Transición: No hay tregua posible cuando dos peronistas están luchando por el poder
En vigilia espera el oficialismo que la Presidenta retome todas sus actividades. Las señales hasta ahora no han alcanzado para dar algunas certezas de cómo será la transición y los nombres propios que tendrá. Jorge Barroetaveña En el medio está pendiente aún el resultado electoral y cómo reaccionará el gobierno ante él. Todo depende de Cristina. Como antes. Como siempre.La ausencia de un liderazgo que reemplace al de la Presidenta es un vacío imposible de llenar para las huestes oficialistas. Entre las distintas variantes de kirchnerismo, nadie todavía ha podido ungirse en el pedestal de mando, para timonear los días de ausencia presidencial.La situación del Partido Justicialista a nivel nacional es todo un símbolo: aunque parezca mentira está cerca de desaparecer y si no regulariza su situación podría perder la personería jurídica y verse impedido de presentarse en las próximas elecciones.¿Es el mismo partido que fundó Perón? Sí, es el mismo, claro que lejos de la importancia que el viejo líder le asignaba y sometido hoy a los caprichos de los jefes de turno. El PJ es, más que nunca, un sello de goma, sin contenido ni proyecto serio.Claro que esto no es fruto del destino o de la culpa de Magnetto. El kirchnerismo fue rascando la lata, bien al fondo, hasta que no quedó nada. Cristina, en este aspecto, es distinta a su marido. Néstor utilizó también el partido y el sello cuando le convino, pero nunca lo condenó a la nada.Es más, parecía gozar con las roscas partidarias y cuando lo necesitó, después del fracaso de la transversalidad, lo sacó del ropero sin dudarlo. Hoy, sin una estrategia definida, todos esperan que vuelva la Presidenta para ver hacia dónde rumbean. Los únicos ciertos son los tironeos en la Provincia de Buenos Aires, en la que Scioli puso un marcha su propio operativo 'clamor' para ser ungido presidente y así evitar la ascensión de las ambiciones de Espinoza, desde La Matanza.El campo de batalla electoral se mezcla con la gestión. Uno de los desafíos más complejos que deberá enfrentar el kirchnerismo es operar su sucesión sin afectar la gestión. Y una cosa va de la mano con la otra. Tendrá que tener pericia para no hacer un enchastre y, simultáneamente, responder a las razones de la derrota electoral del domingo 27 de octubre.En lo más profundo todos saben que, sin gestión, o con una transición complicada, a cualquiera que lleve el sello presidencial se le volverá cuesta arriba ganar en el 2015. Por eso las decisiones que se tomen en la Casa Rosada (o desde Olivos ahora por cuestiones médicas) serán como el bisturí de un cirujano.Tendrán que cortar sin causar daños colaterales, y sin generar un estado deliberativo que dificulte la gestión. A esta altura sería estúpido negar que el gabinete pide a gritos nuevos aires. Que la administración necesita un shock de confianza para encarar las deudas económicas y hay funcionarios que ya no se lo pueden dar.¿Es necesario seguir bancando los modos del Secretario de Comercio Moreno? ¿Tiene sentido enojar a la gente negando que haya inflación o llamando por teléfono a los que hablan en público para 'sugerirles' que no lo sigan haciendo? Massa se cansó durante la campaña de pegar en esa matadura y vaya si le dio resultados. ¿Para qué se lo siguen sirviendo en bandeja? A veces la lógica del suicidio político es la que parece imperar en el núcleo duro del kirchnerismo. Con ella no sólo se arrastrarán a sí mismos sino a todo lo que toquen. Candidato del riñónLos caminos pergeñados por Carlos Zanini, el hombre que más escucha la Presidenta después de su hijo Máximo, conducen a un candidato del riñón. Ahí crecen las posibilidades de Sergio Urribarri o de Jorge Capitanich, aunque ambos han patentado respuestas diferentes ante el mismo estímulo.Capitanich avisó que no estaría dispuesto a dejar Chaco para bajar a Buenos Aires y, con el gabinete como plataforma, construir su candidatura presidencial. El entrerriano en cambio, no anduvo con vueltas: "lo que diga la Presidenta es palabra santa". Esta parte del tablero no contempla a Scioli, una pieza que no podrán obviar en el armado del 2015. ¿Se tragarán el sapo de apoyarlo o le plantarán bandera en una interna? ¿Se jugará la Presidenta a imponer su voluntad, a todo o nada?El clima huele a demora. Es probable que el kirchnerismo intente extender lo más posible las definiciones importantes, para evitar el debilitamiento lógico de los últimos tramos de mandato. Es un equilibrio delicado, porque no se sabe dónde está la línea que separa la fortaleza que queda de la debilidad que llega. Encima, el fantasma de la transición tiene nombre y apellido y se corporizó en Buenos Aires: Sergio Massa. Y no debe haber nada peor que un peronista peleando por el poder.El intendente de Tigre mostró las uñas y volvió a sacudir a Scioli. Se reunirá este fin de semana en Mar del Plata con su gente y promete presentar más intendentes del Conurbano que decidieron pegar el salto. Es que la garrocha se ha vuelto el elemento preferido por estos días del aparato bonaerense y los caciques que lo comandan. Atrincherado con sus leales desde la legislatura, mandó otro mensaje contundente: no le darán a Scioli la autorización para tomar deuda por 14 mil millones de pesos para el 2014. "No le podemos dar el visto bueno para que se gaste esa plata en su campaña presidencial", espoleó un legislador massista. La batalla promete ser todo terreno. Siempre es así cuando dos peronistas luchan por el poder. Y no habrá tregua.
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