Una celebración con raigambre lugareña
La Navidad es una de esas fiestas que han estado presentes en la formación de la sociedad nativa, allá por la época colonial. Por entonces el pesebre y el árbol estaban impregnados de fuerte simbolismo cristiano. El "pesebre" o nacimiento del Niño Jesús, es una tradición introducida al Nuevo Mundo por los frailes, probablemente franciscanos, durante la colonización y evangelización ibérica a partir de los siglos XV y XVI.Los orígenes de esta costumbre de reproducir en imágenes el nacimiento de Jesús se remonta al siglo XIII por iniciativa de San Francisco de Asís. Esta devoción se extiende luego en Italia y en el mundo cristiano hasta nuestros días.En cada pueblo latinoamericano y en los territorios ocupados por España se reprodujeron las representaciones alegóricas del pesebre. Fueron incorporadas variantes de la escena del nacimiento, acompañadas de los tradicionales villancicos, melodías populares de carácter religioso.La creatividad y los recursos de cada comunidad le dieron a la celebración, que tenía un hondo contenido familiar, su característica propia. Algunos escritores han dejado testimonio de cómo eran las navidades lugareñas.Es el caso de José S. Álvarez, 'Fray Mocho' (1858-1903), quien refiere: "No eran por cierto fastuosas las fiestas con que, en mi infancia, ví en mi provincia natal (Entre Ríos) cómo celebraba el pueblo la Pascua de Navidad".Y agrega: "pero sí eran alegres y sentimentales y no quedaba rancho, por aislado y pobre que fuera que no se adornara aunque más no fuese que con yuyos verdes, donde las linternas venía a encender sus farolitos vistosos y no luciera, alumbrado por la luz titilante de los candiles, su pequeño Nacimiento formado sobre un cuero estaqueado, si no había mesa disponible".El armado de algunos pesebres, en esa época antigua, incluía la presencia de pequeños muñecos de madera o de barro vestidos a la usanza del país, con chiripá y poncho terciado sobre el hombro, según cuenta Silvia Razzetto de Broggi (nota aparecida en Cuadernos de Gualeguaychú N° 030).La historiadora local trae a colación un artículo de El Noticiero de Gualeguaychú, de diciembre de 1881, donde habla de que a falta de imágenes, el nacimiento podía presentar "una rama simulando un árbol con nidos de pajaritos, y cáscaras de huevos de avestruz, mates bordados, muñecas con cara de yeso y cualquier objeto que fuera motivo de admiración como por ejemplo, vidrios de colores, una taza de loza, un pañuelo de seda, las botas nuevas del dueño de casa, sus espuelas, su facón".Antes de finalizar el siglo XIX, la llamada "Nochebuena" solía esperarse en la iglesia, participando en la Misa de Gallo, después de lo cual se reunía la familia alrededor de una mesa provista de rica comida.Los chicos, en tanto, salían a jugar a la calle con cohetes, bombas y fuegos artificiales, adquiridos en la "Botica del Progreso". Finalmente se realizaban bailes de máscaras en la "Cancha Vieja". La costumbre de celebrar la Nochebuena con un baile continuó hasta mediados de los '50.Según Razzetto de Broggi, en las primeras décadas del siglo XX se tornó accesible construir pesebre en el hogar. Hasta entonces era privilegio de la Iglesia y de algunas familias armar y mostrar el nacimiento.Aparte del tradicional pesebre de la Catedral, que solía ser imponente, los vecinos concurrían al montado por ejemplo por Juan Molinari y su familia en las chacras de la zona suroeste.Otro copoblano que se hizo famoso por sus pesebres fue Eclio Giusto, cuya creatividad era reconocida por los vecinos. Aunque hoy las costumbres han cambiado, la Navidad sigue reuniendo a familias lugareñas, como en el pasado remoto.
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