Volver a trabajar la tierra: ¿una utopía?
Dotada de una de las geografías más fértiles del planeta, Argentina ha estado históricamente vinculada al cultivo de tierra adentro. Pero hoy la población rural es insignificante y el campo no atrae como opción de vida.Aldo Cettour, productor hortícola de colonia San José, en un artículo aparecido en El Entre Ríos digital, se queja amargamente del despoblamiento rural en ese departamento."En épocas de la colonización en el siglo XIX, la ocupación rural era del 90%, luego pasó a ser el 50%, y así sucesivamente hasta nuestros días: somos apenas el 4% en nuestra región del departamento Colón", refiere.En realidad el despoblamiento es una tendencia dominante en Entre Ríos. Y más aún en la Argentina, donde el 89% de la población viven en áreas urbanas mientras el resto vive en áreas rurales, según el último censo.Ex concejal y vice intendente por el vecinalismo, Cettour cuenta que allá por 1985 se implementó un plan para retener a los jóvenes y sus familias, a través de la horticultura extensiva."Algo hemos logrado, ya que el 45% de las hortalizas que se consumen en la región se producen aquí, pero con la diferencia que éramos setenta familias que nos dedicábamos a la actividad y ahora con un poco más de los dedos de las manos alcanza para contarlos", relató.Según su opinión, la "economía de escala" ha hecho mella en toda la producción rural (hortalizas, arroz, soja, cerdo, pollos y demás). "Antes nos alegrábamos con producciones de tomates de seis kilos por metro cuadrado, ahora se habla de 16 kilos por metro cuadrado", ejemplificó.Los cambios operados en los patrones de rentabilidad de las explotaciones ha conducido a una situación en la cual, según Cettour, "si bien la producción es mucho mayor, los que vivimos en el ámbito rural somos cada vez menos".Más allá de estas observaciones de carácter económico, es dable observar un desapego cultural en torno al cultivo de la tierra, sobre todo entre las nuevas generaciones, atraídas por la sociedad de consumo de las ciudades.En la hipótesis de que fuese posible recrear las condiciones de rentabilidad de las pequeñas y medianas explotaciones agrícolas, ¿cuántos jóvenes volverían hoy a poblar la campaña, trabajando duro la tierra como hicieron los abuelos gringos?Tras la crisis de 2001, se especuló acerca de la posibilidad de que Argentina importe el modelo de los kibutzim, las comunidades agrícolas judías que abastecieron de alimento al nuevo Estado de Israel, después de la Segunda Guerra Mundial.Hubo proyectos para que el país cuente con sus propios kibutzim (plural de kibutz), como una manera contundente de "combatir la pobreza" y para "generar la cultura del trabajo".Cuando ocurrieron las tomas de terrenos en el parque Indoamericano, se volvió a hablar de estas comunidades agrícolas. Hubo quienes señalaron que podrían ser una solución al problema de la propiedad de la tierra.Pero nada de esto prosperó. Y de hecho hay razones para sospechar, a tenor del diagnóstico de Cettour, que vivir en el campo y ganarse el sustento dedicándose a las actividades rurales no es hoy una opción atractiva de vida.Además, hay quienes creen que la existencia de una "agricultura sin agricultores", que está detrás del despoblamiento rural argentino, es el resultado del funcionamiento de un modelo de desarrollo extractivo, agro exportador, productor de materias primas, destinadas a satisfacer la demanda de mercados globales.
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