MÁXIMA TENSIÓN
El kirchnerismo vaticina caos si la justicia condena a Cristina Fernández
Será el martes 6 de diciembre. Ese día se conocerá la decisión del Tribunal Oral sobre la Causa Vialidad. El final estuvo teñido de las acusaciones de Cristina Fernández de Kirchner. Es el relato en todo su esplendor. Nada de lo que pase de ahora en más tendrá la más mínima credibilidad. El kirchnerismo amenaza con romper todo, hasta con paralizar el estado.
Por Jorge Barroetaveña
El largo proceso judicial, el más comprometido junto con los cuadernos para Cristina, va llegando a su fin. En medio del tembladeral económico pero con el placebo del Mundial, la dirigente política más importante de las últimas décadas, quedó cara a cara con el tribunal que debe juzgar si cometió delitos o no.
Sus palabras finales siguieron el camino de siempre. Denunciar la conspiración sin pruebas por parte de un conglomerado judicial, mediático y político que busca eyectarla de la política. O al menos hacerle pagar los 12 años de felicidad kirchnerista.
Las voces que se levantan para respaldarla en caso de un fallo condenatorio son violentas. Desde ATE Capital avisaron que van a paralizar el estado. D’Elía anunció que van a cortar rutas y hacer marchas. Otros prometen caos en las calles y manifestaciones de protesta en tribunales el martes. D’Elía incluso dijo que si la condenan se acaba la democracia en la Argentina.
La actitud del gobierno y del Presidente es una gran incógnita. Más allá de una declaración formal luego del último alegato, nadie sabe a ciencia cierta cómo será su reacción y hasta donde está dispuesto a llegar en sus muestras de apoyo. Si Cristina sigue sacudiendo el árbol no podrá quedarse al margen. Sería bueno saber qué piensa el Ministro Sergio Massa de semejante aquelarre. Hasta ahora no se ha escuchado una sola declaración de su boca en apoyo a Cristina. Ocupado como está en detener la estampida de precios y conseguir dólares de donde sea, sus definiciones políticas siguen ausentes. Desde el sentido habría que preguntarse para qué meterse en semejante lío. Ya llegará el momento de hacerlo por voluntad propia o porque la realidad se lo imponga.
Ese tiempo se siente cerca. Si las amenazas de romper todo se cumplen, las autoridades deberán decidir de qué lado están. El peronismo está en el poder, maneja los resortes del estado y la policía para reprimir. Si hubiera estado la oposición en el gobierno no habría dudas, pero el oficialismo qué hará si las protestas se desbordan? Sumarse a las mismas o ponerles coto si se desbordan?
El entramado que involucra a la política y a la justicia no tiene pausa. El conflicto por la integración del Consejo de la Magistratura provocó un escándalo en el Congreso con amenazas, insultos, gritos y amagues de golpes. Cecilia Moreau pagó su inexperiencia y falta de cintura política a punto tal que naufragó la sesión para ser reelecta al frente de la Cámara. Un escenario triste para un lugar que sigue sin estar a la altura de las circunstancias. Ha sido, este que cierra, el año menos productivo de los últimos. El Parlamento, en el Senado sucede lo mismo, está prácticamente paralizado. Sin comparar, ¿qué pasaría con cualquier emprendimiento productivo que no trabaja durante un año? O que produce poco y nada? Se fundiría no? Acá se trataría de hacer leyes por supuesto. Es como decían nuestros viejos, no sólo hay que serlo sino también parecerlo muchachos.
Larreta ya plantó bandera y huye para adelante. Presentó lo que podría ser su equipo económico y empezó a esbozar un plan. Para levantar el perfil y devolver la gentileza a los que lo tratan de tibio, salió al cruce de Cristina cuando dijo que estaba ante un pelotón de fusilamiento. Por el ‘efecto Mundial’, la interna de Cambiemos quedó aletargada pero está al acecho. Cuentan, dicen, que Macri está molesto porque no le gusta que lo presionen. Es lo que le deslizan con ambigüedad el propio Larreta y Patricia Bullrich que quieren una definición del ex presidente. Igual, el Jefe de Gobierno mandó a decir que será candidato sí o sí, más allá de quién le presente pelea.
Hace un tiempo, el periodista Ernesto Temembaum escribió que había que estar loco para querer ser Presidente. Y razón no le falta para decir semejante cosa. Todos los países del mundo tienen problemas, tensiones, divisiones, peleas. Pero en Argentina eso se exacerba hasta el paroxismo. ¿Qué hace que gente con la vida arreglada como Cristina o Macri quieran seguir en política? Alcanzaron la máxima responsabilidad a la que puede aspirar cualquiera que se dedique a esos menesteres. Gozan entre sus seguidores de fidelidad incondicional, más allá del balance que el resto de la sociedad hace de ellos. E insisten con la centralidad. No se resignan a dar un paso al costado. A lo mejor será que esta Argentina no ha vuelto un poco locos a todos. Quizás desde esa lógica podamos entenderlos.