Una vida más allá de los electrodomésticos
La pasión por acumular artefactos es una tendencia arrolladora, pero circunscribe la experiencia humana a la esfera del consumo, muchas veces en desmedro del conocimiento y la cultura.La historia puede ser vista como una búsqueda permanente por tener más cosas. La humanidad ha luchado siempre contra la escasez y la pobreza, en procura de un estado de mayor bienestar.La modernidad occidental, con su alarde de transformación del mundo, ha logrado que una avalancha de bienes materiales esté a disposición de los individuos.El sociólogo Max Weber enseñó que esto ha sido posible por el triunfo de un tipo humano, el burgués, quien elevó el trabajo a valor sagrado. "No se trabaja solamente por el hecho de vivir, sino que se vive para trabajar", dijo al describir la orientación vital del primitivo capitalismo.Con el paso del tiempo, cuando la industria estuvo en condiciones de fabricar productos en serie, se vio obligada a estimular en los ciudadanos la demanda de tales productos.Surgió así, según el psicólogo Erich Fromm, un nuevo tipo psicológico, el "homo consumens", cuya característica esencial es que identifica la felicidad con el mero consumo.Desde hace tiempo existe el debate de si el hombre contemporáneo, al tener cubiertas largamente las necesidades materiales, que antes atormentaron a sus antepasados, ha logrado su máxima aspiración.Lo que está en discusión es si la acumulación de artefactos, el imperativo de poseerlos, no es una tendencia que crece a expensa de las necesidades espirituales (si aceptamos que éstas existen)."Algunos pueden pensar que el mundo ideal es un lugar repleto de shopping centers. En ese mundo la gente es feliz porque todos pueden salir llenos de bolsas de ropa nueva y de cajas de electrodomésticos. No tengo nada contra esa visión, sólo digo que no es la única posible", ha dicho el presidente del Uruguay, José Mujica.En un discurso dirigido a favor de la educación en ese país, el mandatario consideró que el consumismo, en tanto modo unilateral de vivir, se olvida que el ser humano es sensible al disfrute de las cosas del espíritu."Ustedes saben mejor que nadie -apuntó Mujica- que en el conocimiento y la cultura no sólo hay esfuerzo sino también placer. Dicen que la gente que trota por la rambla, llega un punto en el que entra en una especie de éxtasis donde ya no existe el cansancio y sólo le queda el placer. Creo que con el conocimiento y la cultura pasa lo mismo. Llega un punto donde estudiar, o investigar, o aprender, ya no es un esfuerzo y es puro disfrute".Han sido los griegos, ese pueblo de filósofos, quienes nos han enseñado que en el fondo toda la energía de nuestro ser tiende al conocer, que la existencia humana alcanza su plenitud en la "contemplación"."El ver lo preferimos a todo", escribió Aristóteles, al señalar que el gozo del conocimiento se cuenta entre los gozos más elementales, incontenibles y buscados del hombre.Y aún estremece leer la autodefensa que hace Sócrates, en el juicio que lo condenó a beber la cicuta. Allí el filósofo dice que hay cosas más importantes que las comodidades materiales."Mi buen amigo, siendo ateniense, de la ciudad más grande y más prestigiada en sabiduría y poder, ¿no te avergüenzas de preocuparte de cómo tendrás las mayores riquezas y la mayor fama y los mayores honores, y, en cambio, no te preocupas ni interesas por la inteligencia, la verdad y cómo por tu alma va a ser lo mejor posible?".Se puede decir que el crecimiento de rentas y consumos materiales es un rasgo de emancipación del hombre. Pero deja de serlo cuando le atrofia la apetencia por conocer y alcanzar la sabiduría (que viene de "sabor", y por tanto es un conocer "sabroso")."Una vida sin búsqueda no merece vivirse" (Sócrates).
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