Tras Japón se acentuó el dilema energético global
La calamidad sufrida en el país asiático ha puesto en el banquillo de los acusados a la energía nuclear. El debate, en realidad, toca un dilema de fondo de la actual civilización.Una manera de abordar el problema es enfocarse en las limitaciones de la oferta energética. Al respecto, existen desde hace tiempo pronósticos sombríos sobre el stock de recursos no renovables, como los hidrocarburos.A ello se suma el alerta por lo altamente contaminante de una matriz energética actual asentada en el petróleo, que está en la base del calentamiento global del planeta.En este contexto, eran bienvenidas otras tecnologías alternativas. Antes de lo ocurrido en Japón, con la rotura del reactor de Fukushima Daiichi, la energía nuclear aparecía como una variante aceptada por la comunidad internacional.En efecto, más allá de las objeciones de las organizaciones ambientalistas, se veía que la construcción de las plantas no era costosa, evitaban ensuciar el medio ambiente, impedían el calentamiento global, rompían la dependencia histórica y la electricidad era segura y sin emisiones.Hoy esta creencia se ha derrumbado tras la crisis atómica en el país asiático, desatada por un terremoto de proporciones. La contaminación por radiación ha causado verdadero pánico mundial.Gobernantes y políticos acusaron el golpe. Innumerables planes de inauguración de nuevas plantas nucleares, en especial en Europa, fueron clausuradas, mientras el miedo atómico gana predicamento en la opinión pública.A la incertidumbre económica y política que domina el planeta -ejemplo de lo cual es la crisis financiera que todavía afecta al mundo rico y el malestar popular que reina en Medio Oriente- se le suma la incertidumbre energética.El ensayista argentino Daniel Muchnik se plantea que mientras la generación de energía atraviesa estos dilemas, "la producción general, que requiere de energía barata y en gran cantidad, debe continuar, las economías no pueden detenerse, las grandes ciudades y los pequeños poblados deben estar iluminados".Es decir, la otra cara del problema está en el consumo. La actual civilización, con su dinámica de expansión, asociada a mayores contingentes humanos que pretenden mejor estándar de vida, se basa en un elevado y creciente consumo de energía.En sólo 40 años la provisión energética global se ha duplicada para abastecer a una demanda imparable. Según estimaciones de la British Petroleum (BP, Energy Outlook: 2030), entre 1970 y 2010 el consumo de energía primaria del mundo se duplicó.Paralelamente, las proyecciones de BP para los próximos 20 años dan cuenta de una nueva duplicación del consumo en un período más corto que el de la duplicación anterior.Como se ve, ampliar la oferta para abastecer semejante consumo forma parte del dilema de una civilización que hoy debe lidiar con formas de generación de energías cada vez más caras y riesgosas.La demanda supera las posibilidades de la actual matriz energética. Todos confían en que el desarrollo tecnológico dará una respuesta, haciendo que la humanidad se olvide de los hidrocarburos, que algún día se acabarán.Lo que hoy se ve es que no hay una energía sustitutiva que no tenga contradicciones. La energía solar o eólica, por dar un ejemplo, aunque son limpias son costosas.Los biocombustibles tienen una contracara: se utiliza la agricultura para mover motores, produciendo un encarecimiento de los alimentos para la población mundial. Además la agricultura industrial está asociada al uso intensivo de los agroquímicos.En tanto que la energía nuclear, después de Japón, empieza a ser vista con malos ojos.
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