ACTO POR EL DÍA DE LA MILITANCIA
Cristina maneja los tiempos y le marca el paso al peronismo

Tuvo todo lo que tiene que tener el lanzamiento de una candidatura presidencial. Mucha gente, expectativa y sobre todo, a la protagonista que coquetea con la posibilidad. ¿Habrá sido determinante el triunfo de Lula en Brasil para tomar la decisión? Los de afuera son de palo. La decisión final será de ella.
Por Jorge Barroetaveña
Cristina encarna, como ninguna otra, lo que es el peronismo. Una cara y muchas caras al mismo tiempo. Esa mujer, que se paró en medio del escenario ante la gente que la aclamaba, era en ese momento, la Presidenta de la Nación. Alberto volaba de regreso de su gira del G-20, junto a otro aspirante al trono, Sergio Massa. Ella tenía, y tiene todo el poder. Tanto que puede hablar como si fuera una panelista de televisión. Habla, opina y armoniza como si no tuviera nada que ver con el gobierno, como si fuera oposición. Es más, espoleó al gobierno por los problemas de seguridad y reclamó que la Gendarmería, como ella hizo, cubra el infinito Conurbano Bonaerense. Reclamó por un bono de fin de año y dejó en claro que el salario no puede seguir perdiendo ante la inflación. Hizo su habitual repaso de la historia, y lanzó que el peronismo es el único que garantiza el cambio. “Hagan bien las cuentas cuando dicen de los últimos 70 años. Claro, son los mismos que nos endeudaron”, lanzó con misil teledirigido a Macri.
Alberto fue ignorado puntualmente. Cristina parece haber entrado en la etapa del ninguneo discursivo, más allá de alguna insinuación. “La fuerza de la Esperanza”, rezaba la leyenda en el escenario. Es que de eso se trata, de recrear la esperanza ante un gobierno que fracasó en lo que prometió y ni siquiera pudo dar imagen de unidad. El peronismo, el eterno, sólo está a salvo con ella. Lo repitió una y otra vez, como para hacerles entender que, fuera de su paraguas, sólo los espera la derrota.
Para ninguno de los presentes el desierto es imaginable. Volver a perder las presidenciales del año que viene significará poner todo en riesgo, otra vez. Los gobernadores lo saben bien. Por eso hacen su histórico doble juego. El jueves en La Plata se vieron caras de todos los sectores. La CGT, ministros albertistas, enviados de los gobernadores. Nadie se quiso quedar afuera de la rémora del lanzamiento, más allá de lo que termine haciendo Cristina.
La actual Vice sabe que pocas cosas han cambiado desde el 2019. O sí. Su situación procesal es más grave, algo que le vive reprochando al Presidente. Y su situación política tampoco ha cambiado. Su piso, electoralmente hablando, sigue siendo alto, pero sin garantía de triunfo. Sin ella el peronismo no tiene chances de ganar pero con ella, tampoco. En esa dependencia mutua, el que sale perdiendo más es el peronismo, subsumido en el kirchnerismo y con serios problemas de identidad. Si Alberto hubiera sido más eficaz en su gestión, podría haber recreado la vieja estructura, pero su fracaso, desnudó otra vez la relación dispar.
A Cristina no le molesta eso. El jueves en La Plata lo hizo sentir. Cumple con un doble objetivo. Por un lado se mantiene en el centro del escenario, condicionando a cualquiera que tenga aspiraciones. Al mismo tiempo es funcional a su estrategia de despegarse del gobierno, evitando pagar los costos. La movida del 2019 le genera dudas. Se equivocó en el 2015 eligiendo a Scioli para después socavarlo. Lo mismo ha hecho con Alberto, al que se dedicó a defenestrar puntual y regularmente cuando no hizo lo que quería. ¿Vale la pena intentar de nuevo? Candidatos siempre hay, sobran en política. Y si es para ser Presidente la fila es larga. Es cierto también que no todos tienen la capacidad de recepcionar sus votos. La persigue entonces la misma disyuntiva de los últimos años. Quizás los vientos de Lula la hayan invitado a pensar diferente y tomar más riesgos. Si ella es candidata podrá ganar o perder como cualquier otro. Aunque perder sería particularmente grave y dejaría al kirchnerismo herido. De muerte no, porque en política no muere nadie. Sí lo dejaría condicionado y a merced de algún peronista que se atreva a desafiar su liderazgo.
Todavía tiene tiempo para hacerlo, aunque ya emprendió el camino. El contexto le restará o aumentará margen de maniobra. Quizás se produce el milagro y Massa baja la inflación a 3 o 4% mensual el año que viene. Eso lo catapultará al actual Ministro y le dará a ella la excusa ideal para elegirlo. Pero, siempre hay un pero, la Argentina es de todo, menos predecible. Lo único cierto hoy es que el mal humor social no registra excepciones. Ahí caen todos en la bolsa. Y cuando se venga el revoleo de votos no hay nada seguro. Deberían saberlo.