Se vive más, pero la vejez inquieta
La expectativa de vida (o esperanza de vida al nacer) ha crecido notablemente en el último siglo. Aunque también el natural proceso de envejecer, con su declinación inevitable, plantea dilemas como la eutanasia.En 1945 las personas vivían en promedio hasta los 45 años. En la actualidad han agregado 35 años más de vida, gracias a los adelantos proporcionados por la medicina.La tendencia es a la prolongación aún mayor del tiempo biológico. En efecto, un reciente estudio del escenario epidemiológico global indica que en el período que va de 1990 a 2013, la esperanza de vida creció 6 años más.Eso revela un trabajo coordinado por el Instituto para la Medición y Evaluación de la Salud de la Universidad Washington, y en el que intervinieron más de 700 investigadores.En el período estudiado, los argentinos sumamos más de 3 años de vida: para los hombres, pasó de 69 años a 72,3 y para las mujeres, de 76,61 a 79,6. Aunque hay diferencia entre los países, los científicos destacan que en el balance general la salud global ha mejorado."Se vive más, gracias en parte a la reducción de las tasas de mortalidad por enfermedades cardiovasculares en los países con ingresos altos y al descenso de muertes infantiles en los países con ingresos bajos, pero las desigualdades siguen siendo las mismas entre las regiones", afirman los autores del informe.Estos datos confirman las proyecciones demográficas que muestran un aumento del índice de envejecimiento. Para 2050, por caso, se prevé que habrá más ancianos que niños menores de 15 años.Algunos especialistas hablan de la "revolución del envejecimiento", dando a entender que se está ante un fenómeno inédito de la humanidad. Algo que plantea el interrogante de cómo será la sociedad que se está gestando, y en concreto el rol que cumplirán las personas mayores.A decir verdad, mientras la duración media de la vida humana aumenta cada año, crece la conciencia global sobre la angustia moral y las penalidades físicas que sufren las personas mayores.Al parece la vida se desvaloriza a medida que se alarga. Ya que al desgaste y las incomodidades de la vejez, viene a añadirse en muchos casos el ostracismo moral.No es casual, por lo demás, que el tema de la eutanasia esté cada vez más presente en la opinión pública. Con esa palabra se designa la doctrina según la cual está permitido abreviar la vida de un enfermo con el fin de ahorrarle los sufrimientos de la agonía o de una enfermedad incurable.La cuestión es ardua porque además tiene implicaciones éticas y religiosas. La Iglesia Católica, por caso, siempre ha dicho que no se puede interrumpir ningún proceso normal de la vida, porque eso es matar (de ahí que condene tanto la eutanasia como el aborto).Hace poco el Papa Francisco reiteró el concepto señalando que "la falta de salud o una minusvalía no son una buena razón para excluir, y aún menos para eliminar a una persona".No piensa lo mismo Ezequiel Emanuel, de 57 años y director del Departamento de Bioética Clínica, del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos, quien ha anunciado hace poco la decisión de ponerle fin a su vida a los 75 años.Al justificar su determinación razonó en una carta: "Trabajaste duro cuando joven, hiciste una carrera profesional y tuviste una familia. A mí me parece una buena vida. Entonces, ¿por qué correr el riesgo de terminar senil, babeando, siendo una responsabilidad para los demás?".
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