Una campaña llena de globos: los del PRO y los de Vicky Xipolitakis
El triunvirato que dirigirá la campaña del Frente para la Victoria ya se puso en marcha. Debutó formalmente en La Pampa donde la Presidenta explicó por primera vez, admitiendo su error, la polémica resolución 125. Jorge Barroetaveña A pocos metros, Scioli-Zanini apoyaban en silencio. Recargada, será la jefa de la campaña. En la oposición, no son pocos los que agradecen este gesto.Es que el protagonismo de la Presidenta en la campaña se llevará todas las miradas. Los encuestadores que afirman que su imagen creció en los últimos meses y conserva niveles altos de aceptación, admiten por igual que su nivel de rechazo también se mantiene estable. ¿Qué significa? Que su presencia polariza aún más la elección y amaga con partirla en dos, como no sucede de la década del '90 cuando el tándem De la Rúa-Álvarez le ganó a Duhalde-Ortega.La presencia de Carlos Zannini no tiene dobles lecturas. Es un garante de la pureza kirchnerista alrededor de un candidato que siempre estuvo sospechado. Por si fuera poco, la lapicera 'rosada' sembró de leales las listas de legisladores de todo el país, abrochando otro frente potencialmente conflictivo y convirtiendo al próximo congreso en el verdadero reducto del kirchnerismo puro y duro. El gobierno que sea deberá sentarse a negociar con los 'K' que actuarán bajo el mando supremo de la jefa. No hay otra alternativa y tampoco quieren que la haya.Es evidente que al gobernador bonaerense no le importa semejante cerco ni hipotecar las chances de su poder real si llega al gobierno. Su único objetivo y ambición es ser presidente, a esta altura de cualquier manera. O tiene una confianza ciega en su propia sabiduría o supone que una vez instalado le será más fácil domar al potro. O simplemente no es lo que muchos quisieron ver en todos estos años: un moderado con condiciones de diálogo. Bien podría asemejárselo a los partidos de fútbol: no importa cómo, si es colgándose del travesaño o yendo al frente, queda poco tiempo para el final, y Scioli siente que está cerca de alcanzar la gloria. Aunque el fútbol, y bien lo sabe, es un deporte que siempre tiene sorpresas.Pero el gobierno actúa, por influjo de su jefa, como si nada pasara a partir del 10 de diciembre. Toma decisiones para cubrir su retirada y busca evitar pagar los costos. La remoción de César Milani al frente del Ejército es otra muestra. Nadie quiere carga con el lastre de las denuncias que lo involucran, porque nadie quiere pagar ese costo político. No es lo mismo claro, un jefe del ejército dedicado a las tareas de inteligencia que un Vicepresidente de la Nación a punto de ser enjuiciado por querer quedarse con la máquina de hacer billetes. En el fondo son costos que nunca le importó pagar a la Presidenta, confiada en sus espaldas y en la cobertura de su propio aparato de poder.Sonó a ironía su reflexión sobre la 125 y, siete años después, el reconocimiento de un 'error de cálculo' sólo responsabilidad del ex ministro Martín Lousteau, hoy candidato a Jefe de Gobierno porteño. Sí sólo fue una equivocación flagrante en los números, recordemos que las retenciones móviles eran tan delirantes que llegaban a establecer, en el tope de la escala, un 100% de retenciones, es decir que el estado se quedaba con todo, ¿por qué tuvo que llegar el voto no positivo de Cobos para desactivar el conflicto cinco meses después de desatado? ¿Qué necesidad hubo de insistir sobre el error y no rectificar la equivocación dejando escalar la pelea con el campo a niveles insospechados poniendo en ascuas a toda la sociedad? Esa parte de la historia, la Presidenta no la explicó. Habrá que esperar la próxima cadena nacional para saberlo.En la oposición celebran a Cristina en campaña. Si la llegada de Zannini como comisario político de Scioli fueron la crema y el dulce de leche de la torta, la irrupción definitiva de la Presidenta bien podría ser la frutilla. Se ilusionan pues con que la elección se polarizará aún más, y será más fácil contrastar blanco sobre negro. Scioli disputaba, evalúan, un sector de electorado que acepta y comparte muchas políticas del gobierno, pero está cansado de sus modos destemplados. Es el mismo electorado que a Massa le permitió ganar en el 2013 la Provincia de Buenos Aires y ahora mira expectante hacia dónde dirigirá su voto.Claro que, por ahora, en este tramo de la campaña formal que recién se inicia, nadie quiere correr riesgos. Sólo Massa, que la viene remando desde atrás levanta la voz y enarbola el látigo, porque Macri siempre prefiere palabras más lavadas para definir su mundo. El golpe de haber perdido Santa Fe, más por errores propios que virtudes ajenas, el PRO aún no lo ha digerido. Una elección casi ganada se convirtió en derrota por los yerros del propio candidato y quizás, y acá empiezan los reproches, una política de alianzas equivocadas. El 4% que sacó el Frente Renovador en Santa Fe le hubiera alcanzado y sobrado al PRO para quedarse con la gobernación. Es la punta del iceberg de un error estratégico que podría pagarse caro. En Mendoza, presencia de Macri incluida, obtuvieron un pequeño bálsamo, sin perder de vista que el que ganó fue un radical puro, con el apoyo del 'cobismo' que siempre fue refractario a un acuerdo con el PRO.El gran desafío será el próximo fin de semana en la Ciudad de Buenos Aires y en Córdoba donde las expectativas opositoras perdieron viento, tanto que el propio Ernesto Sanz tuvo que viajar para darles un empujón a sus candidatos. Ahí también la movilización radical será clave para hacerle fuerza a los dos peronismos, el de De la Sota y el de Acastello.Pero la Ciudad sigue siendo la perla a la que se aferra el 'macrismo'. Con el desafío de evitar por primera vez la segunda vuelta, Rodríguez Larreta quiere darle a su jefe una victoria contundente que le de aire en la carrera nacional. Pasó airoso, aunque con magulladuras, el debate con sus principales rivales. Fue la primera tenida interesante en mucho tiempo: todos sacaron a relucir los cadáveres ajenos. Aunque el que más zafó fue Mariano Recalde, porque el escandalete de la pulposa Xipolitakis apareció justo unas horas después. En campaña todo sirve. Eso el kirchnerismo lo sabe mejor que nadie.
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