Sobre la abundancia y la paradoja de elegir
El nivel de vida de hoy es superior a todo el pasado. La economía ha ensanchado enormemente el repertorio para elegir. Pero la libertad en este plano se ha vuelto problemática.Los márgenes de la libertad se ensanchan cuando hay más opciones para elegir. Inversamente, se retrae cuando el repertorio a la hora de escoger se achica.La civilización técnica ha hecho posible que las posibilidades y poderes del hombre medio sean notablemente mayores a cualquier pretérito. Nunca tanta gente ha tenido tantos bienes de consumo a disposición, y con posibilidades reales de adquirirlos.Los estudiosos de la historia coinciden en afirmar que el entorno de abundancia del hombre contemporáneo supera largamente cualquier otro estadio de la evolución humana.Para el hombre de vida media que habita las urbes, las posibilidades de gozar han aumentado de una manera fantástica. Y todo aumento del nivel de vida es un aumento de la libertad.La lucha contra la escasez y la penuria material ha sido un motor de la historia. Y de hecho, cada conquista a favor del bienestar, el hombre la ha experimentado como una emancipación.En definitiva como una conquista de su libertad frente a la necesidad. Sin embargo, aun en un mundo sobrado de posibilidades, en una existencia materialmente elevada, no deja de latir la incurable insatisfacción humana.Hay psicólogos que llaman la atención sobre la perplejidad que ocasiona el tener que elegir entre mil objetos utilitarios y de diversión. Como si contar con más posibilidades para optar aumentase el malestar individual.Esa es la inquietante tesis de Barry Schwartz, el autor de "¿Por qué más es menos?", donde este profesor de psicología de Swarthmore College postula que la explosión de opciones está haciendo infelices a los hombres.Schwartz llama a este fenómeno psico-social la "paradoja de la elección". Según cree, hay más esfuerzo en la toma de decisiones -por esto o por lo otro- y menos en el disfrute de las mismas.Las opciones del sistema de consumo abruman. Dónde ir de vacaciones, qué cámara digital comprar, qué vestido elegir, qué comer en el restaurante, en qué lugar comer, y así en todo.Lo mismo en el plano de la vida. Por ejemplo, en el pasado, cuando las expectativas eran más restringidas, esta pregunta no existía para los jóvenes: ¿me debo casar ahora o más adelante, tener hijos ahora o más tarde?Ni hablar de las opciones variopintas cuando tienen que decidir, terminada la secundaria, que profesión o carrera elegir. El punto es que enfrentarnos a muchas posibilidades nos estresa cualquiera sea la decisión que tomemos.¿Y esto por qué? Entre otras razones porque tener muchas opciones nos deja pensando en todas las oportunidades que perdimos. Según Schwartz, cada vez que tomamos una decisión construimos un futuro, pero a la vez destruimos miles que podrían haber ocurrido.Al elegir, pensamos que esa preferencia particular puede incrementar nuestro bienestar. Pero siempre existe la duda de que en realidad podía haber otra oportunidad mejor.Por otro lado, cualquier elección que se haga cierra a su vez otras puertas que uno querría mantener abiertas. Es decir, hay una pérdida de oportunidades asociada a cada decisión.Por eso toda toma de decisión genera tanta presión e insatisfacción en las personas. Es llamativo, en suma, que el extensísimo repertorio para elegir, en lugar de aumentar las cotas de plenitud, alimenten el malestar psicológico.¿Cómo explicar este atolladero a que nos conduce la elección? ¿No será que lo paradójico reside menos en la facultad de elegir que en el hombre mismo?
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