CAMINO A LAS ELECCIONES
Un resultado que puede cambiarlo todo: la cuestión es el día después
/https://eldiacdn.eleco.com.ar/media/2025/10/trump.png)
Entre el desconcierto electoral, la intervención de Estados Unidos y el blindaje financiero prometido, el Gobierno enfrenta su momento más crítico. Las formas que ayer lo impulsaron, hoy amenazan con volverse en su contra. Pero la gran pregunta es: ¿Qué va a pasar el 27 de octubre?
Hay un meme que circula con la imagen de Trump enarbolando un billete de 1.000 pesos argentino. Entre tantas cosas locas que nos pasan, esta parece superar todos los límites: que Estados Unidos intervenga a través de sus bancos para comprar pesos e inyectar dólares al mercado argentino es, o era en todo caso, ciencia ficción.
Pero la dinámica de la crisis vernácula se va retroalimentando hasta llegar a límites insospechados. El resultado electoral del 26 de octubre ya no lo maneja el Gobierno. Con el escándalo de Espert, la imposibilidad de reimprimir las boletas y las insoportables idas y vueltas de la campaña libertaria, sería un albur predecir lo que va a pasar. O no tanto, porque las chanches de derrota del oficialismo son concretas.
La mira está situada ahora en el día después de las elecciones y la respuesta que darán los mercados a una devaluación que daban por descontada hasta hace pocas horas. Poniéndose el traje de campaña, hasta hemos conseguido que Kristalina Georgieva, la mandamás del FMI, se inmiscuya en nuestros dislates. El mensaje fue doble. Por un lado, casi rogó que esta sea la última ayuda que tenga que recibir la Argentina y como corolario habló de “consenso político”. ¿Qué quiso decir en el lenguaje profundo de su organismo? Que, si nuestro país no avanza en reformas consensuadas, después de las elecciones, no habrá tata ni mama. Casi que soslayó el resultado electoral.
El problema más grave que afronta el Gobierno es, como les ha pasado a todos, su interpretación de la realidad. Las cosas que la sociedad podía tolerar a un Milei outsider de la política en 2023, dos años después, han cambiado. No sólo por la magnitud del ajuste y sus consecuencias, que buena parte de la sociedad avaló con su voto, también por las formas. El acto de campaña en el Movistar Arena fue una provocación. Esa misma provocación en campaña podía formar parte del folklore, hasta del cuestionamiento a la casta política. Hoy, gestión de por medio, tiene otro tono. Y el Gobierno no percibe ese cambio. Supone que algo que le dio resultado, tendrá hoy el mismo efecto y no es así. El detalle es que ahora están del otro lado del mostrador y se tienen que comer todas las piedras que les tiran. Son las reglas del juego.
El escándalo que envuelve a Espert no deja ver aún la magnitud del costo que pagarán y su traducción en las urnas. Está íntimamente relacionado al amateurismo que ha dominado la gestión política oficial, apenas con la excepción del imprescindible Guillermo Francos. El ABC de la política te avisa que un candidato, antes de serlo, debe pasar por algunos filtros. ¿Nadie sabía del pasado reciente de Espert? ¿Nadie se molestó en hacer, al menos, un par de preguntas obvias sobre sus campañas anteriores y el financiamiento de ellas?
Claro que las operaciones, antes de cada elección, son moneda corriente. No sólo en Argentina, en cualquier parte del mundo. El tema es la red de contención que cada candidato tiene a su alrededor y lo que hace para desactivarlas. Lo que pasa después de las urnas poco importa. Lo importante es el efecto que se logra antes. Subestimar al peronismo es un pecado que se paga muy caro.
Argentina ya tenía un swap, pero con China. Ahora tenemos uno con Estados Unidos. Algo lógico para la visión geopolítica que el país del norte tiene en su enfrentamiento global con el otro gigante. Trump no puede darse el lujo de perder otro aliado en América del Sur, que ha coqueteado con los chinos en los últimos años.
Con la movida, Argentina queda blindada para los vencimientos de deuda hasta mediados del año que viene. Y el “haremos todo lo que sea necesario para ayudar a la Argentina ante los mercados”, de Scott Bessent, el capo del tesoro norteamericano, es otro paso en ese sentido. El “histórico” es un término que acuñamos fácil y se lo ponemos a lo que venga. Nos encanta la grandilocuencia y la gestualidad ampulosa, esa que está alejada del esfuerzo diario y cotidiano, que es el que vale al cabo.
El presidente Milei, y es algo meritorio, ha conseguido probablemente la ayuda más importante que Estados Unidos le haya dado a la Argentina. Es un paraguas protector que debería dejar al país a salvo de los vaivenes de los mercados y la desconfianza política que termina impactando en la economía. Es la profecía autocumplida. Todos los gobiernos tuvieron corridas cambiarias que terminaron en devaluación. Cuando ese mecanismo se activa no hay nada que lo pare.
A partir del lunes, pero sobre todo del 27 de octubre, sabremos la efectividad del escudo. Alguna vez El Príncipe dijo que antes que el amor era preferible el temor. Para la Argentina ya no hay recetas. Nosotros reescribimos la historia todos los días. No tenemos arreglo.