Tenemos más cosas, pero también más tensión
En términos generales las condiciones de vida materiales de todos nosotros han mejorado respecto de nuestros antepasados, cuya vida era más dura. Sin embargo, vivimos más tensionados y agobiados.Supuestamente la tecnología ha venido a simplificar las cosas. Los artefactos fueron creados, en teoría, para hacernos la vida más llevadera. Sin embargo, hay razones para suponer que el efecto es el contrario.Los expertos han acuñado el término "tecnoestrés", un término que describe la adicción psicológica que puede producir el uso continuado de la tecnología.Problemas de sueño, dolores de cabeza, ansiedad y angustia son trastornos frecuentes a la salud vinculados a la demanda creciente de la vida virtual. Esto es producto de estar conectados a toda hora, siempre disponibles y dominados por una compulsión a chequear continuamente el mail y las redes sociales.El doctor Daniel López Rossetti es autor del libro "Estrés. Epidemia del Siglo XXI". Allí sostiene: "El estrés no es sólo responsable de numerosas afecciones, entre ellas las cardiovasculares, digestivas, neurológicas, etc., sino que en etapa temprana disminuye nuestra calidad de vida y eficiencia individual. Más aún, la felicidad misma es incompatible con el estrés"Los seres humanos, ante un cuadro de peligro o una situación hostil, reaccionan defendiéndose. Lo que hoy se detecta es que, por diversas razones, la capacidad de soportar determinadas situaciones es mucho menor y entonces el estrés se dispara.Todo tiene que ver con el ritmo de vida. "Hoy el nivel de agresión es muy alto. La velocidad con que se hace todo también. El cerebro no descansa nunca. De allí el síndrome del burnout, o el cerebro quemado", declaró a la prensa Rossetti, que es presidente de la Sociedad Argentina de Medicina del EstrésSegún el especialista, el estrés afecta a todos: "Es la relación entre cargas y resistencias, y eso ocurre en cualquier edad. Cada vez se ven más chicos estresados porque están sobrecargados de tareas, o porque viven en familias en los que sus miembros están estresados".Dado que el estrés es el resultado de una determinada relación que mantenemos con el ambiente que nos rodea, la manera de evaluar el entorno influye en cómo nos sentimos. En este sentido, el estrés es muy subjetivo.Aunque hay estadísticas que indica que las mujeres padecen más la situación. Y esto obedecería a que ellas deben lidiar con múltiples obligaciones laborales, en la casa con sus hijos. Por eso muchas tienen infartos, arritmias, accidentes cardiovasculares, angina de pecho, hipertensión arterial.Como sea, el fenómeno instala una paradoja: ésta es una generación que vive mejor que sus padres, en el sentido de que dispone de cosas que ellos nunca pudieron tener. Frente a este hecho, la extensión del estrés -en tanto indicador de infelicidad- es algo disonante.Algo no cierra: nuestras actuales victorias materiales en todos los campos -no se puede negar que objetivamente el confort, incluso más allá de las diferencias sociales, es la nota distintiva de nuestra época- coexiste con altos niveles de tensión y agobio que afecta a las personas. Una civilización pletórica de medios, de hecho, coexiste con un cuadro que dista de situarse en el bienestar psicológico.¿Acaso el progreso material, la abundancia de objetos, no ha cubierto las viejas carencias que atormentaban a generaciones pretéritas? ¿Será que no alcanza con tener más para sentirse bien? ¿Cuál es el origen de tanto desasosiego e insatisfacción?En definitiva, ¿qué es vivir mejor?
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