Se reaviva la discusión energética por la escasez
El dato objetivo es que cada vez que aumenta el consumo por un pico de estacionalidad, falta energía. Es lo que ocurre a partir del frío intenso de estos días.Los cortes de gas a las industrias y la falta de GNC en el interior han vuelto a reinstalar el debate sobre el modelo energético argentino. El gobierno, se sabe, minimiza todo. La escasez es pasajera, alega.Lo que no puede explicar satisfactoriamente es la recurrencia del fenómeno. A menos que haya que aceptar como algo natural que no hay energía para todos cuando hay mucho calor o frío.Aparte de los inconvenientes en la prestación del servicio -sobre todo de gas a las industrias- lo llamativo es lo que gasta el Estado en este frente. Sea tanto para importar energía, como para mantener las tarifas internas subsidiadas.Quienes son críticos al modelo energético en curso coinciden en una cosa: la pérdida de autoabastecimiento por la dramática caída de la producción propia, ligada a la falta de inversión en el sector.Efecto de esta situación es que el país debe gastar ingentes divisas para comprar energía afuera. "Somos importadores crecientes de gas natural, electricidad, gasoil y naftas, la explotación prácticamente no existe", diagnosticó el ex subsecretario de Energía, Gustavo Callejas.Si es cierto que las reservas de hidrocarburos han disminuido significativamente (porque se dejó de explorar) y la pérdida del abastecimiento es un hecho, la pregunta es, ¿por qué se llegó a esta situación?Es aquí donde la postura de los críticos al actual modelo empieza a bifurcarse. Desde una visión afín al mercado, están los que dicen que en Argentina se vive el espejismo de la energía barata.¿Qué significa eso? Pues que el Estado ha fijado precios para el sector artificialmente bajos, para crear una situación de bienestar en la población.El problema, dicen, es que esta política tarifaria genera desaliento para los productores, que no encuentra atractivo para invertir y por tanto dejan de producir.De hecho, con estos precios no sólo no podrían invertir sino ni siquiera proveer de energía. Por eso el Estado, a cambio de mantener las tarifas deprimidas, los subsidia fuertemente.Por lógica, dicen estos críticos, la provisión de energía barata (y subsidiada) ceba el consumo, generando un desequilibrio entre la demanda y la oferta local, que hace que el Estado tenga que pagar otra cuenta: la importación.Quien ha expuesto estos argumentos, por ejemplo, ha sido Daniel Montamat, para quien la Argentina vive en materia energética una ficción parecida a la de la convertibilidad cambiaria en los '90.Pero según su parecer, la des-inversión, los millonarios subsidios ahora impagables, la importación creciente, y un fenomenal atraso tarifario, han creado una nueva bomba de tiempo. Según su vaticinio, "se aproxima el fin de la convertibilidad energética".Del otro lado ideológico, están los que creen que en realidad la crisis actual es producto de haber abandonado la idea de considerar al petróleo como una cuestión de Estado.Es la opinión, por caso, de Gustavo Callejas, para quien "desde julio de 1989 se cambió radicalmente el modelo y fuimos al sistema de mercado", y ahí está la causa de la desgracia.Si el país quiere volver al autoabastecimiento necesita recursos. Para lo cual, escribió, el camino no es aumentar tarifas ni impuestos (algo "imposible de aceptar para la gran mayoría de la población"), sino recuperar la renta petrolera, "hoy en manos de multinacionales extranjeras tales como Repsol, PAE, Total, etc., que oscila en los 6 mil o 7 mil millones de dólares anuales".
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