones de soja no se pagan en el mercado oficial sino en el paralelo, al valor del Contado con Liquidación, un diferencial que se mantiene desde tiempos de Sergio Massa). Aún así, la brecha entre el oficial y los financieros, en el momento de mayor liquidación de la cosecha, ronda el 40%. La caída de acciones y bonos argentinos en la ronda del lunes en EE.UU., durante el feriado argentino, puede ser una señal de las dudas de los mercados sobre la sostenibilidad del modelo.
El contrapunto con las autoridades del FMI es significativo. El reporte de la octava revisión del Board del Fondo contiene elogios previsibles al compromiso del Gobierno con el ajuste, así como al balance comercial, y una corrección a la baja de las previsiones inflacionarias. Sin embargo, las autoridades del Fondo ajustaron al alza la previsión de contracción económica para 2024 (de 2,75% anual al 3,5%) y un empeoramiento de los términos del intercambio, que esperan que se compense con la siempre dudosa entrada de capitales. En cuanto a la inflación, calculan que el 4% de mayo sea un límite en la caída, al menos, hasta el final del año. El Fondo también insiste con la necesidad de tener tasas de interés reales positivas, algo que Caputo señaló como un camino para los próximos meses pero que se contradice con lo sucedido en los anteriores.
El punto de conflicto más fuerte, con todo, aparece en la política monetaria. En lo que podría ser una remake de lo sucedido durante el gobierno de Macri, la mirada ortodoxa del FMI vuelve a chocar con la experiencia del ministro de Economía. El reporte del Board habla de un compromiso de las autoridades con la eliminación del esquema 80-20 de liquidación de exportaciones (por el cuál el 80% del valor se paga en el mercado oficial y el 20% en el financiero) al final de junio. Hace exactamente una semana, la cuenta de Twitter del ministro prometió la continuidad del esquema. Fue, naturalmente, antes del comunicado del Fondo. Sin embargo, ayer, el secretario de Finanzas, Pablo Quirno, publicó aquel tuit de Caputo para responderle a un economista sobre el final del blend. Algún malpensado podría pensar que Toto está desafiando, otra vez, al FMI, como lo hizo durante el gobierno de Macri.
La discusión es relevante. Para la ortodoxia del Fondo, los dólares que se liquidan en el Contado con Liquidación no engordan las reservas del Banco Central. Para Caputo, el 20% que se liquida en el mercado financiero son la oferta que garantiza mantener la brecha con el oficial más o menos controlada. Sin dólares frescos para salir del cepo, el asunto no tiene solución. Esos fondos son los que le había prometido Caputo a Milei y todavía no aparecieron.
Tal vez por eso, el economista Fausto Spotorno –parte del consejo de asesores del presidente– planteó que el programa de Caputo es de transición y luego “viene otro más mileísta”. Ante la pregunta del periodista, sobre si ambos programas eran con el mismo ministro, Spotorno sugirió que no y que Milei tenía en su equipo “a otro economista de fuste como Federico Sturzenegger”. A última hora del lunes corrieron versiones sobre el alejamiento de Caputo que, ante la consulta de #OffTheRecord, el Gobierno resumió con un fácilmente entendible “ni en pedo”.
Otra cuestión relevante es el impuesto PAIS, un tributo distorsivo, basado en las restricciones al movimiento de divisas y que vence a fin de año. Previo a la aprobación de la Ley Bases, Caputo prometió bajar la alícuota que se aplica a importaciones al 7,5% desde el 17,5% al que él mismo había aumentado en diciembre. El impuesto ya es uno de los más relevantes en la recaudación gubernamental y eliminarlo significaría una caída de un punto del producto en recaudación. Las modificaciones al paquete fiscal aprobadas por el Senado hacen más difícil compensar la pérdida de recaudación por el levantamiento de este impuesto, indispensable para la salida del cepo.
Si Diputados no insiste con ganancias, el Gobierno nacional perderá cerca de 0,2% de recaudación –además del alivio para las provincias– . En cuanto a la reforma de Bienes Personales, cuyo efecto por sí sólo sería un costo neto para el fisco de cerca de medio punto del producto al año, el Gobierno la ve como una herramienta para alcanzar el éxito del blanqueo y moratoria, y atraer con sus múltiples beneficios a los muchos millonarios con bienes y/o residencia fiscal en el exterior. Los beneficios serían por una sóla vez. Las rebajas, en cambio, quedarían firmes. Un estímulo para los más ricos, que sacrificarían el largo plazo en el altar del corto, pero que en los próximos meses podría engordar la caja. El Fondo, los Diputados, los exportadores de soja. El Gobierno logró, contra todo pronóstico, construir en estos meses una casa para refugiarse. No está claro si, como en el cuento de los tres chanchitos, los pilares son lo suficientemente robustos como para que no sea derribada por el primero al que se le ocurra soplar demasiado fuerte.
No es el oficialismo el único espacio donde hay disconformidades cruzadas. Además de Lucila Crexell, otro los señalados luego de la votación de la ley en el Senado fue el entrerriano Edgardo Kueider. El voto del Turco escaló en la agenda del peronismo gracias a un retuit de Cristina Kirchner que recordó una vieja interna entre La Cámpora y dirigentes, en ese momento, de enorme cercanía con Alberto Fernández, como Gustavo Bordet. El señalamiento data de la elección de 2019 cuando el peronismo no logró el ingreso de Stefanía Cora al Senado nacional por menos de mil votos. En aquel momento, el kirchnerismo señaló a Bordet por dos motivos. El primero, haber relegado a Cora y elegido a Kueider para encabezar la lista. El segundo, el número con el cual perdió la lista oficial: 1.046 votos. El kirchnerismo acusó a Bordet de entregar esa elección para perjudicar a La Cámpora. El tiempo es un gran ordenador, como dice el peronista libertario Daniel Scioli: con Cora en el Senado, la ley no salía. No termina ahí: el peronismo de Entre Ríos cree que Kueider será la herramienta de Rogelio Frigerio para dividir a la oposición el año que viene.
Sin embargo, no todas son pálidas para el peronismo. Si bien en la superficie el justicialismo transmite una sensación de acefalía, hay un diagnóstico compartido en todas las tribus y es que es un espacio que no solo no podría ganar un ballotage sino que, luego de la experiencia del Frente de Todos, le sería muy complejo alcanzar el 45%, aún con la unidad conseguida en la campaña de Massa. Este diagnóstico lo comparte, incluso, Cristina Kirchner. Comienza a gestarse, entonces, un objetivo coalicional con un programa acordado previamente. Si bien la línea de llegada es 2027 –y en el camino puede haber infinidad de estímulos que modifiquen el rumbo– nadie quiere privarse ni de la herramienta electoral ni del marco de acuerdos programáticos. Axel Kicillof dio las primeras señales en sus encuentros con Ignacio Torres y Maximiliano Pullaro, y quien viene zurciendo vínculos con actores de espacios intra y extra justicialistas es el riojano Ricardo Quintela que ya tuvo encuentros con al menos un referente nacional del radicalismo y otro del PRO antilibertario.
Fuente: Cenital por Iván Schargrodsky