Soñar a lo grande con un corazón sencillo

Hace poco escuché que alguien decía que vivimos en un tiempo con "crisis de alegría". A veces vemos gente con cara larga, como cargando una pena grande; viviendo con cierto sabor amargo. Monseñor Jorge Eduardo Lozano Es cierto que hay preocupaciones objetivas a nivel familiar o social. Pero no menos cierto es que hay lugares en los cuales impera un pesimismo crónico que hasta da un poco de vergüenza decir que uno está bien y se llega a disimular la sonrisa.Una de las causas de la insatisfacción ante la vida está relacionada con el consumismo. Pensar que una marca de ropa o celular va a plenificarte es riesgoso. Porque te promete ilusiones que no puede cumplir. Y no sólo no te colma, sino que te va vaciando.Acerca de personas con alegría nos decía Francisco: "puedo decir que los gozos más bellos y espontáneos que he visto en mis años de vida son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse. También recuerdo la genuina alegría de aquellos que, aun en medio de grandes compromisos profesionales, han sabido conservar un corazón creyente, desprendido y sencillo". (EG 7)Además, el deseo consumista nos va aislando de los demás llevándonos a actitudes egoístas e insolidarias: "si yo estoy bien, todo está bien", y a la inversa, "si yo estoy mal, todo está mal". Una especie de ombliguismo feroz y extremo que nos repliega y encapsula. ¿Sin darnos cuenta?Levantemos la cabeza, miremos alrededor nuestro. ¿Podemos reconocer gente que anda con un rumbo en la vida, que sabe lo que busca? ¿Y constatamos que hay otros que no? ¿Que andan a la deriva?Cuando tenemos rumbo tenemos horizonte, un lugar al cual dirigir nuestros pasos. Y no hablo de lugares geográficos, sino antropológicos y existenciales. Metas que nos proponemos a nivel personal, familiar, comunitario. Pongo algunos ejemplos.A nivel personal puede ser terminar una carrera, conseguir mejor trabajo, superar alguna enemistad o ese vicio con el que hace rato venimos peleando. En lo familiar tal vez nos proponemos mudarnos, tener un hijo, pintar la casa, salir de vacaciones, mejorar el diálogo. A nivel comunitario podemos proponernos pintar la capilla, construir un salón para el barrio, conseguir instalación de cloacas y agua corriente, mejorar la calidad de vida, etc.Cuando tenemos metas, sabemos para qué son los esfuerzos realizados. Y aunque surjan dificultades o desalientos, sabemos cuál es el objetivo y podemos continuar.Cuando no hay metas claras los esfuerzos son dispersos y en direcciones distintas, y terminan llevando al desánimo y al escepticismo. Vida en plenitudAdemás de estas metas de corto o mediano plazo, podemos mirar más lejos todavía, y pensar en la vida en plenitud. Todo lo que nos proponemos busca hacernos alcanzar la felicidad. Anhelamos justicia, paz, libertad, y a lo grande; nuestros deseos no se conforman con poco.Tenemos en nuestro espíritu anhelos de plenitud. Así nos creó Dios. Puso en nuestro corazón su aliento de vida.Tener metas a largo plazo nos ayuda a que hasta los pasos más cortos estén bien orientados. Desear "a lo grande" nos hace disfrutar mejor hasta de los gustos más pequeños.Hoy, 2 de febrero, se conmemora el momento en que la Virgen y San José llevaron al niño Jesús al templo para ofrecerlo al Señor. El anciano Simeón y la profetisa Ana dicen cosas maravillosas acerca del niño. Dan testimonio del origen y la misión de Jesús, diciendo que es "luz para iluminar a las naciones" (Lc 2, 32).Esta fiesta también se llama "Virgen de la Candelaria", y se la representa a la Madre de Dios con el niño en un brazo y una vela encendida en la otra mano, mostrando que María nos trae a Jesús, la luz que quiere iluminar nuestra vida. Obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social
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