A lo largo de este año se continuó remarcando sobre la importancia de formar conductas desde la niñez para evitar la obesidad. Por Dr. Abel Lemiñ
[email protected] "NOTA DESTACADA 2009" Cuando las estadísticas marcan que casi un tercio de la población infantil en nuestro país tiene problema de exceso de peso, nos está diciendo que estamos equivocados como sociedad en cuanto a dos aspectos claves, estamos alimentando mal a los hijos y no les estamos fomentando la actividad física, y eso es responsabilidad nuestra, de los adultos, que nos dejamos llevar por las modas, las publicidades, el facilismo y la locura del vivir actual.Los invito a comparar la niñez en la década del sesenta y la actual, y luego veremos cual es el parámetro más adecuado según los conocimientos actuales de la ciencia dedicada a la salud.En aquellos lejanos sesenta, el desayuno era infaltable, por lo general constaba de un tazón de leche, tostadas, con mermelada o miel. Hoy, a muchos chicos no le agrada la leche, toman un té o se comen un alfajor y listo.Las dos comidas principales, o sea almuerzo y cena, eran comidas elaboradas en casa, en una mesa compartida por la familia, y las frutas eran por lo general el postre más frecuente, con mandarinas, bananas, manzanas, peras y duraznos. También era común un buen flan casero o un budín de pan hecho por mamá o la abuela.Hoy muchas de las comidas se elaboran "por teléfono", es decir, que el delivery es parte de la mesa familiar, y los chicos suelen preferir milanesas, papas fritas, encima los adultos pedimos lo más rápido que salga, y la realidad es que poco o nada de verduras son presentadas y aceptadas por los chicos y la fruta suele estar ausente en la dieta cotidiana, reemplazada por algún alfajor o postrecito comprado.A la tarde, religiosamente a tomar la leche, con lo que los chicos teníamos garantizada nuestra cuota láctea diaria. Hoy, una golosina, una gaseosa, y ya está la merienda.Básicamente, entendiendo las diferencias vividas por cada familia, estas son las características disímiles de los hábitos alimenticios de niños de dos generaciones distintas, separadas por casi cincuenta años.En cuanto al otro parámetro, el de la actividad física, ésta era espontánea, se corría, se jugaba a la mancha, a la escondida, a la rayuela, las chicas saltaban la soga y hacían malabares con el elástico, mientras los varones jugábamos a la pelota, al hoyo pelota, o jugábamos carreras inventadas, con el sólo estímulo del grito "el último cola de perro".El viento y sol eran amigos de nuestros cachetes, y las rodillas raspadas por las caídas lógicas nos enseñaban que podíamos levantarnos y seguir, que un raspón era una circunstancia y nada más.Hoy los chicos, juegan en los ciber, en casa con la computadora o la play station, y pasan horas frente a los televisores. El viento y el sol están allá afuera, esperando infructuosamente por ellos, y los baldíos, potreros y canchitas, ya no tiene piernas de niños haciendo goles, ya que hoy los goles se hacen con las manos, no como el de Maradona, sino con el teclado de la PC o el jostick de la play. Hoy no hay rayones en las rodillas, ni abrazos para gritar un gol. Hay excepciones, que son los chicos que van al club a realizar algún deporte, y eso es bueno, pero son pocos.Desde el punto de vista del conocimiento actual y relacionándolo con la obesidad, los hábitos alimentarios de antes, salvo algunos abusos carnívoros, se aproximaban más a las recomendaciones nutricionales actuales. En cuanto a la actividad física, sin duda había un movimiento natural inducido por el juego, por lo que sin tener conocimientos médicos, la sociedad tenía a sus chicos activos, corriendo y saltando. El sedentarismo era una rareza, hoy es una tendencia mayoritaria.Pasó medio siglo, la medicina avanzó y sin embargo en los hábitos cotidianos fuimos en sentido contrario, nos alejamos de la comida natural y nos aferramos al sedentarismo derivado del confort.Tal vez este juego de paralelismo escueto de costumbres de niños de distintas generaciones sirva para reflexionar. En lo personal, más allá de lo estrictamente científico, me regocijo recordando mi niñez, aquella de cara al viento, goles en el potrero, chicas jugando a la mancha, época de sopa, mandarinas y escondidas. Pienso que no debemos dudar en estimular a nuestros hijos a parecernos un poco a aquellos locos bajitos que hoy peinan canas, como yo.