Voces del establishment contra los biocarburantes
Los gobiernos deben dejar de promover los biocombustibles si quieren evitar el alza de los alimentos. La advertencia no la lanzó un militante anti-globalización, sino el pope de la multinacional Nestlé.Peter Brabeck es miembro de la élite del poder económico mundial. Preside nada menos que el mayor grupo de alimentos del globo. Y sus dichos, formulados en el Foro Económico Mundial, en el coqueto centro de esquí de Davos, no pasaron desapercibidos."Si uno mira lo que ocurrió en Túnez, Egipto y muchos otros países, todo empezó con los alimentos", dijo, al explicar dónde reside la base de la inestabilidad social en Medio Oriente.La trepada global de los alimentos inquieta a un mundo en el cual, según la FAO (Org. Naciones Unidas), 925 millones de personas sufren hambre crónico. Este cuadro tenderá a agravarse si no se hace algo."Sólo existe una solución muy simple: no (usar) alimentos para combustible", disparó el titular del grupo suizo Nestlé, haciendo blanco en la niña mimada de los agro-negocio globales.El precio del maíz se ha incrementado alrededor de un 60% y el del trigo un 50%, durante los últimos doce meses. Lo mismo pasa con el valor del azúcar, la leche y el cacao.El diagnóstico de Brabeck es que los biocarburantes crean una demanda inédita de materias primas agrícolas, lo que ha provocado que algunos países asistan a un alza creciente en el precio de los alimentos básicos para la población.El debate es crucial y hace a la esencia del sistema global. Como se sabe, el capitalismo se halla ante el dilema energético. El próximo agotamiento de los combustibles fósiles (primero petróleo, luego gas y carbón) le abre una perspectiva inquietante.Para sobrevivir, el sistema económico debe echar mano a energías alternativas. Una de ellas es la producción de biocombustibles (aceites vegetales que se transforman en energía). Cuyos defensores, a la vez, los proponen como "naftas ecológicas".El problema es que su elaboración requiere de toneladas de cultivos que en vez de alimentar a la población nutren motores, al tiempo que hay sospechas de que no reducen la emanación de gases de efecto invernadero.El líder de la multinacional Nestlé nos dice que aquí lo dramático es la competencia que se está entablando entre biocombustibles y alimentos. Los valores del trigo, el maíz y el arroz, así, aumentan a causa de la creciente demanda de las destilerías.Los agronegocios globales, que impulsan esta explotación, han extendido su influencia por todos los continentes, reconvirtiendo millones de hectáreas de bosques y selvas de países del tercer mundo para la producción de agrocarburantes.Entre nosotros Jorge Rulli, del Grupo de Reflexión Rural (GRR), es quien viene alertando sobre los efectos de esta fiebre por los biocombustibles, en el marco de un esquema de explotación a gran escala de los recursos naturales del país.En su opinión, el modelo económico actual y el de los '90 tienen un denominador común: el sometimiento del país al interés de negocios globales.El menemismo, escribió hace poco, basó su fiesta primermundista de electrodomésticos para todos, a través de "la enajenación masiva de los patrimonios acumulados por varias generaciones de argentinos".La economía kirchnerista representa, según Rulli, "una nueva fase, en que luego de los desfondamientos institucionales del 2003, el país se ordenó en base a los mercados globales y a las disciplinas que impusieron las corporaciones transnacionales".Ahora lo que alimenta la nueva fiesta consumista es "el precio excepcional de la soja, de los biocombustibles y del petróleo en los mercados internacionales".Es interesante resaltar el hecho de que para cuestionar los efectos perniciosos de los agro-negocios, en la modalidad de los biocarburantes, no se necesita ser militante anti-globalización.Basta con compartir la opinión del presidente de la multinacional Nestlé.
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