Ser precavidos en estas fiestas
Cierto frenesí se apodera de todos nosotros con ocasión de las fiestas de fin de año. Un desarreglo general, seguido de la toma innecesaria de riesgos, suele traducirse en accidentes que dejan muertos y lesionados.La locura automovilística preside en muchos casos las calles y las rutas. Se sabe: la mayoría de los accidentes se deben a la imprudencia de los conductores.El descontrol al volante -esta manía de desafiar estúpidamente a la muerte-, parece potenciarse en un tiempo festivo y vacacional, y cuando las carreteras están atestadas de vehículos.Querer llegar más deprisa que los demás, pretender ganar algunos minutos en la ruta, o la vana satisfacción de superar al vehículo que tenemos adelante.Nada de eso justifica el riesgo que se corre: la muerte, ya sea la propia o la de otros. Ni hablar del absurdo de conducir alcoholizado, lo que nos convierte directamente en enajenados al volante.El uso del cinturón y el casco, respetar la velocidad máxima y la no ingesta de alcohol, son los aspectos que hacen a la seguridad en la ruta. No se entiende, a veces, que respetar los códigos en estos temas entraña salvar vidas, la nuestra y la de los demás.La norma no está ahí para torturarnos, como aguafiestas que inventaron algunos para hacernos infelices. Lamentablemente, los argentinos tenemos el concepto de que aceptar los códigos sociales es para los tontos. El que triunfa, el que le va bien, es aquel que busca el "atajo" de la norma, el que puede conseguir las cosas por izquierda.Hay un hilo conductor, una conexión íntima, entre los accidentes en ruta, cuyo ranking el país lidera, y la violación sistemática de la ley en otros ámbitos, por ejemplo en los asuntos públicos.¿No hay aquí una falta de cultura, de educación? La conducta individual, en realidad, es expresión en gran medida de las pautas de pensamiento y conducta del grupo social en el que se vive.Las fiestas de fin de año, además, parecen ser ocasión para el exceso consumista o el descontrol. La Navidad, por caso, ha perdido su sentido religioso fuerte y ha pasado a convertirse, en muchos casos, en un evento gastronómico.El uso irresponsable de la pirotecnia, por otro lado, trae aparejados severos problemas de salud.Otra vez la toma innecesaria de riesgos: el entretenimiento con estos artefactos peligrosos puede costar severas quemaduras, problemas irreversibles del oído, lesiones y heridas en cara, manos, dedos y ojos.Los médicos aseguran que cuando los adultos no supervisan la manipulación de la pirotecnia, el riesgo de lesiones en los chicos se multiplica diez veces.El 50% de los lesionados por pirotecnia son chicos. Además, según las estadísticas, del total de los pacientes atendidos en las guardias en Nochebuena y fin de año, la mitad son chicos y adolescentes.Por esta razón, numerosos municipios de distintos puntos del país se han sumado a la campaña de "pirotecnia cero", una movida tendiente a desterrar el uso de cohetería que afecta a bebés como y a adultos mayores por igual.Por otro lado, los fuegos artificiales provocan consecuencias perjudiciales para el medio ambiente, desde ruidos y contaminación a alteración del comportamiento de los animales e incendios forestales.Las fiestas y las vacaciones son momentos importantes en nuestras vidas. La corrupción del sentido del riesgo a veces arruina estos eventos, incluso fatalmente.
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