¿Tiene sentido seguir cerrándose?
El episodio de los olores de Botnia introduce un nuevo reto a la lucha de Gualeguaychú. Inesperadamente, si se quiere, la comunidad ya no tiene que probar la legitimidad de su reclamo.o
Sin embargo, la dinámica de los hechos coloca a la Asamblea Ambiental ante una disyuntiva: aprovecha la ocasión para reposicionarse creativamente, o la malogra insistiendo con los mismos métodos.
El nuevo escenario, creemos, invita a abrirse, a ser permeables y flexibles a estrategias superadoras. En suma, a estar dispuestos a rever los medios en función del fin.
Desde esta columna hemos venido cuestionado la peligrosa identificación del corte de ruta con la causa de Gualeguaychú, como si el único objeto de esta comunidad fuese el bloqueo caminero.
Que el corte se haya elevado a categoría de fin colectivo supone un trastocamiento inadmisible, un rabajamiento de las pretensiones de esta comunidad.
Antes de que se sintieran los olores de Botnia, era fácil percibir que la persistencia de ese método –más de dos años- había terminado por contaminar la propia causa.
La medida producía división interna y una sensación palpable de aislamiento de la ciudad ante la opinión pública. Esto fue pasto para que algunas usinas atacaran a Gualeguaychú, directamente, con la excusa del corte.
A ese juego se prestaron livianamente otros, que desde un lugar institucional estaban urgidos por restablecer el derecho de circulación conculcado. Finalmente, unos y otros, aunque movidos por intereses distintos, actuaron en bloque.
Providencialmente, el olor de Botnia le dio a Gualeguaychú la razón en lo esencial: esa planta contamina. Así, el episodio desbarató la estrategia mediática de instalar la idea de que los habitantes de esta ciudad son rebeldes sin causa.
Sin embargo, el nuevo escenario de ninguna manera le da carta libre al corte de ruta. Quien cree que sí, sigue pensando como antes: que hay una sinonimia entre esa medida y el deseo colectivo de no ser contaminados por la pastera.
Modestamente, creemos que esta es una lectura equivocada de las nuevas circunstancias. Más bien al contrario: este es el momento indicado para que Gualeguaychú, ahora menos atacada en su causa, acometa la encerrona a la que la condena el corte.
Ahora no existe el temor de que saliendo de la ruta se cede en la causa, como creían algunos antes del lunes pasado. Los olores de Botnia, que básicamente han cohesionado la sociedad local y han represtigiado a la Asamblea Ambiental, dan un margen de maniobra para explorar otras vías de protesta.
Gualeguaychú, más confiada en sí misma y sin complejos ante quienes ponen en entredicho su causa, debe recuperar la libertad frente a los medios. Debe abandonar esa imagen de ciudad a la defensiva, que se aferra al corte como tabla de salvación.
Pero los primeros síntomas no son alentadores. Percibimos la misma intransigencia de siempre en algunos asambleístas. Por ejemplo en la respuesta que le han dado al gobernador Urribarri, que por este diario ha manifestado su intención de dialogar.
Nosotros desde aquí hemos sido muy críticos con la conducta del gobernador, pero no vemos por qué cerrarle de entrada la puerta que él pretende abrir. ¿A qué viene tanto empecinamiento?.
Pareciera que alguna gente dentro de la Asamblea no está dispuesta a modificar su punto de vista. ¿Habrá caído, en definitiva, en el pensamiento único?.
Valen a propósito lo dicho por Friedrich Von Schiller (filósofo alemán): "No me avergüenzo de cambiar de opinión porque no me avergüenzo de pensar".
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