OPINIÓN
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En las redes se ha viralizado en las últimas horas una reflexión triste sobre la Argentina. Es una versión adaptada de aquella que dice que dice que cuando Dios creó el mundo y se fijó en estas zonas, pensó lo mejor y para compensar le puso a los argentinos. La nueva versión es más bien futbolística. Dice que de los 5 mejores jugadores de la historia del fútbol, 3 fueron y son argentinos.
Por Jorge Barreotaveña
Claro, para ‘equilibrar’, tuvimos a unos cuantos dirigentes nefastos y la rematamos con la elección entre Massa y Milei. El comentario se ha hecho viral y refleja lo que está sucediendo en buena parte de la sociedad, sobre todo aquella que no se inclinó ni por uno ni por otro en la elección general.
El país vive horas dramáticas, a dos semanas de una segunda vuelta de resultado incierto. Es real que Massa parte con ventaja, porque así quedó posicionado después de las generales. El impacto adicional que provocó su victoria descolocó a una oposición desorientada y dubitativa. El saldo ya se conoce. Un puñado de horas luego de la dura derrota, Macri y Bullrich decidieron anunciar su apoyo al libertario, implosionando Juntos por el Cambio y provocando un terremoto político. Porque la decisión de pegar el salto del ex presidente y la ex candidata, obligó a todos los demás a tomar postura. Rompió la UCR y en el PRO expuso la fractura que nunca se curó después de la interna feroz que los desgastó.
Si hasta desestabilizó al propio Milei en su frente interno porque hay gente que le cuestiona el apoyo de Macri (al cabo la ‘casta’) y desdibujó su figura ante su propio electorado. Pero el paso de los días, con las aguas un poco más quietas, se va decantando el escenario y todos quedan expuestos.
En el campo libertario han resuelto bajarle el perfil al candidato, mandar a callar todas las voces polémicas y concentrarse en la fiscalización de la segunda vuelta, vital si el resultado, como se prevé, es ajustado. Hasta dónde lo condiciona el apoyo del ala dura del PRO, con Macri a la cabeza, sólo lo sabe Milei, pero sus aliados se encargaron de recordar que algunas banderas, como la de la dolarización, son irrenunciables. Es lógico lo que está haciendo Milei. Tiene que correr al medio su discurso para captar a los que le tienen miedo y utilizar a Macri y Bullrich para sumar a los más duros de Cambiemos. Córdoba es el otro gran interrogante. En el 2015 Macri sacó ahí más del 70% de los votos y fue Presidente. Milei busca lo mismo, aunque ahora no sólo tiene que retener los votos de Cambiemos, sino también sumar los de Schiaretti. En el centro del país la militancia antikichnerista sigue latente y todo lo que huela a K espanta votos.
Y aquí llegamos al “Mago” Sergio Massa que está teniendo dificultades para conquistar los votos que le faltan. Para eso necesita, lo mismo que Milei, pero al revés: convencer a una parte del electorado que ahora sí va a terminar con el kirchnerismo y que no va a ser, como Alberto, un títere de la jefa. Lo tiene claro y sus asesores fue lo primero que le dijeron con las urnas calientes aún la noche del 22 de octubre. Aquel escenario estuvo desértico de otras referencias que no fuera él mismo, salvo Kicillof que fue el otro gran ganador de aquella noche. A las pocas horas Massa dijo que Cristina estaba casi ‘jubilada’ y ‘retirada’ de la vida pública. Sus voceros no se cansan de repetir que no es ni será Alberto y que el poder lo tendrá solamente él como Presidente. Inteligente y astuto, sabe que ese es su libreto y lo lleva a cabo sin problemas. De hecho, también pidió a la CGT que suspendiera un acto en su apoyo. Sabe también que los muchachos sindicalistas no caen muy bien en el tercio de la sociedad que necesita atraer para llegar a la Rosada. Allá quedaron Daer y Moyano esperando otra oportunidad para hace su declaración de amor pública.
En su doble rol, que aprovecha bien, el Massa ‘candidato’ y el Massa ‘ministro’ , corre riesgos. Es lo que pasó con la falta de combustibles que, hasta que no golpeó las puertas de CABA y el AMBA, no mereció un mínimo de atención oficial. La ‘apretada’ de las empresas fue evidente. Massa reaccionó como un sheriff ofuscado pero no alcanzó a disimular su debilidad. Tuvo que ceder aumentos, después de varios días de desgaste ante la opinión pública. La imagen de la gente esperando horas ante un surtidor y las puteadas varias, no fue lo mejor de la campaña. Pero son los riesgos que debe correr en su doble condición.
Todavía falta el debate presidencial que, afirman, podría ser un quiebre. ¿Por qué? Como en las finales, las victorias o las derrotas se definen por detalles. Una palabra mal dicha, una reacción fuera de lugar, un gesto tardío, podrían inclinar la balanza para siempre. Es todo o nada. Y los argentinos están mirando.