POR LUIS CASTILLO
Lo bueno, lo malo y lo feo
Dice la antigua copla popular: "Llegaron los sarracenos/ y nos molieron a palos/ que Dios ayuda a los malos/ cuando son más que los buenos"
Por Luis Castillo* Desde el bíblico principio de los tiempos, los pares antitéticos marcaron nuestra forma de mirar el mundo. Lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, la historia y el relato. Usted podrá decirme que en este último ejemplo no debería ser, quizás, tan categórico ya que son pocas las veces que la historia real y lo que se cuenta de ella no son coincidentes; y yo le daré la razón, solo para que usted crea que tiene razón. Si hay algo que no debe hacerse es discutir con necios. Lo que me recuerda una anécdota que se atribuye a una situación vivida en París cuando se reunieron un militar de alto rango estadounidense y su par vietnamita para firmar el armisticio de la cruenta guerra de Vietnam; tras las fotos de rigor, el enorme norteamericano le dijo casi en un susurro: a pesar de haber perdido la guerra, usted deberá reconocer que nuestro ejército es cien veces más poderoso que el de ustedes; le concederé eso, respondió el oriental, pero usted deberá entonces concederme que eso, poco importa. Pero volvamos al principio, de los primeros hijos de Dios uno era obediente, confiado y, por qué no, quizás ingenuo y la otra −la mujer claro− la díscola, la artera, la "engañera" como diría una vieja zamba. Nada bueno podía salir de ese matrimonio y así precisamente sucedió, un hijo salió bueno, obediente, etcétera y el otro, Caín, malo, fratricida, etcétera. Estas luchas entre el bien y el mal, recordemos, se repiten prácticamente en todas las cosmogonías, no es invento ni mucho menos patrimonio del cristianismo pero lo tomo como ejemplo por ser, en nuestra civilización, tal vez lo más difundido. Como también es bueno recordar que las luchas por quién porta el dios más poderoso sigue estando tan vigente ahora como hace 5000 años. Tan vigente en el año 1095 cuando el entonces Papa Urbano II en el concilio de Clermont, al grito de Deus vult -Dios lo quiere− arrancaba la primera carnicería denominada Primera cruzada contra los musulmanes de la Anatolia turca que pretendían, nada menos, que echar a los invasores romanos de sus tierras. Curiosamente, esa misma frase volvió a enarbolarse como grito de guerra en la España franquista -agosto de 1936− cuando el promotor del nacionalcatolicismo Aniceto de Castro Albarrán instaba a inicial la guerra civil española diciendo: "Es una lucha por Dios y por la Patria. (...) Será nuestro grito el grito de los cruzados: ¡Dios lo quiere!" Un poco más acá, en enero del 2002, se anunciaba la "Doctrina Bush", que se proponía enfrentar al terrorismo instaurado por 3 países: Irán, Irak y Corea del Norte, a lo que se denominó: "El eje del mal". Para combatirlo, estaban las fuerzas del bien −es decir, ellos−, que como el mismo presidente afirmara: " (...) muchos han descubierto una vez más que incluso en la tragedia, sobre todo en la tragedia, Dios está cerca." Una vez más, Dios iba a la guerra. Llevados por un presidente que, además de la cita antedicha tiene otras que pasaron a la historia por lo ridículas o insólitas: "Si no tenemos éxito corremos el riesgo de fracasar", "La gran mayoría de nuestras importaciones vienen de fuera del país"; no me diga nada, le recuerda a frases de algún ex presidente local, como seguramente esta otra: "Es tiempo para la raza humana de entrar en el sistema solar" o, "Marte está esencialmente en la misma órbita... Marte está más o menos a la misma distancia del Sol, lo que es muy importante. Nosotros tenemos fotos donde existen canales, pensamos, es agua. Si hay agua, eso significa que hay oxígeno. Si hay oxígeno, significa que podemos respirar." Frase que, invariablemente, nos remonta a la imagen de nuestro ilustre Senador que continúa siéndolo porque tal vez ni siquiera sabe que sigue siendo Senador. En todas partes se cuecen habas, aseguran, aunque yo, le confieso, nunca conocí a nadie que cociera habas pero, en definitiva, eso no es lo importante que quería destacar sino el hecho de que ayer como hoy -y seguramente mañana− seguiremos viendo el mundo en blanco y negro. Los buenos y los malos. Ahora, si ganaran −finalmente−, los buenos, qué mundo mejor tendríamos, ¿no? El único problema es saber quiénes son los buenos. En "La genealogía de la moral", Nietzsche escribe lo que, a su juicio, es la dislocación de origen del concepto "bueno"; para él, fueron los poderosos, los hombres de rango superior, los nobles, los que se autoproclamaron a sí mismos y a sus acciones consiguientes como "buenas", en franca oposición con las acciones resultantes del obrar de plebeyos, vulgares y hombres de bajo rango; es el sentimiento duradero de una "especie superior" dominadora sobre una inferior, lo que crea la antítesis "bueno" y "malo". En definitiva, en su mirada -y en la mía, lo confieso− lo bueno y lo malo no son sino categorías signadas por el poder. Así como los buenos y los malos. O las buenas y las malas ya que, no dejemos de recordar, la primera persona mala fue una mujer. Ahora bien, supongamos que de algún modo que, para ser honesto, no se me ocurre en este momento (y probablemente en ninguno) podamos separar a buenos y buenas de malos y malas, ¿qué hacemos con estas personas después? ¿Las reeducamos? (¿serán reeducables?), ¿las desterramos?, ¿las matamos? Porque si no sabemos para qué sirve separar la paja del trigo qué sentido tendría tomarnos ese trabajo, ¿no? Con los feos y las feas no habría mayor inconveniente ya que con solo ser piadosos y piadosas nos alcanza; eso no sería un problema o, mejor dicho, dejó de serlo a partir de que pudo, al menos, despegarse la fealdad de las maldiciones o la hechicería, al igual que con ciertas deformidades que no podían ser sino obra del demonio; siglos más tarde y civilización mediante, la piedad humana hizo que dejaran de ser exterminados como animales para pasar a ser exhibidos en los circos o las ferias. Después hay quienes no creen en la evolución humana. Sé de muchas personas que tienen el pleno convencimiento de estar del lado correcto, de ser los buenos y buenas, en definitiva, lo sé porque a muchos y muchas sigo por las redes sociales y en sus afirmaciones no hay opción para una mirada diferente. A ellos y ellas les pregunto −desde mi ignorancia, claro− ¿qué hacemos con los malos y las malas? ¿Con esos y esas que están −para bien o para mal− del otro lado? *Escritor, médico y Concejal por Gualeguaychú Entre Todos
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