¿Se asiste al fin de la supremacía de EE.UU.?
El vaticinio de que el país anglosajón se derrumbaría no es nuevo. Se viene escuchando desde hace décadas, sobre todo de boca de adversarios que confundían sus predicciones con deseos.Con ocasión de la Gran Depresión, allá por el año '30, la prédica comunista insistía con que el hundimiento del capitalismo coincidiría con el de su nación representativa: Estados Unidos.La historia se conoce: no sólo los norteamericanos salieron de la brutal depresión sino que ganaron la Segunda Guerra Mundial, y desde entonces se consolidaron como potencia mundial.Durante la Guerra Fría el país del norte compitió con la Unión Soviética por la preponderancia mundial. Era una puja entre dos sistemas económicos, uno capitalista y otro comunista.También entonces desde el propio Occidente -un diagnóstico común entre los intelectuales de izquierda- se auguraba una ruina pronta de Estados Unidos y la inauguración de un milenio comunista global.Otra predicción fallida: la caída del Muro de Berlín, en 1989, hizo añicos los sueños del paraíso marxista. La implosión de la Unión Soviética no sólo acabó con el mundo bipolar: supuso un triunfo norteamericano."El fin de la historia" como le llamó Fukuyama a este período no sólo remitía a un "mundo feliz" capitalista, sino a un indiscutible hegemonismo norteamericano.Desde el país del norte todas las voces confirmaban su misión imperial en el mundo. Un momento que coincidió con el predominio de los sectores neoconservadores norteamericanos.Sin contendientes de peso que lo estorbaran, y a la vez inspirado en una concepción mesiánica de la política, Estados Unidos se lanzó a exportar la democracia a través de la fuerza.Los rápidos éxitos militares en Afganistán y la invasión a Irak alimentaron el optimismo de una nación que se arrogaba el control del "nuevo orden mundial", y que se justificaba ante la nueva amenaza: el terrorismo.Pero la historia tiene razones que Fukuyama desconoce. Ocurrió lo inesperado: resulta que el país que dictaba su credo al mundo, y ejercía el papel de gendarme internacional, estaba en realidad fingiendo buena salud.La quiebra de Lehman Brothers, el 11 de septiembre de 2008, desnudó el cáncer que venía minando a la economía más grande del mundo. Desde entonces la debilidad norteamericana está a la vista de todos.Una crisis económica interna que sacudió las bases del capitalismo global y que hizo temblar la arquitectura del poder mundial. Con la economía a punto de caer en una segunda recesión, en Estados Unidos ha vuelto el debate sobre los programas del New Deal y su eficacia en el pasado ante la depresión del '30.El presidente Barack Obama pretende reeditar un mega plan de obras públicas para reanimar la alicaída economía, y para mitigar el alto desempleo, en medio de la acerba crítica republicana.Encima el país va camino a elecciones de mitad de mandato y los sondeos hablan de una severa derrota de los demócratas. En tanto, la vuelta de las tropas norteamericanas de Irak es leída como una derrota política y militar.Es decir, debilidad económica acompañada de fragilidad militar. A todo esto, la riqueza ha virado en estos últimos años al Asia, donde la comunista China, motor de la economía mundial, parece darle gobernabilidad a la globalización, muy lejos de los dictados de Washington.El poder de Estados Unidos luce deshilachado, al punto que algunos ya hablan de que su decadencia es irreversible. Pero las predicciones, como enseña la propia historia norteamericana, suelen ser engañosas.
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