Un libro que muerde…la realidad
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Palabras conciliadoras de la Presidenta, impensables hace dos semanas, alientan a renovar esperanzas. Una de dos: Interpretó el mensaje del Papa o leyó el libro que éste le obsequió.Mario Alarcón MuñizEl domingo pasado, en esta columna, abríamos ciertas expectativas -en todo caso deseos- acerca del entendimiento entre nosotros, luego de la luz encendida por la elección del papa Francisco, la conmoción que la misma produjo en nuestro país y el mensaje conciliador del nuevo jefe de la Iglesia. El transcurso de los días y la torrencial información, nos permitieron conocer que Francisco ya se manifestaba y mostraba de igual manera en sus tiempos de cardenal Bergoglio. Pocos se enteraban. A muchos no les interesaba. El gobierno le cerraba las puertas. Y él insistía, aseguran quienes desde entonces lo conocen. Pero ahora es papa. Es decir, el argentino más encumbrado. La situación ha cambiado.Prioridad, entendernosEl gesto que anhelábamos hace una semana, se produjo el viernes. En sendos discursos pronunciados en Castelar y en la Casa Rosada, ambos relacionados con el 37° aniversario que hoy se cumple, del atropello más feroz de la historia, la Presidenta instó al diálogo y el entendimiento, a "no vivir con odio los 40 millones de argentinos", a "amar al prójimo" y a "reconocer y aceptar al otro en su diversidad". Acotó que "lo maravilloso es reconocerse en las diferencias, porque Dios nos hizo a su imagen y semejanza, pero todos diferentes, para que podamos tener la opción de elegir qué queremos ser"."No podemos tener la soberbia de pensar que nunca nos equivocamos", manifestó, para añadir luego otra expresión largamente esperada, de reconocimiento a todos los argentinos que sufrimos la dictadura, unos más, otros menos: "Recordar y repudiar el golpe no es patrimonio de ningún sector político", afirmó. Aplausos. Es lo que sostenemos desde que se recuperó la democracia. Y más de una vez lo hemos dejado escrito, inclusive en este diario.Apenas un libro¿Ha cambiado de opinión y de actitudes el gobierno en los últimos diez días, tras la designación del papa Francisco? Es posible. Al menos ese cambio se advierte en las palabras de la Presidenta y en la posición de varios de sus allegados. Y es bueno que eso ocurra. Favorece el diálogo y el consenso nacional acerca de asuntos fundamentales. Lo demás -exteriorizaciones, poses, palabrerío, estridencias- no interesa. Vale el fondo de la cuestión.Los vientos comenzaron a virar en el encuentro del Papa con la Presidenta, el lunes pasado. Hablaron mucho, se supone. El sumo pontífice le obsequió a Cristina un libro, pidiéndole que lo leyera detenidamente. La mayoría de los observadores no le otorgó mayor importancia. Un libro. Buena encuadernación, se veía por tv. Pero ¿qué libro?El volumen de 280 páginas titula su capítulo central "La vida de nuestros pueblos hoy" y contiene los estudios y conclusiones de la V Conferencia Episcopal Latinoamericana realizada en Aparecida (Brasil) en mayo de 2007, presidida por Bergoglio.Se trata, según la propia definición del trabajo, de "una mirada sobre la realidad de nuestros pueblos latinoamericanos, marcada por grandes cambios que afectan sus vidas"."La historia se ha acelerado", comenta a propósito de una globalización que "pretende imponer una cultura homogeneizada" y cuestiona que "nuestras culturas tradicionales ya no se transmiten de una generación a otra".Frente a la imposibilidad de contener ese proceso global tan fuerte, propone "una globalización diferente, marcada por la solidaridad y la justicia".Corrupción, drogas y naturalezaDemanda atender a las comunidades indígenas, advierte sobre el peligro que entraña la actividad de las industrias extractivas que con el pretexto del progreso explotan y empobrecen a los pueblos y enciende una señal de alerta: "Ya no se trata de explotación y opresión, sino de algo nuevo: la exclusión. Los excluidos no son solamente explotados, sino sobrantes y desechables."El documento condena la corrupción de círculos políticos y económicos, por lo general ligada al narcotráfico. Ambos flagelos constituyen uno de los más graves problemas de la sociedad contemporánea.Asimismo reclama atender la naturaleza, advirtiendo que "con frecuencia se subordina su preservación al desarrollo económico, produciéndose daños irreversibles a la biodiversidad". Señala la necesidad de cuidar nuestros acuíferos y la selva, ante la amenaza de recalentamiento global y cambio climático.Sin inequidad, con educaciónLa "pérdida del capital humano" en los campos, la violencia, la impunidad, las libertades afectadas -de manera primordial la libertad de expresión- y la situación de las comunidades indígenas, forman parte sustancial del documento.Propone "un orden social, económico y político, en el que no haya inequidad y donde haya posibilidades para todos", mediante "una auténtica convivencia humana que impida la prepotencia de algunos y facilite el diálogo constructivo para alcanzar los necesarios consensos sociales".Proclama "la opción preferencial por los pobres y excluidos", pero advierte que "las obras de misericordia deben estar acompañadas por la búsqueda de una verdadera justicia social que eleve el nivel de vida de cada ciudadano"."Los políticos deben crear las condiciones para el desarrollo económico de los países", sostiene, a fin de "superar las intolerables desigualdades sociales y económicas".Declara asimismo que "la educación es un bien público", en la actualidad afectado por su "baja calidad que deja a adolescentes y jóvenes por debajo de los niveles necesarios de competitividad".El libro se refiere también a otros temas, específicamente religiosos o de acción pastoral.Sólo hemos destacado aquellos de fuerte contenido político. Y porque hemos encontrado un libro que muerde...la realidad. Ojalá la Presidenta lo aprecie también así.
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