Una pregunta clásica: ¿optimista o pesimista?
En el mundo psicológico se suele decir que las personas se dividen en dos grupos: los que ven el vaso medio lleno y los que lo ven medio vacío. Es decir los optimistas y los pesimistas.La etimología aclara el significado de estos términos: mientras optimismo proviene del latín "optimum", es decir "lo mejor", pesimismo proviene de la raíz latina "pesimus", es decir "muy malo".Lo cierto es que ante una misma realidad las miradas se bifurcan por lo pronto en dos posiciones que lucen antagónicas: mientras uno ve el lado positivo del asunto, el otro se regodea en su aspecto negativo o de carencia.Los antiguos estoicos ya advertían de la colisión entre las versiones dispares de la mente. Epicteto, figura de esa escuela filosófica, escribió al respecto: "Los hombres no sufren por los hechos sino por las representaciones que tienen de los hechos".Con ello quería decir que dos o más personas pueden ver el mismo hecho (el vaso con agua), pero sin embargo percibir diversamente, a causa de la intervención de factores subjetivos, como los deseos o inclinaciones de cada uno.Todo indica que percibimos las cosas estructurando los "estímulos" de acuerdo a nuestro propio espíritu. Ese espíritu a su vez podría responder a dos tendencias básicas: optimismo y pesimismo.En los libros de psicología se suele hacer una caracterización canónica de ambas. Las personas optimistas reúnen cuatro rasgos: ven algo bueno en cada situación, hasta la más adversa; pueden llegar a distorsionar la realidad hacia lo positivo; poseen una tendencia a la acción; minimizan los aspectos negativos de las circunstancias.Los pesimistas, por su lado, siempre se fijan primero en lo que falta, y no en lo que tienen; se jactan de ser realistas; suelen tener un pronóstico malo sobre lo que vendrá; son previsores y esto puede hacer que se preserven en ciertas circunstancias.El pecado de los optimistas, que suelen vivir en un estado de euforia permanente, es caer presa del "ilusionismo" o de las promesas falsas. Querer ver todo "color de rosa" a toda costa y renunciando a la razón, puede traerles funestas consecuencias.El hombre que está inclinado siempre a creer posible y fácil todo lo que espera, de suerte que llega a tomar sus deseos por realidades, puede chocar dramáticamente con los límites que impone lo real, o ser víctima de los eternos embaucadores que pintan sueños imposibles.Los pesimistas, por su lado, para quien las cosas pueden encaminarse fácilmente hacia lo peor y suscriben aquello de que "hoy estoy peor que ayer, pero mejor que mañana", corren riesgo de hundirse por propia decisión.La negatividad del pesimista, muy cercano al cuadro patológico de la depresión, que tiene la tendencia a ver "el medio vaso vacío", puede hacerlo caer en un derrotismo suicida.Ahora bien, quizá por aquello de que los extremos siempre se tocan, cabe establecer una solidaridad oculta entre estas dos versiones espirituales. Y esto porque para ser pesimista es necesario haber creído y haber tenido esperanzas antes.En el pelotón de los pesimistas, por tanto, quizá haya que anotar a no pocos ilusos desengañados. ¿Son los optimistas empedernidos de hoy, acaso, los incurables pesimistas del mañana?Ahora bien, ¿el pesimismo o el optimismo son conductas innatas o aprendidas? Los científicos no se ponen de acuerdo: hay quienes piensa que se nace con algunos de estos rasgos y otros opinan que son conductas adquiridas.
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