Turismo rural: otra forma de labrar la tierra
El turismo puede convertirse en la palanca para el desarrollo territorial. Ser un motor económico alternativo a la práctica tradicional de cultivar el suelo y de criar animales.El sector en Argentina es un producto que existe, que la gente reconoce y que se encuentra en desarrollo. Si bien no está maduro todavía, todo indica que seguirá creciendo.Eso piensa Ernesto Barrera, uno de los diseñadores de la Ruta de la Yerba Mate, y coordinador del Área de Turismo Rural de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA).En un artículo reciente, publicado en la Revista del Consejo Profesional de Ingenieros Agrónomos -'Agropost' N°122-, el académico resaltó el concepto de "multifuncionalidad".En su opinión, ése es el criterio que debería presidir las decisiones de políticas agrarias que se tomen para un país como Argentina. "Desde esta perspectiva, el suelo, a través del trabajo agrario, es sostén de la producción alimentaria, pero también es paisaje, cultura y tradiciones", indicó.La clave pasa por articular la actividad productiva tradicional del campo con los productos turísticos que ofrezca la identidad territorial. Es decir, no se trata de hacer una cosa a costa de la otra.La multifuncionalidad del suelo da cabida al desarrollo simultáneo de la producción de cereales, carne y leche -frutos genuinos del campo- con una rica oferta turística del mundo rural.Los turistas citadinos, argentinos y extranjeros, se arriman a ese mundo porque allí les ofrecen bienes que cada vez son más escasos en las ciudades: tranquilidad, naturaleza, alimentos sanos y tradiciones.El turismo rural abarca muchas modalidades: agroturismo, turismo de estancias, ecoturismo, granjas educativas, agroindustrias rurales, caza, pesca, artesanías rurales y fiestas rurales, turismo indígena, turismo en pueblos, rutas alimentarias, turismo salud, turismo de los inmigrantes, turismo religioso, entre otras.Gualeguaychú y su zona de influencia tienen, en este sentido, una potencialidad enorme para el desarrollo económico del territorio. Aquí late una oferta atractiva en la que se combinan las tradiciones gauchas y las costumbres de los inmigrantes.El turismo rural es una manera creativa de responder al éxodo rural, vinculado al proceso de concentración de la tierra. Según datos del Censo Nacional Agropecuario, en cuatro décadas la cantidad de explotaciones agropecuarias cayó a la mitad (en 1969 había 538.430 unidades y en 2008 se contabilizaron 276.581).El turismo rural, según Barrera, puede ser a la vez una estrategia de desarrollo rural, de agregación de valor a la producción, de diversificación laboral de la mujer y de los jóvenes rurales, y una estrategia de valorización de la cultura rural.Esto se puede hacer utilizando los mismos insumos que se requieren para producir alimentos: paisaje, mano de obra rural, animales y equipos de trabajo, además del hogar de una familia de campo.La actividad "beneficia tanto a una gran estancia como a un pequeño productor o a una comunidad indígena que hayan conservado sus culturas y tradiciones. No importa si el clima es seco o lluvioso, si el suelo es yermo o fértil. En casa rincón del país hay una posibilidad para este negocio", destaca el académico.Y añade: "No se trata de convertir a los agricultores en jardineros, ni de abandonar producciones tradicionales, sino de brindarle a nuestra gente la posibilidad de desarrollarse allí donde nacieron y quiere quedarse".El turismo rural, en suma, es una manera de labrar la tierra de una forma diferente.
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