UNA SEÑAL DEL CLIMA POLÍTICO QUE SE AVECINA
Un bochorno, el preludio de un verano caliente en el Congreso
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La caótica sesión de jura en Diputados volvió a exponer la degradación del debate público y el uso político de la confrontación. Entre gestos impropios, discursos desbordados y tensiones calculadas, el oficialismo y la oposición encontraron en el escándalo un escenario funcional, mientras Entre Ríos tuvo un rol decisivo en el nuevo equilibrio de fuerzas del Congreso.
Lo que se hace en política nunca es inocuo. Para bien o para mal, siempre tiene una intención y se vuelve funcional para los actores. Lo que pasó el miércoles en el Congreso de la Nación con la jura de los nuevos 127 diputados merece una reflexión. ¿Nos merecemos como sociedad semejante espectáculo? Lo que vimos, ¿no refleja acaso nuestra decadencia moral?
Las juras de los legisladores se han convertido desde hace tiempo en un espectáculo triste y vergonzoso. Un acto institucional de importancia, que marca la llegada de los nuevos representantes del pueblo a la casa de todos, la de las leyes, ha devenido en una puesta en escena penosa, llena de gritos, improperios y gestos de mala educación. Eso sin contar la deformación de la tradicional ceremonia, jurando por el gato y el perro, como si todo fuera válido y tuviera el mismo significado.
¿Se lo imaginan a Belgrano jurando lealtad a la bandera, haciendo semejante espectáculo? ¿O a San Martín arengando a sus granaderos tomándose los testículos? Es mucho pedir claro, Belgrano o San Martín fueron únicos e irrepetibles y nadie duda del amor por su tierra.
Nos conformamos con poco, apenas que no conviertan la ceremonia de jura en un espectáculo que está más cerca del circo que otra cosa. Los gritos destemplados de Lilia Lemoine, la remerita de Juan Grabois o el comentario desubicado del legislador Gerardo Cipolini sobre tres diputadas, micrófono abierto de por medio, forman parte del combo.
Los parlamentos en sí pidiendo la libertad de Cristina (muchos legisladores lo hicieron), la expulsión de Trump de América Latina o la extinción de Israel se volvieron folklóricos comparados con los demás. La presencia del presidente Javier Milei y su hermana sirvieron para exacerbar aún más los ánimos. No hay antecedentes desde el ’83 a esta parte que un mandatario haya presenciado la jura de los diputados o senadores.
Desde la política, a veces lo que sucede no está planeado. Pero lo que pasó hace unos días en el Congreso huele distinto. Ese escenario de confrontación entre el oficialismo y el kirchnerismo les viene bien a los dos. Es funcional a la estrategia de seguir ocupando el centro de la escena. Para la LLA es como anillo al dedo. ¿Vieron que el kirchnerismo sigue vivito y coleando? ¿Vieron que Cristina sigue en dominio de la situación con los pedidos reiterados por aclamación para su libertad? Grabois y compañía se encargaron de hacer bien los deberes. Taparon todo lo que pasó en la ceremonia y se pusieron al frente de la fila. Promesa que lo que se viene será así o ampliado.
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En esa dinámica de confrontación, donde los dos bandos se van retroalimentando, la grieta se profundiza a costo del desprestigio de las instituciones. ¿Qué le hace una mancha más al tigre no?
Cristina, desde su prisión domiciliaria, sigue llevando la batuta y marcándole la cancha a Kicillof, enfrascado esta semana en sacar la autorización de endeudamiento de la legislatura bonaerense. Aliados y no aliados, lo hicieron parir para conseguir la autorización, clave para los dos años que le quedan de gobierno, además de vitales para conservar sus deseos de candidatura presidencial.
En este contexto, lo que pasó en Diputados responde a esa lógica de convivencia entre los dos bandos, ahora con influencias diferentes. ¿Por qué? Fue Entre Ríos la que, a través del diputado Francisco Morchio, le dio al oficialismo una herramienta clave: con su pase convirtió a la LLA en primera minoría.
Morchio, con la decisión de Frigerio atrás, abrió la puerta para las reformas de fondo que el Gobierno quiere impulsar el año que viene y que empezarán a tratarse en extraordinarias este mismo mes. El mandatario entrerriano fue coherente con lo que ha hecho en estos dos años. Volvió a tragar saliva, se olvidó de las promesas incumplidas y redobló la apuesta. No es una locura lo que hizo porque en octubre la sociedad entrerriana le dio ese mandato.
En términos políticos, Frigerio todavía espera que Milei, en algún momento, reconozca estos apoyos. Desde la práctica con fondos para obras y reclamos varios que van desde la coparticipación, los ATN o Salto Grande. La lista es larga, pero espera ansioso.
Se viene un verano caliente en el Congreso como no ha habido desde hace años. Con el impulso electoral a cuestas, la Casa Rosada tiene la oportunidad inmejorable de conseguir las reformas de fondo que busca y necesita. Si lo consigue, habrá terminado con un mito que dice que lo que un Gobierno no hace en sus dos primeros años, difícilmente lo consiga en la segunda mitad.
Milei está haciendo política, algo que era mala palabra para él. Resta ver hasta dónde está dispuesto a llegar para conseguir sus objetivos y la dosis de pragmatismo que les imprime a sus actos. Es una cara que no le conocemos y lo vuelve más inexplicable para sus competidores.

