Seguir pensando a la sociedad de consumo
Las disecciones al consumismo y a la sociedad que le corresponde fueron habituales en las décadas del '60-'70. El tema sigue dominando el análisis, aunque bajo otros presupuestos teóricos. Hubo una época de efervescencia revolucionaria en que la sociedad de consumo era vista como una cosa maldita. En los escritos de autores como Herber Marcuse, por ejemplo, latía un instinto de rectificación, de alternativa, cuando no un latigazo de utopía.Lector y autor se sentían cómplices: comprender los mecanismos psico-sociales del sistema, equivalía a aprender a conocer al enemigo común: el capitalismo maduro.Hoy, caído el Muro de Berlín, y con él el sueño de la "sociedad sin clases", ya es difícil compartir aquel instinto. Es más: muchos revolucionarios de ayer, que sólo veían en el consumo masivo una fase perversa de la alienación, hoy predican un neo-desarrollismo capitalista.Complacencia y cinismo aparte, conviene aceptar el hecho de que, efectivamente, el grueso de la población mundial adhiere a la "sociedad de consumidores".Si hay un modelo universal dominante es éste que ha parido el polémico industrialismo capitalista. La historia es impredecible y siempre depara sorpresas.Allá por los '70, no entraba dentro de los planes de Marcuse, ni de los teóricos occidentales de la izquierda revolucionaria, que la China comunista de Mao Tse Tung, por caso, se convirtiera en factoría capitalista y en paraíso consumista, como lo es hoy.El sociólogo de moda Zygmunt Bauman -él mismo un ex miembro del partido comunista polaco- admite el triunfo antropológico del "homo consumens". Según él, el 'pienso, luego existo' de Descartes, se ha transformado en 'compro, luego existo'.La esencia del hombre es el deseo, nos vienen advirtiendo varios filósofos. Y el capitalismo, con su capacidad tremenda de producir objetos para consumir, está montado sobre esta tendencia.¿Cuál es el tenor de la crisis que sacude al mundo rico actualmente? Los europeos, sobre todo, sufren porque su capacidad como consumidores se ha restringido.La sensación de privación de bienes es lo que los moviliza; no el afán por desbancar el sistema y sustituirlo por otra cosa, como quiso la generación de los '70.Les duele el bolsillo, hablando en criollo. Hace poco, Guillermo Olivetto, especialista en tendencias sociales y de consumo, concluyó que el triunfo en las urnas de Cristina Kirchner no tiene misterio.Es el triunfo, dijo, del ciudadano-consumidor. En la última década la economía recreó un círculo virtuoso que halagó esa condición. Dicho círculo responde a estos elementos: "Si hay empleo, hay salario. Si hay salario, hay consumo. Si hay consumo se puede pensar en una vida un poco menos signada por la angustia de la falta y con algo más de espacio para el disfrute y el proyecto", analizó Olivetto.De hecho hace poco, la propia presidenta habló de que lo que hay en Argentina es un modelo de consumo. "Me dicen que es algo impresionante lo que está comprando la gente, el consumo está que vuela", se entusiasmó horas atrás.El consumidor llenando su carrito, una figura despreciable para la izquierda contestataria que veía en ella la última alienación del capitalismo, se ha convertido hoy en categoría humana deseable por la política del Estado.Consumir es reformar la vitalidad, mientras que la escasez nos quita interés en vivir. Consumir, por tanto, aparece como un camino hacia la vida. Compro, luego existo.La afirmación 'consumo es vida' es la apoteosis del mercado, que parece decirnos: a cada uno lo suyo, y todos a consumir.
ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
ACCEDÉ A ÉSTE Y A TODOS LOS CONTENIDOS EXCLUSIVOSSuscribite y empezá a disfrutar de todos los beneficios
Este contenido no está abierto a comentarios