Voceros globales del pesimismo ambiental
¿Es sólo una exageración el dicho del jefe de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, quien dijo que "se termina el tiempo para salvar el mundo", en relación al acelerado ritmo de degradación terráquea?Las declaraciones del Secretario General de la ONU, formuladas al abrir la Segunda Cumbre de la Tierra 'Río+20', en Brasil, y de inusual dramatismo, no pasaron desapercibidas."Los cambios climáticos ya impactan en nuestras vidas. En verdad, estamos en un camino peligroso, ya que la naturaleza no negocia con los seres humanos. Se acaba el tiempo para salvar el mundo".¿Acaso estas palabras las usó Ban Ki-moon para asustar a los representantes de los diversos Estados, congregados para discutir sobre medio ambiente, a fin de conseguir un mayor compromiso de ellos para reducir el calentamiento global?¿O son palabras que reflejan un estado exacto de la situación, que están en línea por tanto con la posibilidad cierta, no retórica, de que sobrevenga una suerte de apocalipsis ecológico?La cronista internacional Eleonora Gosman reconoce que el discurso del coreano líder de la ONU "están imbuidas en alguna medida de una concepción filosófica oriental".Al parecer Ban Ki-moon esperaba, según él mismo confesó, una cumbre más ambiciosa. "Pero cada país tiene sus intereses", dijo al lamentarse que la declaración final de Río+20 quedó a mitad de camino.Acaso para conmover a los participantes de la cumbre, el directivo hizo hablar a la neozelandesa Britanny Trilford de 17 años, quien aprovechó para enrostrarle a los gobernantes: "Ustedes no quebraron sus promesas. Las vaciaron". La joven concluyó su intervención con enojo: "Les pido que consideren por qué están aquí: ¿es para salvar su imagen, o es para salvarnos a nosotros, los niños del planeta?".Como ocurre en este tipo de cumbres, los países más pobres o los de desarrollo intermedio acusaron a los de alto desarrollo capitalista de no pensar más que en su bienestar, toda vez que son éstos últimos los que en teoría más contaminan.Sin embargo -más allá de las hipocresías de rigor- ninguna de las llamadas "naciones emergentes" puede ocultar su opción por el capitalismo. De hecho todas ellas bregan por un modelo de industrialismo tardío.En la región latinoamericana, por caso, no hay ningún modelo de desarrollo que discuta la matriz productivista de cuño capitalista. Y de hecho algunos se ha plegado a los dictados de la nueva división internacional del trabajo, como proveedores de materia primas.En cambio el llamado "ecosocialismo", que plantea una suerte de radicalismo ecológico, liderado por intelectuales de la talla de Leonardo Boff, fundador de la llamada Teología de la Liberación, es consecuente con su prédica anticapitalista.El diagnóstico de este sector es que la humanidad se encuentra frente a una crisis ecológica global que forma parte intrínseca de la crisis sistémica del capitalismo.La vía para salir de este atolladero, sostiene, no es recrear en Latinoamérica el neo-desarrollismo industrial (que es un paradigma impuesto por el orden global capitalista) sino bregar por otro modelo de sociedad, que revincule al hombre con la naturaleza.Quienes critican este planteo radical se preguntan: ¿Acaso es posible construir un modelo alternativo al capitalismo sin volver a las cavernas, despreciando el sistema de bienestar inherente a la sociedad de consumo?Las palabras de Ban Ki-moon tienen algo de resignación. Y recuerdan el pesimismo del escritor José Saramago, quien ya decepcionado de las ofertas sociales y políticas, concluyó que "no nos merecemos mucho respeto como especie".
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