Táctica gramsciana para perpetuarse
Aparentemente los intelectuales kirchneristas, hijos de la llamada izquierda nacional, le han aconsejado al líder el control autocrático de la opinión pública, siguiendo los consejos de Antonio Gramsci.En el marco de una concepción conspirativa de la historia -propia de los totalitarismos- no hace mucho los miembros de Carta Abierta, dieron una pista:"En una iglesia de Liniers, en los palacios vaticanos, en los palcos ruralistas y en los grandes medios se agitan hilos que provienen del mismo ovillo". Ahí estarían los personajes siniestros, enemigos del gobierno.¿Por qué la gente votó en contra hace poco? En el planeta K la respuesta es simple: porque ese bloque de la "Nueva Derecha", a través de los medios privados, operó en la conciencia de los votantes.Ergo: para tener chances en 2011, urge controlar el entramado mediático, y a partir de allí producir un "sentido común" progresista en la sociedad.Es decir, la estrategia es la misma que aconsejó en su momento Antonio Gramsci, el líder del Partido Comunista italiano, durante la primera parte del siglo XX: la construcción de la "hegemonía" cultural.Anticipándose a su tiempo, Gramsci advirtió que en política la "dirección" intelectual o moral y el consenso tienen prioridad sobre el dominio o dictadura.Así, su originalidad dentro del marxismo consistió en sobrevalorar la cultura -o los fenómenos superestructurales- como terreno ideal para la penetración revolucionaria en Occidente.Gramsci no apuntó a los medios de producción (como aconsejaba Carlos Marx), ni a la toma violenta de la "sociedad política" o Estado (como proponía Lenin), sino a los medios de comunicación o educación, que operan en la "sociedad civil".¿Cuándo hay crisis de autoridad?, se pregunta el italiano. Y contesta: cuando hay un distanciamiento entre la sociedad y la sociedad política. Al perder prestigio e influencia, los dirigentes -valga la redundancia- no pueden dirigir, sino sólo dominar.Es decir, se produce un desequilibrio a favor de la sociedad política (o Estado), que debe apelar al aparato coercitivo o a la fuerza, lo cual resulta demostrativo de la pérdida de consenso.Ahora bien, ¿no es ésta la situación del kirchnerismo, cuyo poder no cosecha simpatías populares? Gramsci hablaba de que un régimen político se asienta ante todo en el "sentido común", que condensa los valores y creencias de la mayoría social.Allí radica la verdadera "hegemonía" de una clase dirigente: en la adhesión ideológica de los dirigidos. El problema, según el diagnóstico K, es que en Argentina el sentido común es hoy de "derecha". Lo ha reconocido hace poco la intelectual Beatriz Sarlo: "En realidad el kirchnerismo nunca fue hegemónico en un sentido gramsciano, porque no tiene los medios intelectuales para construir una hegemonía cultural".¿Y cuáles son esos medios intelectuales para producir un sentido común K? La respuesta la da el mismo Gramsci: la clave es el control de los medios de comunicación, de fuerte gravitación cultural.La hegemonía se ejerce mediante la penetración en la sociedad civil de todo un sistema de valores, actitudes y creencias, que contribuyen a mantener el dominio del grupo de poder.De ahí la trascendencia que asumen los medios de comunicación. Sin ellos el dominio político a la larga se vuelve estéril y desgastador. Para Gramsci, este dominio sólo logra eficacia cuando los gobernados piensan igual que los gobernantes.Obviamente, esto supone un modelo de sociedad disciplinada, homogeneizada, sin voces discordantes. El italiano no creía en la sociedad pluralista. El kirchnerismo tampoco.
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