Sociedades líquidas y patologías depresivas
¿Qué imagen del hombre contemporáneo se hacen las ciencias? Pues la de un ser que se refugia en sí mismo ante un mundo social que ha perdido consistencia, y al cual la incertidumbre empuja a la depresión.Las ciencias del hombre fraguadas en la modernidad -hijas por tanto de la Ilustración- no sólo surgieron para dar una explicación racional al fenómeno humano.Dado que venían a suplantar a la religión como respuesta al drama existencial del hombre, portaban una promesa mesiánica: curarlo de sus males, del dolor y del sufrimiento.La pretensión de la sociología, más o menos encubierta, era arreglar la sociedad para redimir al hombre. El marxismo, así, vio en la alienación económica -efecto de la propiedad privada- el dilema central de la humanidad.Es más, creyó ver que la historia iba, en una marcha ineluctable, a su propia redención. El hombre nuevo socialista, des-alienado, sería el producto de la evolución económica.Sabemos, finalmente, que las sociedades evolucionaron no según las predicciones marxistas. Y hoy nos hallamos en una tendencia inversa: el regreso al individualismo más craso.Sobre dicha tendencia ha especulado un ex militante del Partido Comunista, y hoy sociólogo de moda, Zygmunt Bauman, cuya lectura nos pinta a alguien que se lamenta del rumbo que han tomado las sociedades.Bauman creó el concepto de "modernidad líquida" en contraposición a la "modernidad sólida", donde se mantenía la ilusión de que los problemas tenían solución y que serían inmutables.Desaparecida la solidez, se impone lo líquido como metáfora de lo inasible, lo incierto, lo indeterminado. En medio de la implosión de lo social, de la estructura externa que formateaba al individuo, los hombres han quedado librados a su propia suerte, diagnostica Bauman.En su opinión, este retorno al sujeto, como reacción a un mundo inseguro y hostil, crea la falsa ilusión de creer que se pueden buscar soluciones individuales a problemas de origen social.Pero la imprevisibilidad enferma. Eso parece decirnos otra de las ciencias del hombre, la psicología científica, que nació con la utopía de solucionar el drama individual."Vivimos en la era de la depresión", reza el encabezado de la nota de Luis Homstein (aparecida en Clarín), un renombrado psicoanalista argentino para quien con el siglo XXI ha llegado la "sociedad depresiva"."La depresión, como mal del siglo, es producto del estrés, del hastío y de la falta de ideales de la sociedad contemporánea", sostiene al describir la cara oscura de la intimidad contemporánea.La afirmación es confirmada por la Organización Mundial de la Salud (OMS): "Se espera que los trastornos depresivos, en la actualidad responsables de la cuarta causa de muerte y discapacidad a escala mundial, ocupen el segundo lugar, después de las cardiopatías, en 2010".Al sondear la etiología de este mal, Homstein observa que el "desequilibrio neuroquímico" sigue siendo una causa plausible. Pero advierte también que no es el único factor."Las depresiones son algo más que un trastorno en la química cerebral. Resultan de una alteración de la autoestima en el contexto de los vínculos y los logros actuales (...) Ilustran la relación estrecha entre la intersubjetividad, la historia infantil, la realidad, lo corporal y los valores".Como se ve, es dable reconocer tanto en Bauman como en Homstein, uno desde la sociología y otro desde el psicoanálisis, una mirada convergente acerca de la situación existencial del hombre contemporáneo.En las sociedades líquidas tiene lugar un tipo de patología individual depresiva. Así se presenta el siglo.
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