Volver a la vieja bolsa de compras
Aunque los plásticos son reciclables, sin embargo son agresivos con el medio ambiente, toda vez que demoran en desaparecer al contacto con la luz y el aire.
El problema es que el nylon tarda entre 100 y 400 años en biodegradarse. Y en la Argentina se utilizan más de 2.000 millones de bolsas de este material por año, lo que equivale a 66.000 toneladas.
Una onda legislativa busca obligar a los comercios a reducir la entrega de este tipo de bolsas. Más allá de esta restricción, hay cadenas de supermercados que se han sumado a la campaña de concientización.
En Gualeguaychú, por ejemplo, hay comercios que piden a los clientes que lleven sus propias bolsas. U ofrecen un sustituto de material oxi-biodegradable, que es reutilizable varias veces, aunque tienen un costo para el consumidor.
En nuestro país, la distribución de bolsas de polietileno comenzó a mediados de la década del ‘80 y se acentuó a fines de los ‘90. Este consumo generó un hábito en la población, que no es fácil de romper.
Gran parte de las bolsitas de plástico no va a la basura, sino que se tira en la calle y va a parar a desagües y cursos de agua. El potencial contaminante de esta práctica ha originado movidas en distintas partes del país.
Por ejemplo, la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires discutirá en las próximas semanas un proyecto que persigue que se entreguen menos bolsas de nylon.
Entre Ríos es una de las provincias que lidera el cambio. El diputado nacional de la provincia Raúl Patricio Solanas, en mayo del año pasado, presentó un proyecto que obliga a todos los supermercados y comercios del país, a usar y comerciar bolsas compuestas por al menos 75% de material desintegrable.
El senador justicialista por Gualeguaychú, Osvaldo Chesini, presentó meses atrás un proyecto para prohibir en la provincia el uso de bolsas de todo material plástico convencional y generar el comercio y el uso de productos biodegradables.
En algunos lugares de Entre Ríos, por ejemplo en Ramírez, los propios vecinos promueven reciclar hábitos que el plástico dejó de lado. Así, alientan el uso del canasto o el changuito para las compras.
También las bolsas de papel madera y de rejilla, y la vuelta a la botella de vidrio para conservar bebidas y preparaciones. En suma, de lo que se trata es de inducir a los consumidores a que vuelven a la vieja bolsa de compras.
La concientización pasa por alertar a la gente sobre las bolsas impregnadas de material contaminante. Graciela Todone, presidenta del foro Ecologista de General Ramírez, alertó sobre el material de fabricación.
En declaraciones a El Diario de Paraná, señaló que “tenemos como hábito meter la carne, las frutas y las verduras, en bolsas contaminadas y nos exponemos a factores altamente cancerígenos”.
Respecto del material de fabricación, aseguró que “está hecho con todos los rejuntes de los basurales entre los que hay agroquímicos y pesticidas que el triple lavado de fabricación no los elimina de forma eficaz, porque tardan cuadro años o cinco años en salir”.
Mientras tanto, conviene dejar sentado un principio: como las leyes en nuestro país no suelen cumplirse, ninguna legislación tendrán el efecto deseado, si la población no hace suyo el cambio de conducta.La clave, en este caso, pasa por desandar un hábito –el uso de las bolsas de nylon- para recuperar otro –el uso del canasto o algo similar-.
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