LAS REPERCUSIONES DE LAS PALABRAS DE LA VICEPRESIDENTA
En el país de Cristina todos pueden ir presos: hasta los inocentes

Cristina salió al rescate del gobierno. ¿Sí? Sí señor. Hace una semana que no se habla de otra cosa que no sea del pedido de condena a Cristina Fernández de Kirchner. De lo que dijo el Fiscal y la defensa que hizo la acusada, cuyas palabras se derraman como fuego sobre la política argentina, condicionando a todos sus componentes.
Por Jorge Barroetaveña
Más allá de lo que suceda, el alegato del Fiscal Luciani quedará en la historia. Por lo inconsistente o por su fortaleza, no importa, pero quedará en la historia. Como la grieta se devora todo lo que toca, esto también cayó bajo sus garras. Claro que no para beneplácito de Cristina que luce sitiada y angustiada. Es que llegó lo que nunca quiso que llegara. Todos sus esfuerzos, desde que ganó las elecciones en 2019 estuvieron encaminados a desandar el camino de las causas judiciales más graves. No tanto por ella, sin por sus propios hijos. Cada reproche que le hizo al Presidente en este tiempo, estuvo teñido por su desesperación. Para la Vicepresidenta y su ego, verse en el banquillo de los acusados, señalada como jefa de una asociación ilícita es indigerible. Tanto que, en su extensa defensa a través de las redes sociales, dejó en orsai al propio Néstor Kirchner, recordando las sagas de reuniones con Magneto, sin ponerse colorada. O hasta admitir que fue una “boluda” al no sospechar nunca del inefable José López que extrañamente acompañó al matrimonio presidencial durante décadas, desde Santa Cruz. La Vicepresidente nunca explicó tampoco su vinculación con Lázaro Báez ni los negocios en conjunto.
Hizo hincapié en el habitual somos todos corruptos, que Macri y los servicios estuvieron detrás de López (como si ello disminuyera su responsabilidad) y que todo es una conspiración de los poderes mediático y judicial contra los gobiernos populares. “No se confundan, no vienen por mí, vienen por el peronismo”, lanzó para abrazar a su destino al viejo partido, del que se acordó poco en todos estos años y siempre consideró una cáscara vacía, al punto de crear otros partidos. El error es creer que Cristina le habla a todos. Ella le habla al grupo que le profesa creencia casi religiosa y a los caciques peronistas que le temen, algo que no cambia con el paso del tiempo. Sabe que, con esa cuota de poder, le alcanza y le sobra para resistir y evitar seguramente, una condena efectiva. Les recuerda brutalmente también que si ella cae, caerán todos y nadie podrá salvarse. Por supuesto que, en el fondo, su deseo es otro. Si tuviera una varita mágica para borrar lo que ha pasado y las acusaciones que pesan sobre ella no dudaría en usarla. “A mí me absolvió la historia”, dijo en 2019 en la cara de los jueces. Le da tirria que se hable de indulto porque eso sería reconocer implícitamente los delitos y no está dispuesta a eso. Ya le avisó a Zaffaroni que no insista. En su lógica es todo o nada.
A esta altura le debe importar poco lo que Massa hace, que es lo que quería hacer Guzmán y ella se empecinó en impedirlo. Lo mismo lo que dice el Presidente que se lanzó en su defensa, aunque abriendo flancos innecesarios por sus desbordes verbales. Pobre Alberto. Salió a defender a la jefa y los mismos kirchneristas lo atacan igual. No se entiende esa lógica. O sí, desde el reproche porque lo que hizo para evitar estas zozobras fue poco, no alcanzó o directamente no hizo nada.
Es que el capítulo del Presidente y sus dichos en TN son un mundo aparte. Lento, confuso, dubitativo, con dificultad para recordar los nombres. El Presidente que no es más Presidente, desde que le entregó lo que le quedaba de poder a su ministro Sergio Massa. Conciente además del veto de Cristina, optó por ir a una señal de cable símbolo de anti kirchnerismo. Se sometió pues al escrutinio de propios y extraños. Lanzó su frase desafortunada, comparando a Nisman con Luciani y la posibilidad del suicidio. No parecía conciente de lo que decía, como en casi todo el reportaje.
Un dicho que sostiene que cuando todo el mundo está en contra de uno, debe ser por algo. Facundo Manes, que no viene de la política, fue el único opositor de Cambiemos que consideró innecesario pedir el juicio político del Presidente. Despertó la ira de sus socios que no se explican, si admite la gravedad de los dichos presidenciales, porque se opuso al juicio político.
Quizás, haya en su razonamiento una lógica que escapa al común de los mortales. El Presidente ya no es más Presidente. Alberto se fue hace rato. Las urgencias hoy son otras y, mientras la crisis se ensaña con la gente, los políticos viven una realidad paralela. Hoy, marcada por las estridencias judiciales de Cristina que arrastra a todos a la misma bolsa. A sus propias urgencias. Quizás, no esté tan equivocado Manes y haya que resetear las prioridades. Ni Alberto es más Presidente, ni Cristina es la Argentina, ni Cambiemos tiene la verdad revelada. No siempre para hacer una tortilla, hay que romper los huevos. Los tiempos han cambiado.