UN AÑO CARGADO DE POLÍTICA
El dólar, Cristina, Massa y el ‘cuco’ de Milei que se nos viene
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La dinámica de la crisis se espiralizó con la corrida cambiaria. Como todos los últimos gobiernos, con un cuchillo y un tenedor, el gobierno debió enfrentar la estampida que hizo rozar el dólar blue los 500 pesos. Una devaluación de hecho.
Por Jorge Barroetaveña
Este viernes terminó la semana más tensa que le tocó vivir, en su corta carrera como economista, a Sergio Massa. La corrida que empezó con una operación del ex asesor presidencial Aracre se transformó en un movimiento desestabilizador que buscó su cabeza. En realidad fue un blanqueo porque Malena Massa lo viene denunciando desde hace rato.
Es extraño porque la movida se profundizó cuando el Presidente Alberto Fernández anunció que no iría por la reelección. Lo más parecido al vacío de poder emergió como una sombra sobre todo el gobierno. Si el timón en todos estos años nunca estuvo claro, en momentos de crisis la exposición es mayor.
Alberto, a un costado por voluntad propia y clamor ajeno, no está en condiciones de conducir nada. Desesperado, Massa recurrió a los amigos del Fondo para detener la escalada, o al menos ponerle coto. Consiguió la autorización para salir a vender reservas y quedarse con el manejo de la mesa de dinero del Banco Central. La tímida suba de tasas ensayada por Pesce a mitad de semana, se fue al 91% hace un par de días. No había muchos otros caminos, más allá de la crítica opositora. “Tiran la pelota para adelante”, les espetó Redrado. Lo cierto es que, en las últimas 48 horas, el dólar bajó algo, aunque el impacto en los precios está por verse. Martes y miércoles fueron días aciagos. Las grandes distribuidoras del país se quedaron sin listas de precios y rechazaban los pedidos de sus clientes. El sector comercial, en el aire, siempre reacciona de la misma manera: ajusta para arriba. El viejo axioma de la economía argentina resurgió vivito y coleando: si el dólar sube, todo sube. Si el dólar baja, nada baja.
En el peronismo son todos (o casi) concientes que sin Massa no hay mañana. Se aferran a él como la tabla de salvación que queda. Si hasta Cristina, que antes lo odiaba, ahora lo apoya. Sabe que es el único en condiciones de garantizar cierta paz social y estabilidad durante el proceso electoral. Lo contrario sería la renuncia del Presidente y la asunción de la vice, un escenario que ni siquiera se quiere imaginar.
Por eso nadie critica a Massa. Lo preservan, más allá que su estrategia empiece a hacer agua por todos lados. Lejos quedó la promesa de bajar la inflación al 3% mensual. Extraño para alguien a quien el círculo rojo estima y tiene llegada directa a los empresarios más grandes de la Argentina. Massa, más allá de sus vaivenes políticos, siempre se mostró cercano al sector productivo y a las famosas corporaciones, esas a las que Cristina y Máximo tanto detestan. Pero la necesidad tiene cara de hereje. Massa es ahora alto, rubio y de ojos celestes y tiene las llaves del paraíso.
Por eso el jueves, durante la clase magistral que dio en el Teatro Argentino de La Plata, la Vicepresidenta cuidó cada detalle para evitar alguna crítica que lo rozara. Es lógico que hablar pestes del Fondo Monetario y echarle la culpa de la inflación, tienen algún punto de contacto con la tarea del Ministro del área. De Massa se trata justamente. En sus palabras además, la Vice se encargó de zamarrear y subirlo arriba del ring al inefable Javier Milei.
Ofuscada por lo de la casta, Cristina le dedicó varios minutos a defenestrar la dolarización y su prima lejana, la convertibilidad. Y también destrozar a Milei en el camino. Si es la estrategia electoral del peronismo ensalzar a Milei, para perjudicar a Cambiemos, podría ser muy peligrosa.
Es un escenario de paridad electoral como el que se avecina, Milei ya no le está quitando votos solamente a sus pares de la oposición. Mucho voto kirchnerista joven ha comenzado a seguirlo. Hasta en el corazón peronista de La Matanza, afirman los encuestadores. Claro que el fenómeno de Milei sólo se podrá dimensionar con certeza cuando se vote, con los resultados puestos. Hasta ese momento no dejarán de ser especulaciones.
Pero la Argentina parece hoy campo orégano para experiencias extrañas. Como ya sucedió en otros países de Latinoamérica. No vaya a ser que, de tanto torear al Cuco, este se termine apareciendo. No sea que por ganar una elección o, en última ratio, evitar que otro gane, todos se terminen quedando sin nada. Salvo que la apuesta venga del ‘no nos importa nada y que todo explote’. Raro para quienes dicen ‘amar’ a la patria. Claro, los mismos que con sus pésimas administraciones, la han sumido en la pobreza más grande de su historia.

